lunes, 7 de junio de 2021

La Ley del amor es Ley de entrega total que llena de ilusión

 LAS BIENAVENTURANZAS DE JESÚS

El mandamiento nuevo del amor que establece Jesús con su misión en medio de la humanidad, inaugura una nueva era en la vida de los elegidos del Señor. Ciertamente su novedad no radica en un cambio de la exigencia original, pues tal como lo reafirma Jesús ante el Escriba que se le acerca para preguntarle acerca del mandamiento más importante de todos, la respuesta es un resumen de los dos mandamientos que ya se referían al amor: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con todas tus fuerzas, con todo tu ser... Amarás al prójimo como a ti mismo". Sustancialmente no hay cambio en la promulgación de la exigencia. Y la lista de mandamientos que publica Moisés en la Ley, es también ella un compendio que es contenido en esa misma ley del amor. El cambio radical se da en dos aspectos principales: en la magnitud del amor y en el compromiso personal al que llama su asunción. Jesús, en su mandamiento nuevo, pone el acento en su propio amor, ese que lo llama a la entrega radical, a dar la vida por todos, a entregar su propio ser total por el impulso que le da ese amor infinito por la humanidad. De "amar al prójimo como a uno mismo", asciende a "amarse unos a otros como yo los he amado", es decir con la mayor radicalidad posible. Y esto no admite ni escondrijos ni rebajas. Es el amor pleno que debe marcar a todos los que de verdad quieren ser fieles a la voluntad divina, sin ambages ni rebuscamientos. El hermano debe estar siempre por encima. Sin embargo, la cosa va más allá. Cumplir la ley es bueno, pero corre el riesgo de quedar siempre en un hecho formal. Se tiene siempre la tentación de quedar a medias, pensando que el cumplimiento externo de la ley ya es suficiente, aunque en eso no vaya el corazón. Bastaría con que se aparentara ante los demás para demostrar que se es bueno. Lamentablemente son muchas las pruebas que podemos tener de que las cosas no son así. Muchas veces hacer cosas buenas no significa que somos buenos, porque nuestro corazón no está implicado realmente en el amor a los demás, sino que son más motivadas por el amor a sí mismo, ya que lo que se busca es quedar bien ante los otros, lo que invalida un supuesto gesto amoroso.

Por ello, en la novedad que inaugura Jesús, su intento principal apunta a la obtención de la mayor pureza en la experiencia de fe y de entrega de los cristianos. La exigencia del amor no puede quedar simplemente en el gesto exterior de bondad, sino que debe entrar en lo más profundo del ser. Es el ser completo, la mente y el corazón, el cuerpo y el alma, los que deben surgir como fuerza interior de todo. No es un acto formal, ritual, que no implique nada más. Lo importante va a lo profundo, al ser más íntimo del hombre. Desde la perspectiva del mandamiento nuevo del amor, todo debe quedar coloreado por el amor auténtico, real, verdadero y comprometido a Dios y a los hermanos. Tanto, que todo lo demás pasa a ser secundario. No habrá nada más importante que hacerlo todo desde ese amor convencido y vivido. La muestra más clara de esta exigencia alcanza su culmen en la promulgación de la "Nueva Ley" de las Bienaventuranzas: "Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados ustedes cuando los insulten y los persigan y los calumnien de cualquier modo por mi causa. Alégrense y regocíjense, porque su recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a ustedes". La nueva tónica es la del amor total. Para muchos que escucharan esto tuvo que haber sido algo muy sorprendente, pues el amor auténtico que exige Jesús es mucho más comprometedor que el que se exigía antes. Muchos estaban demasiado centrados en la búsqueda de la solución a sus problemas. Ahora, con esta nueva promulgación, se les llama a descentrarse de sí mismos y a centrarse en Dios y en los hermanos. Aquellos ahora son el centro. Abandonarse en la confianza en Dios y procurar siempre vivir en la caridad deben convertirse en la prioridad. La vida es puesta en las manos de Dios. Él sabe mucho mejor que cualquiera lo que más compensa y lo que realmente hace feliz. La alegría no está en querer darse a sí mismo los privilegios. Podemos pasarla bien así temporalmente. Pero la felicidad estable, permanente, aquella que apunta a la eternidad incólume en el amor, va por la vía que propone Jesús, pues es la que da la compensación que todos necesitamos, y que llega hasta la eternidad.

La insistencia en lo importante de tener este cambio radical en nuestra vida está en que se reconozca que esa es la verdadera vida. No hemos sido creados para nosotros, sino para Dios y para los hermanos. Al punto de que nuestra existencia llegará a explicarse y a justificarse solo en la entrega a Dios y a los demás. Quien no vive para Dios y para los demás, realmente no está viviendo. El "no es bueno que el hombre esté solo", lo que motivó a Dios a crear a la mujer como "ayuda adecuada", no era un beneficio crematístico, sino que apuntaba a que el hombre encontrara el sentido de su vida en la entrega en favor del otro. Fue un beneficio personal, sin duda, pero en atención a que le diera sentido a su vida en la entrega por amor a los demás, lo que le daba el sustento sólido. En la vida centrada en el amor a Dios y a los demás está el acento. Los hombres existimos para los demás, y mientras no demos ese paso no encontraremos nuestro fundamento sólido. Debemos procurar ser siempre sostén de los otros. Hemos sido creados seres sociales, y nuestra esencia es lo comunitario. Incluso los santos que se aíslan, no lo hacen para alejarse de los hermanos, sino como la forma que han encontrado ellos para convertirse en antenas de las gracias de Dios para todos, con su sacrificio y su abandono en Dios. Ellos atraen el amor para que se aposente en los corazones de todos. Nos colocamos en el camino del hermano para detener las injurias contra ellos y convertirlas en bendiciones, y para ser imanes de la gracia divina, de su amor y de su salvación, pues para eso hemos sido puestos en su camino: "¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo, que nos consuela en cualquier tribulación nuestra hasta el punto de poder consolar nosotros a los demás en cualquier lucha, mediante el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios! Porque lo mismo que abundan en nosotros los sufrimientos de Cristo, abunda también nuestro consuelo gracias a Cristo. De hecho si pasamos tribulaciones, es para consuelo de ustedes y salvación; si somos consolados, es para su consuelo que les da la capacidad de aguantar los mismos sufrimientos que padecemos nosotros. Nuestra esperanza respecto de ustedes es firme, pues sabemos que si comparten los sufrimientos, también compartirán el consuelo". Es ese el verdadero y único sentido de nuestra existencia. Existimos para Dios y para los hermanos. Y en darnos con ilusión y alegría a esta vida, está nuestra plenitud. Ese es el camino de nuestra felicidad. No existe otro.

2 comentarios:

  1. Señor, te damos gracias por indicarnos el camino tan claramente para poder alcanzar la dicha, y alegría para la eternidad, abre nuestros corazones a esta nueva manera de ver las cosas☺️

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  2. Hemos sido creados para Dios y para nuestros hermanos, él es el garante que no nos dejará solos, nos promete que al necesitarlo miremos al cielo, buscando a Dios como consuelo o pidiendo por nuestras necesidades.

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