Sorprende descubrir continuamente la ternura con la que Dios actúa siempre en referencia a los hombres. Él es un Dios tierno, que nunca deja de permitir que su corazón amoroso y misericordioso se exprese. Podríamos presumir que es una especie de obligación que siente pues, habiéndonos traído a la existencia sin concurso nuestro de ninguna especie, mucho menos de nuestra voluntad, se siente comprometido a procurar para cada uno la mejor vida posible. Ninguno de nosotros ha pedido existir. Desde el inicio de la historia de la humanidad nos encontramos que todas las iniciativas surgen de la mano todopoderosa de Dios. Él es el actor principal y único en la existencia de todo lo creado. Evidentemente es su voluntad, sin concurso de alguna otra, la única responsable de la creación. Pero siendo el único responsable de que todo exista, no lo creó todo desentendiéndose luego de su sustento y de la provisión de lo necesario para que todo siguiera adelante. Procuró que en la naturaleza existente hubieran las condiciones para que en su camino se pudiera avanzar siempre a más, se subiera en perfección, se diera un desarrollo encaminado hacia la plenitud y la perfección. Es, además del Dios Creador, el Dios Providente. Su concurso no concluyó con la orden de la existencia, sino que se mantiene en la procura de lo necesario para que todo subsista. Y dando un paso más adelante, al haber creado todo para el hombre, razón última de la existencia de todo lo creado, asume el compromiso al que lo llama haber traído al hombre de la nada a la existencia. Su motivación fue la del amor, única razón que explica suficientemente que Dios haya dado este paso. Sólo el amor puede explicar el que Dios se haya embarcado en una empresa complicada como fue la creación, pues Él es absolutamente suficiente en sí mismo. Dios no necesita nada para ser completado, pues es completo en sí mismo. Por lo tanto, lo inexplicable, la falta de necesidad de que todo exista, se resuelve solo en una razón de amor. Por supuesto, ese movimiento de amor no podía tampoco quedar concluido en el acto creador. Dios, al crear por amor, queda comprometido con todo lo creado. Ese amor debe seguir siendo, y en efecto lo es, el motor principal de toda la existencia y de todo lo que existe, principalmente del hombre, el único de todos los seres al cual Dios ama por sí mismo. Ese amor se traduce en providencia, en protección, en elección, en misericordia. En definitiva, en ternura. La ternura de Dios estará siempre presente en su relación con el hombre. Por eso tendrá siempre esos gestos que la descubren y que nos encontramos con frecuencia en las Escrituras.
En el diálogo con el Rey Salomón, el hijo sucesor de David, queda al descubierto ese corazón de Dios invadido por la ternura. En sueños, Dios le habla: "Pídeme lo que deseas que te dé". Él ha elegido a David y a sus descendientes como casta real. La casa de David queda comprometida, por lo cual no es que Salomón haya elegido ser Rey, sino que la responsabilidad recayó en él porque le correspondía. En cierto modo, Dios se sentía comprometido con aquel que no había elegido ser Rey, y por eso se ofrece como apoyo sustancial. La respuesta de Salomón es sorprendente. Después de reconocer su inmadurez y su incapacidad para ejercer el cargo, le dice a Dios: "Tu siervo está en medio de tu pueblo, el que tú te elegiste, un pueblo tan numeroso que no se puede contar ni calcular. Concede, pues, a tu siervo, un corazón atento para juzgar a tu pueblo y discernir entre el bien y el mal. Pues, cierto, ¿quién podrá hacer justicia a este pueblo tuyo tan inmenso?" Esta respuesta conmueve a Dios en lo más profundo y su ternura natural se hace aún más evidente. Reconoce en Salomón una grandeza proverbial, y le responde: "Por haberme pedido esto y no una vida larga o riquezas para ti, por no haberme pedido la vida de tus enemigos sino inteligencia para atender a la justicia, yo obraré según tu palabra: te concedo, pues, un corazón sabio e inteligente, como no ha habido antes de ti ni surgirá otro igual después de ti. Te concedo también aquello que no has pedido, riquezas y gloria mayores que las de ningún otro rey mientras vivas". Salomón obtiene de Dios no solo lo que pide, sino muchísimo más. Obtiene incluso lo que no había pedido ni se había cruzado en su mente. En Dios el movimiento por ternura se añade al de su poder infinito. Por ello, esa ternura de Dios hacia nosotros siempre se traducirá en favores y maravillas. Basta con que haya en nosotros una manifestación de humildad y confianza en su amor para que Dios deje que su poder se mueva en favor de nosotros impulsado por la ternura, por su amor misericordioso.
