jueves, 29 de agosto de 2019

Si mueres por la Verdad, vives

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La vida de Juan Bautista fue toda ella un servicio permanente a la Verdad. Él era la "Voz que clama en el desierto, preparen el camino al Señor". Su servicio a la Verdad pasaba por el servicio a Jesús, preparando rutas para que Él llegara a los corazones de los hombres. Él tenía muy clara su misión, pues aun cuando había adquirido una fama inusitada en medio del pueblo, se sabía simplemente servidor del que era la Luz. "Yo no soy digno siquiera de desatarle la sandalia". Su conciencia de servidor estaba totalmente clara. "Es necesario que Él suba y que yo descienda". Cuando vio venir a Jesús, lo reconoció inmediatamente: "Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo". La conversión que él promovía entre sus seguidores tenía como finalidad que reconocieran al Mesías, al que venía a salvar a la humanidad. No buscaba aprovecharse de su fama, con lo cual seguramente le hubiera ido muy bien, sino que, con toda su humildad, supo ocupar el lugar que le correspondía.

Se enfrentó a Herodes a causa del adulterio de éste, enrostrándole su pecado. Sobre su cabeza pendía el castigo funesto reservado a quienes se atreven a enfrentar al Rey. Así como ha reconocido a Jesús como el Mesías prometido, también reconoce al pecador empedernido. Y con valentía, apoyado en la Verdad, denuncia lo que es inmoral sin importar quién es el denunciado. Herodes sabe muy bien que la denuncia de Juan Bautista es absolutamente real, y por ello, conociendo al Bautista y sabiendo su propia condición, a pesar de mantenerlo prisionero muestra su respeto hacia él.

La Verdad que proclama y defiende Juan  Bautista, no es una verdad acomodaticia, que puede ser disfrazada a conveniencia. Es el mismo Jesús, Camino, Verdad y Vida. Es una Verdad diáfana, sin recovecos ni oscuridades. Es luminosa y salvífica, por cuanto quiere ser salvación y amor para todos. Aun cuando resulte incómoda y deje al desnudo la propia maldad, es simultáneamente invitación a la conversión para emprender un nuevo camino, que sea liberador y conduzca a la salvación. Quien la acepta transforma su vida y la coloca bajo la Luz de Jesús, que la ilumina y la purifica.

Herodes queda desnudo ante Juan Bautista. La mujer causa del pecado urde astutamente su plan para eliminar a quien denuncia con la Verdad en la mano. El mal no puede quedar satisfecho cuando se ve vencido. Es creativo. Y apenas tiene la oportunidad, lanza su garra para arrebatar vidas, si es necesario. Actúa con una pretensión absurda: eliminar al que anuncia la Verdad, elimina la Verdad que me incomoda. Matar a Juan Bautista elimina la propia situación de pecado y de adulterio... Esconder la Verdad en un asesinato hace que la Verdad deje de ser Verdad... Es tremendo el absurdo en que se cae. Pero así se actúa.

Quien decide servir a la Verdad puede morir, como Juan Bautista. Pero Jesús nos invita a no tener miedo a quien puede matar nuestro cuerpo, sino al que puede matar cuerpo y alma. Si muere solo el cuerpo por servir a la Verdad, se está obteniendo la Vida. Morir por la Verdad es ganar la Vida. Mientras que conocer la Verdad y no servirla, disfrazarla u ocultarla, acarrea muerte eterna. No podemos desear solo vivir. Debemos desear vivir bien. Sirviendo a la Vida, a la Justicia, a la Verdad. Esa es la verdadera Vida...

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