lunes, 21 de junio de 2021

Responder a Dios con amor por encima de todo

 No puedes sacar al otro la mota de su ojo con una viga en el tuyo - ReL

En las Sagradas Escrituras nos encontramos la historia de la salvación, lugar en el que Dios, como primer actor, aparece por supuesto como el primer protagonista. Es quien tiene la iniciativa de la creación, de alguna manera renunciando a su intimidad totalmente satisfactoria, no en un sentido narcisista, sino en una especie de necesidad a abrirse a un amor de donación para enriquecer a otros seres con ese gran tesoro oculto y misterioso que ocultaba. Podríamos afirmar que Dios, en un momento de ese infinito que le pertenece, decidió que fuera compartido por aquellos que existirían fuera de Él, de modo que en esa experiencia hubiera un compartir único y también satisfactorio para aquellos sobre los cuales derramaba su amor. Evidentemente, Dios no perdía nada de lo que poseía, sino que alimentaba su ser con las ansias de donación a la criatura. En esta historia de salvación, por esa voluntad libérrima y solo movida por el amor, aparece en segunda instancia, el otro protagonista de toda la historia, el hombre. También de alguna manera esencial, pues era la razón última de esa salida de Dios fuera de sí mismo. Ambos protagonistas tienen sus roles bien definidos. Dios, creador, providente, dispuesto a ayudar al hombre con la concesión de todos los beneficios necesarios, por un lado. Y por el otro, el hombre, consciente de ser solo receptor de beneficios, pues es incapaz de cederse a sí mismo lo que Dios le da. Nunca debe tener la pretensión de ser causa de sus propios beneficios, pues la fuente de todos ellos es Dios y su amor por Él. Evidentemente, en esa línea de donación el hombre no puede permanecer inerte y pasivo, pues el mismo hecho de ser receptor lo debe transformar inmediatamente en ser agradecido y en asumir una responsabilidad que viene concomitante con el don, respecto a los otros iguales que son colocados en sus manos por Dios como regalos para su ser. En general, la única  manera de que esta sociedad funcione es que cada uno asuma su rol. De parte de Dios nunca habrá problema, pues Él es inmutable y eternamente fiel en su amor. La dificultad se presenta cuando es el hombre el que tiene su turno. A este se le presentarán siempre las dos opciones: la de ser fiel o la de buscar su autonomía dejando que el egoísmo lo exacerbe. Es parte de la esencia de la historia de la salvación. Y esta es la razón última del progresivo involucramiento de Dios, que busca que esa serenidad de la historia sea recuperada siempre.

Así nos encontramos con sorprendentes personajes que, en el extremo de la búsqueda de la fidelidad a Dios y a su amor, ponen toda su vida, su voluntad, su entendimiento, en las manos de quien han descubierto que solo quiere su bien, por lo cual asumen que desplazarse hacia otro lugar es un absurdo. El caso más claro de esto es Abraham, quien era un trashumante que había tenido en alguna ocasión había tenido experiencias con un Dios que prácticamente era desconocido, pero de quien percibía era bondad y amor. La invitación que le hace Dios es inusitada. Elegido para ser padre de naciones, con las grandes promesas de bendiciones extraordinarias, pues le promete conducirlo a tierras benditas que pondrá en sus manos y enriquecerlo con grandes bienes: "En aquellos días, el Señor dijo a Abrán: 'Sal de tu tierra y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré. Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré, haré famoso tu nombre, y será una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan. Con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo'. Abrán marchó, como le había dicho el Señor, y con él marchó Lot. Abrán tenía setenta y cinco años cuando salió de Harán. Abrán llevó consigo a Saray, su mujer, a Lot, su sobrino, todo lo que había adquirido y todos los esclavos que había ganado en Harán. Salieron en dirección de Canaán y llegaron a la tierra de Canaán. Abrán atravesó el país hasta la región de Siquén, hasta la encina de Moré. En aquel tiempo habitaban allí los cananeos. El Señor se apareció a Abrán y le dijo: 'A tu descendencia le daré esta tierra'. Él construyó allí un altar en honor del Señor, que se le había aparecido. Desde allí continuó hacia las montañas al este de Betel, y plantó allí su tienda, con Betel a poniente y Ay a levante; construyó allí un altar al Señor e invocó el nombre del Señor. Abrán se trasladó por etapas al Negueb". Ha sido un abandono extraordinario, pues colocaba todo su bienestar, su futuro, sus bienes, en las manos de prácticamente un desconocido. Su respuesta fue fantástica, pues la prenda de esa promesa era simplemente una voz que le hablaba desde el cielo.

Es necesario buscar una razón lógica a esta respuesta. Nuestra acuciosidad y nuestra curiosidad de seres limitados, necesita sustentar esta respuesta en una razón que le dé lógica, para poder tenerla como emblema para nuestra propia conducta ante las peticiones que nos pueda hacer Dios, que seguramente irán siempre en la misma línea. Dios nunca suele pedirnos cosas distintas, pues sabe perfectamente hasta dónde podemos llegar. Su delicadeza es extrema. Y por eso también al comprendernos, nunca pondrá a alguien una exigencia mayor de la natural. Serán siempre demostraciones de su amor por nosotros. A la par que pone la exigencia, nos abre la perspectiva de la solución, pues al sabernos limitados está muy consciente que con frecuencia nos sentiremos desventajados para lograrlo, y por ello se ofrecerá siempre como el primer apoyo. De este modo, entendemos que en su deseo de nuestro mejoramiento, nos pondrá a la vista su exigencia de avanzar en la asunción de los compromisos. No lo debemos entender como una imposición tiránica en la que Él quiera demostrar su dominio o su poder sobre nosotros. Al contrario, movido por su amor, es una nueva manifestación de él, pues sabe muy bien que avanzando en ese camino de exigencia y de abandono en su voluntad está nuestra felicidad, tal como lo comprendió Abraham, y por ello llegó con alegría a disfrutar de todos los beneficios que se le habían prometido: "En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 'No juzguen y no los juzgarán; porque los van a juzgar como juzguen ustedes, y la medida que usen, la usarán con ustedes. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: 'Déjame que te saque la mota del ojo', teniendo una viga en el tuyo? Hipócrita; sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano". La meta es la perfección. Y es la perfección convivida con los hermanos, a los cuales siempre debemos considerar superiores a nosotros. Es la clave de la serenidad personal, y la de poder adelantar cada vez más hacia nuestra meta final. Así como Abraham, y otros grandes personajes de esta sagrada historia de la salvación, fueron capaces de entenderlo, así mismo lo somos cada uno de nosotros. Ellos entendieron que esa era el camino hacia la meta. Y ese es nuestro mismo camino.

4 comentarios:

  1. No juzguen para no ser juzgados es palabra de Jesús para nosotros;quiere decir" antes de ver los defectos en los demás, debemos mirar los nuestros; aprender como Dios nos ha mirado a nosotros, con sus ojos de compasión y amor ayudándonos a purificar nuestras miradas hacía nuestro prójimo,como le gustaría que lo hagamos.

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  2. Por la puerta estrecha debe pasar toda nuestra vida, ayúdanos pues ya que sin ti no somos nada, danos fuerzas como verdaderos creyentes☺️

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  3. La base sólida para la convivencia nos la dio Jesús diciendo todo lo que deseen, que los demás hagan con ustedes, haganlo ustedes con ellos, además dio ejemplo con su vida del amor que nos tiene. Esta es la puerta estrecha que lleva a la vida.

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  4. Quisiera recibir todos los días su oraciones, Dios con nosotros Amén

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