Esa ternura también la demostró Jesús en su momento con aquellos que le eran más cercanos. La sensibilidad humana de Jesús queda al descubierto cuando los apóstoles regresan de haber cumplido la tarea que les había encomendado. Él supone su cansancio por los largos caminos recorridos y los grandes esfuerzos hechos en la misión. Así que comprendiendo que necesitaban descanso, los invita a ello: "Vengan ustedes a solas a un lugar desierto a descansar un poco". Después de la tarea, el descanso ganado. Jesús no es inhumano. Muy al contrario, comprende y concede que es necesario reponer fuerzas. Tiene un corazón que es motivado por la compasión y la ternura, no solo en favor de aquellos a los que va a anunciar la salvación y el perdón de los pecados, sino también en favor de los mismos anunciadores. Quien cumple la misión encomendada por Jesús también necesita del descanso. Es cierto que al final no podrán disfrutar de ese descanso, pues el intento queda frustrado al comprobar que la gente lo seguía, exigiendo su atención. Y de nuevo surge esa ternura de Jesús: "Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor". Esa compasión por la gente no es otra cosa que la ternura que sigue surgiendo espontánea de ese corazón que está comprometido con el bienestar del hombre. Ya habrá tiempo para descansar. La gente necesita ser atendida, y es la prioridad. Necesitan al pastor, y el pastor no se va a negar a atenderla. Movido por su conciencia de pastor y por la necesidad de la gente, "se puso a enseñarles muchas cosas". Así actúa Dios siempre. Nos creó desde el amor y ese mismo amor lo hace asumir el compromiso de mantenerse a nuestro lado, dejando que ese amor actúe continuamente a nuestro favor. Nunca nos faltará su amor traducido en ternura paternal, que estará siempre dispuesto a atendernos, pues somos "como ovejas que no tienen pastor". Él se sabe nuestro pastor y jamás dejará de estar a nuestro lado conduciéndonos con suavidad, concediéndonos su palabra y realizando sus portentos. Es el Dios que nos ama. Es el Dios que dejará siempre que la ternura salga de su corazón hacia nosotros.
En el diálogo con el Rey Salomón, el hijo sucesor de David, queda al descubierto ese corazón de Dios invadido por la ternura. En sueños, Dios le habla: "Pídeme lo que deseas que te dé". Él ha elegido a David y a sus descendientes como casta real. La casa de David queda comprometida, por lo cual no es que Salomón haya elegido ser Rey, sino que la responsabilidad recayó en él porque le correspondía. En cierto modo, Dios se sentía comprometido con aquel que no había elegido ser Rey, y por eso se ofrece como apoyo sustancial. La respuesta de Salomón es sorprendente. Después de reconocer su inmadurez y su incapacidad para ejercer el cargo, le dice a Dios: "Tu siervo está en medio de tu pueblo, el que tú te elegiste, un pueblo tan numeroso que no se puede contar ni calcular. Concede, pues, a tu siervo, un corazón atento para juzgar a tu pueblo y discernir entre el bien y el mal. Pues, cierto, ¿quién podrá hacer justicia a este pueblo tuyo tan inmenso?" Esta respuesta conmueve a Dios en lo más profundo y su ternura natural se hace aún más evidente. Reconoce en Salomón una grandeza proverbial, y le responde: "Por haberme pedido esto y no una vida larga o riquezas para ti, por no haberme pedido la vida de tus enemigos sino inteligencia para atender a la justicia, yo obraré según tu palabra: te concedo, pues, un corazón sabio e inteligente, como no ha habido antes de ti ni surgirá otro igual después de ti. Te concedo también aquello que no has pedido, riquezas y gloria mayores que las de ningún otro rey mientras vivas". Salomón obtiene de Dios no solo lo que pide, sino muchísimo más. Obtiene incluso lo que no había pedido ni se había cruzado en su mente. En Dios el movimiento por ternura se añade al de su poder infinito. Por ello, esa ternura de Dios hacia nosotros siempre se traducirá en favores y maravillas. Basta con que haya en nosotros una manifestación de humildad y confianza en su amor para que Dios deje que su poder se mueva en favor de nosotros impulsado por la ternura, por su amor misericordioso.
Esa ternura también la demostró Jesús en su momento con aquellos que le eran más cercanos. La sensibilidad humana de Jesús queda al descubierto cuando los apóstoles regresan de haber cumplido la tarea que les había encomendado. Él supone su cansancio por los largos caminos recorridos y los grandes esfuerzos hechos en la misión. Así que comprendiendo que necesitaban descanso, los invita a ello: "Vengan ustedes a solas a un lugar desierto a descansar un poco". Después de la tarea, el descanso ganado. Jesús no es inhumano. Muy al contrario, comprende y concede que es necesario reponer fuerzas. Tiene un corazón que es motivado por la compasión y la ternura, no solo en favor de aquellos a los que va a anunciar la salvación y el perdón de los pecados, sino también en favor de los mismos anunciadores. Quien cumple la misión encomendada por Jesús también necesita del descanso. Es cierto que al final no podrán disfrutar de ese descanso, pues el intento queda frustrado al comprobar que la gente lo seguía, exigiendo su atención. Y de nuevo surge esa ternura de Jesús: "Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor". Esa compasión por la gente no es otra cosa que la ternura que sigue surgiendo espontánea de ese corazón que está comprometido con el bienestar del hombre. Ya habrá tiempo para descansar. La gente necesita ser atendida, y es la prioridad. Necesitan al pastor, y el pastor no se va a negar a atenderla. Movido por su conciencia de pastor y por la necesidad de la gente, "se puso a enseñarles muchas cosas". Así actúa Dios siempre. Nos creó desde el amor y ese mismo amor lo hace asumir el compromiso de mantenerse a nuestro lado, dejando que ese amor actúe continuamente a nuestro favor. Nunca nos faltará su amor traducido en ternura paternal, que estará siempre dispuesto a atendernos, pues somos "como ovejas que no tienen pastor". Él se sabe nuestro pastor y jamás dejará de estar a nuestro lado conduciéndonos con suavidad, concediéndonos su palabra y realizando sus portentos. Es el Dios que nos ama. Es el Dios que dejará siempre que la ternura salga de su corazón hacia nosotros.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario