miércoles, 12 de febrero de 2020

Que mis hermanos te descubran viendo mis obras, Señor

Resultado de imagen para nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro

Delante de Dios no podemos presentarnos con la pretensión de ocultar algo. Es imposible, pues todo lo oculto es evidente para Él. Él descubre lo más íntimo de cada uno. Decía San Agustín: "Dios es más íntimo a mí que yo mismo". Está en lo más profundo de nuestro ser, llenándonos de su amor, dándonos su guía y protección, regalándonos su propia vida, que es la gracia con la cual nos santifica. Inspira en nosotros los movimientos de amor y solidaridad hacia los hermanos y mueve nuestros corazones para que se inclinen hacia los más necesitados. Nos hace tener una conciencia que se guía por la fidelidad a Él y que se mueve a cumplir su voluntad. Quiere que evitemos todo mal y todo lo que nos pueda alejar de su amor. Nos enriquece continuamente con sus dones espirituales, que nos inclinan a movernos siempre hacia Él y a tender a vivir la fraternidad. Es quien forma nuestra conciencia para el bien. Y así como es íntimo para procurar todos estos bienes, también lo es para descubrir en nosotros cuando no actuamos de acuerdo a eso que Él quiere inspirarnos. Por eso, aunque no queramos que alguna cosa salga a la luz, aun cuando no sea mala, eso igualmente estará siempre inmediatamente delante de Dios, pues para Él no hay nada oculto. Él es omnisciente, es decir, lo sabe todo, lo conoce todo, todo está al descubierto ante Él. Es la causa de la existencia de todo y en su infinito amor y providencia ha previsto estar en nosotros inspirando lo bueno y evitando lo malo. Este conocimiento de la intimidad de cada uno lo demostró Jesús en muchos de los intercambios con los fariseos. Él conocía lo que había en sus corazones, descubría sus pensamientos. Por eso, "viendo los pensamientos del corazón de ellos", los ponía en evidencia. No era necesario que expresaran lo que pensaban, pues incluso esos pensamientos ya estaban en la presencia de Dios.

Esta es una verdad de fe. Dios conoce lo más íntimo de cada uno de nosotros. Pero a esto Jesús añade una consideración más amplia. La conducta de los hombres hace evidente lo que hay en el corazón de cada uno. Es decir, nuestra intimidad queda al descubierto también ante los demás, cuando ellos ven lo que hacemos. Jesús mismo, hablando de lo que sale del hombre bueno y del hombre malo, afirma que no puede salir algo distinto de lo que hay en el corazón, porque "de la abundancia del corazón habla la boca". Es el corazón la fuente de lo bueno y de lo malo, y eso queda patentizado en la conducta externa. Para todos queda evidenciado lo que hay dentro de nosotros cuando ven nuestra conducta. El gran Papa San Juan Pablo II fue también un gran filósofo que se inscribió en la línea del personalismo cristiano. La tesis de Karol Wojtyla sobre la persona se basaba precisamente en que el interior de cada uno quedaba al descubierto al ver sus acciones. "La persona se descubre en la acción", era su afirmación primordial. Es evidente, si seguimos la misma línea de razonamiento de Jesús. Por eso es que el hombre dejará al descubierto su intimidad en lo que hace. Ese interior es el que beneficiará o dañará a cada uno. Lo que está dentro del hombre es su riqueza o su pobreza. Eso determinará su fidelidad, su salvación o su condenación. "Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre", dice Jesús. Lo que guarde el hombre en su corazón y pase a formar parte de su ser, determinará su calidad delante de Dios. Es por ello que debemos estar continuamente vigilantes de lo que tenemos en nuestra mente y en nuestro corazón. Debemos procurar vivir siempre según lo bueno que ha sido puesto en nosotros, esa semilla de vida en santidad que Dios mismo ha colocado en cada uno. De lo contrario, se cumplirá el refrán popular: "Quien no vive como piensa, terminará pensando como vive". Nuestras acciones no solo descubren lo que somos y lo que tenemos dentro, sino que nos consolidarán en ello o al contrario destruirán totalmente nuestra riqueza: "Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre, porque no entra en el corazón, sino en el vientre y se echa en la letrina ... Lo que sale de dentro del hombre, eso sí hace impuro al hombre".

El testimonio que demos, en efecto, descubre lo que hay dentro de nosotros. No lo conocerá, por tanto, solo Dios, sino que será evidente incluso ante los demás. Todos verán nuestras obras y serán testigos de lo que somos, que queda al descubierto en ellas. También lo afirmó Jesús: "Así brille la luz de ustedes delante de los hombres, para que vean sus buenas acciones y glorifiquen a su Padre que está en los cielos". Si por el contrario, nuestras obras desdicen de la luz que debemos reflejar, estaremos sirviendo para que ellos también se alejen de Dios, con lo cual estaremos sumando condenación a nuestra vida. Todo lo que somos y hacemos, si queremos ser de verdad fieles a Dios, debe servir para que otros alaben a Dios y se acerquen a Él y a su amor. Lo supo hacer Salomón cuando fue visitado por la Reina de Saba. Después de haber experimentado la sabiduría inmensa que poseía, y de haber conocido que esa sabiduría le venía de Dios, la Reina no pudo más que bendecir al Señor: "Bendito sea el Señor, tu Dios, que se ha complacido en ti y te ha situado en el trono de Israel. Pues, por el amor eterno del Señor a Israel, te ha puesto como rey para administrar derecho y justicia". Lo que ella vio, lo que experimentó al acercarse a Salomón, fue la presencia de Dios que lo había llenado de sabiduría, de poder y de riquezas. Por eso no pudo menos que reconocer esa acción de Dios en la persona de Salomón. Quedó prendada de su obra y bendijo al que había hecho que todo fuera así. Así mismo debe suceder con nosotros. Que todo hermano que se acerque a nosotros experimente la acción de Dios en nuestras vidas. Que nuestras palabras y nuestras acciones no sean sino reflejo de esa presencia de Dios en nosotros, que llena nuestro corazón y le da forma a todos nuestros pensamientos y acciones. Que hablemos de la riqueza que hay en nuestro corazón con las obras de fidelidad y de amor hacia nuestro Dios y hacia nuestros hermanos.

2 comentarios:


  1. Esta es una verdad de fe. Dios conoce lo más íntimo de cada uno de nosotros. Pero a esto Jesús añade una consideración más amplia. La conducta de los hombres hace evidente lo que hay en el corazón de cada uno. Es decir, nuestra intimidad queda al descubierto también ante los demás, cuando ellos ven lo que hacemos. 
    A Dios no le engañamos.
    A los hombres tal vez, pero no siempre.
    La sinceridad es algo que agradece el Señor.
    El amor, cuando es auténtico hace florecer nuestras buenas obras y darán luz. Que Dios nos bendiga D. Ramón.

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  2. Esta es una verdad de fe. Dios conoce lo más íntimo de cada uno de nosotros. Pero a esto Jesús añade una consideración más amplia. La conducta de los hombres hace evidente lo que hay en el corazón de cada uno. Es decir, nuestra intimidad queda al descubierto también ante los demás, cuando ellos ven lo que hacemos. 
    A Dios no le engañamos.
    A los hombres tal vez, pero no siempre.
    La sinceridad es algo que agradece el Señor.
    El amor, cuando es auténtico hace florecer nuestras buenas obras y darán luz. Que Dios nos bendiga D. Ramón.

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