viernes, 16 de agosto de 2019

Mi historia es historia de salvación


Resultado de imagen para israel en el desierto



Israel es el pueblo elegido de Dios. Esa elección que hizo Dios implicó para Él el compromiso real de hacerlo suyo, de acompañar su historia, de protegerlo de las asechanzas de los enemigos, de hacer que su presencia en medio de ellos fuera algo natural. Habiéndolo invitado a ser su pueblo y realizado su alianza con ellos, los invitó a adentrarse en el desierto para conducirlos a la tierra "que mana leche y miel". Así condujo a Jacob y a sus hijos largo tiempo. En esa historia, que es historia humana, se presentó de nuevo el pecado y la infidelidad del pueblo. Los hijos de Jacob, celosos de uno de sus hermanos, José, lo venden como esclavo para deshacerse de él, causando gran dolor a su padre por la pérdida de su hijo, supuestamente devorado por las fieras en el desierto... Dios convirtió este hecho bajo y ruin en la causa de la salvación de Israel y sus hijos, por cuanto José, habiendo llegado a ser el segundo de Egipto, mano derecha del Faraón, los atrajo a él y los salvó de la muerte segura por hambre y sed en el desierto. Dios no podía permitir que aquel pueblo, con el cual Él había hecho su alianza y con el que se había comprometido, se perdiera. José es prefiguración de Jesús, vendido como esclavo y salvador de la humanidad que muere por el hambre y la sed que produce el pecado. Esa historia de salvación se trueca de nuevo en desgracia por responsabilidad del mismo hombre. Israel llega a vivir en Egipto la peor de sus suertes, convirtiéndose en esclavo de Egipto. Pero Yahvé no falla a su promesa. De nuevo hace alarde de su alianza y portentosamente libera a Israel de la esclavitud y lo hace encaminarse de nuevo a la conquista de la tierra prometida. La meta es alcanzada, luego de miles de avatares. Israel toma posesión de la promesa...

Esta historia marca la vida del pueblo de Israel. Es prácticamente su carta de identidad, pues reconoce esta obra de Dios como la razón última de su existencia y de su supervivencia. Si Dios no hubiera estado presente en esta historia y no hubiera obrado las maravillas que obró en medio de Israel, sencillamente Israel no existiría. Tan claro como eso... Dios es el autor de la historia de Israel y el actor principal para que esa historia se fuera desarrollando como se ha desarrollado. Israel es el pueblo de Dios, es su propiedad. Pero es también el pueblo amado por el cual ha realizado maravillas y portentos para rescatarlo siempre y conducirlo a la tierra prometida. La historia de Israel es historia de salvación...

En esta historia del pueblo de Israel está reflejada la historia de la humanidad. Dios no se ha desentendido de su creación. Su pueblo es ahora toda la humanidad. Israel es ahora el nuevo Israel, la Iglesia, que está en el mundo entero. Y de esa Iglesia formamos parte cada uno de los bautizados, por lo que nuestra historia, ciertamente, está en las manos de Dios. Él es autor y actor de la vida de cada uno de nosotros. En cada acontecimiento que se verifica en nuestras vidas está presente Dios, con su amor, con su providencia, con su misericordia. Nuestra vida está plagada de milagros cotidianos en los cuales está involucrado directamente Dios. Él sigue haciendo que el universo siga su itinerario natural, con el ciclo del tiempo y de las estaciones. Él sigue haciendo salir el sol, manar el agua, surgir el oxígeno. Sigue creando las condiciones para que nuestra vida se desarrolle con naturalidad. Él nos sigue proveyendo de inteligencia y de voluntad para que seamos emperadores de nuestros pensamientos, de nuestras acciones, de nuestras realizaciones. Y los hombres, a veces lamentablemente, seguimos siendo señores de nuestra vida, y en ocasiones seguimos dejando que nuestros intereses quieran opacar la obra divina. Seguimos siendo como los hermanos de José, dejándonos llevar por los celos, las envidias, los rencores, los egoísmos... Es una historia con un claroscuro evidente. Por un lado, Dios iluminando y eligiendo continuamente a cada hombre, y los hombres, en ocasiones, negándonos a ser iluminados y elegidos.

Pero, con todo, no es una historia con tinte fatalista. Es una historia de triunfo, pues es historia de salvación. Dios tendió la mano y no dejará jamás de tenderla al hombre. José sirvió para salvar a Jacob y sus hijos, a pesar de la envidia de sus hermanos. Moisés sirvió para conducir con éxito hasta la tierra prometida al pueblo, a pesar de su continua rebeldía. Y la historia se sigue repitiendo. En nuestra vida siguen surgiendo personajes enviados por Dios, que colocan la historia en el lugar que debe ser. Cada uno va asumiendo que Dios es el Señor de la historia. Que es absurdo querer ignorar esta realidad absoluta.

Nuestra meta es la salvación. Es la llegada al cielo. Y Dios seguirá procurando que ese sea el itinerario que cada uno de nosotros cumplamos. A pesar de nosotros mismos, en medio de nuestras rebeldías, Dios quiere hacernos entender que Él seguirá insistiendo para que nuestra historia sea una verdadera historia de salvación. Él seguirá creando providencialmente las condiciones para que nos salvemos. Si lo aceptamos así, y dejamos que Él sea actor importante en nuestra historia, ella será para nosotros una feliz historia de salvación.

4 comentarios:

  1. Excelente reflexión mi querido Monseñor.

    ResponderBorrar
  2. Que así sea Monseñor! Gracias por estar siempre instruyendonod y guiándonos por el camino hacia nuestro salvador y redentor. Excelente reflexión. Dios le bendiga!

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Hermoso,Dios siempre lo provea de mucha fuerza para que no se canse de insistir en tan importante misión.

      Borrar