sábado, 26 de junio de 2021

La fuente de la vida y del amor manará siempre para nosotros

 Catholic.net - Señor, no soy digno de que entres en mi casa

De entre las cosas que desea Dios, nuestro Padre, si es que adoleciera de algo, es una inmensa añoranza porque sus criaturas tengamos una confianza inconmovible en Él y en su amor. Es una añoranza de ninguna manera enfermiza, por cuanto se inscribe en el ámbito del amor que lo ha movido hacia fuera de sí y que tiene como único objetivo procurar la mayor felicidad del hombre surgido de sus manos amorosas y poderosas. En esta línea de acción divina solo busca una respuesta también de amor de quien experimenta continuamente ese amor benévolo. Es natural que se dé este movimiento, pues, aunque para Dios no existe ninguna necesidad, ya que en sí mismo es autosuficiente, la aventura de la creación en la que se inscribió, busca esa respuesta no para sentirse satisfecho, sino para que el hombre entienda que ese es el camino de su plena felicidad. Por eso, quienes han entendido esta manera de obrar y han sido dóciles a estas inspiraciones amorosas del Creador, el responder afirmativamente a estas insinuaciones del Dios de amor se transforma en fuente de serenidad incesante, y en prontitud en el descubrimiento de estos tesoros que sin duda llegan a ser la mayor de las riquezas que pueden obtener. La lluvia de bendiciones se transforma en una fuente incesante de vida y de gozo. Incluso en medio de las mayores dificultades y problemas, entienden que tener el corazón pronto para asumir con docilidad las experiencias del Espíritu, es con mucho, la mejor ruta. Es esto lo que Dios quiere que viva cada hombre elegido y salvado por su amor. La elevación de la mirada para poder percibir, en medio del tráfago del mundo, lo que verdaderamente tiene valor. Es por ello que la relación con Dios para estos hombres se convierte en fuente segura de confianza, de seguridad, incluso de satisfacción confiada en Él. Es hermoso tener confianza con Dios y manifestar esa confianza sin restricción. De esa manera, la relación con Dios se transforma en algo completamente satisfactorio, sin quiebres y llena de compensaciones sin par.

Fue esta la experiencia de vida que tuvo Abraham en las manos de Dios. Su experiencia de fe, abandonado totalmente en la voluntad divina, sin dejar de tener desencuentros y frustraciones, muestra que su seguridad la había puesto totalmente en las manos de Dios. No era él que decidía su suerte. Al máximo se colocaba en el camino del amor para seguir recibiendo la cascada de bendiciones por ser el elegido para ser el padre de una humanidad nueva que nacería al final de los tiempos y del cual él se había convertido en personaje central y primario. Es llamativa esta excelente disposición, por cuanto lo único que tenía en sus manos era una promesa de grandes maravillas. Y nada más. Establece así una relación de tal intimidad con el Señor que en el único sitio en el que encontraba seguridad y confianza era a la vera de su Elector. Al punto que de esa relación fluida y fresca, su misma esposa Sara toma también esa frescura de Dios, aún estando más ocupada en otras cosas más banales. La promesa de descendencia que reciben es tomada con agrado, pero con cierta incredulidad por Sara, en el atrevimiento mayor de desconfiar de ella. Dentro de lo maravilloso de las actuaciones divinas, Sara reacciona como reaccionaría cualquiera. Una pareja de ancianos, secos y estériles, reciben la mayor bendición que pueden recibir. Su hijo Isaac será quien concrete la alianza nueva que transformará la historia del mundo. Una tarea impresionante para quien vive solo de la humildad. Es la humildad necesaria delante de Dios para ser receptor de grandes bendiciones: "'Cuando yo vuelva a verte, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo. Sara estaba escuchando detrás de la entrada de la tienda. Abrahán y Sara eran ancianos, de edad muy avanzada, y Sara ya no tenía sus periodos. Sara se rió para sus adentros pensando: 'Cuando ya estoy agotada, ¿voy a tener placer, con un marido tan viejo?' Pero el Señor dijo a Abrahán: -'¿Por qué se ha reído Sara, diciendo: 'De verdad que voy a tener un hijo, yo tan vieja?' ¿Hay algo demasiado difícil para el Señor? Cuando vuelva a visitarte por esta época, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo'. Pero Sara, lo negó: 'No me he reído', dijo, pues estaba asustada. Él replicó: 'No lo niegues, te has reído'". Es muy simpática la reacción de Sara, pero absolutamente natural. 

Esta confianza radical en Dios nos mueve a todos a presentarnos delante de Dios con esa humildad necesaria, pues solo así, reconociendo su amor y su poder que siempre estará a nuestro favor en medio de todas nuestra tribulaciones. El ejemplo lo tenemos en aquel centurión, seguramente hombre recio, de disciplina militar, muy consciente del orden jurídico, seguramente conocedor de Jesús por referencias de otros que, reconociendo que en ese personaje no está simplemente un profeta taumaturgo, que realizaba maravillas en medio del pueblo, sino un hombre que buscaba siempre hacer el bien, se le acerca sin ninguna duda para solicitar un  favor extraordinario, con la certeza de que no será desatendido. No pide algo para sí, sino para un criado. Incluso llega al extremo de confesar su fe de manera extraordinaria, cuando reconoce que Jesús puede hacer el milagro a la distancia. Apela a su propio ejemplo como personaje de autoridad para fundamentar que en Jesús hay una fuerza superior, pues es una confesión tácita de que para Dios no existe nada imposible: "'Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho'. Le contestó: 'Voy yo a curarlo'. Pero el Centurión le replicó: 'Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: 'Ve' y va; al otro: 'Ven', y viene; a mi criado: 'Haz esto', y lo hace'. Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: 'En verdad les digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Les digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac, y Jacob en el reino de los cielos; en cambio, a los hijos del reino los echarán fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes'. Y dijo al centurión: -'Vete; que te suceda según has creído'. Y en aquel momento se puso bueno el criado". Esa confianza radical tuvo la compensación mayor. Es la compensación que da la fe por encima de todo. Dios es la fuente de todas las bondades. Y esa fuente está abierta siempre. No se cierra jamás. Nosotros solo debemos ascender en el espíritu para que nuestra mano esté siempre tendida hacia esa fuente de amor, que será causa de nuestro gozo, ya que manará siempre a nuestro favor. Y así, nunca fallará, como nunca ha fallado.

2 comentarios:

  1. Señor ven y renueva nuestro corazón, tu has curado nuestra herida original, encuentra en nosotros un alma dispuesta a seguirte☺️

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  2. Es hermoso tener esa confianza con Dios,y manifestar esa relación sin restricción igual que Sara y abrahan tuvieron la humildad necesaria para recibir de Dios, el beneficio de ser fecundos en la ancianidad.

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