Los discípulos de Jesús deben buscar siempre un contacto vivo y vivificante con Él. Deben tener plena conciencia de estar siempre en su presencia y vivir en la normalidad de su encuentro. Cuando se asume la vida de la fe, se asume que Él será el compañero de camino, tal como lo prometió al decir que estará con nosotros hasta el fin de los tiempos, y lo figuró concretamente cuando pidió a los apóstoles que remaran mar adentro, pero no los dejó ir solos, sino que se embarcó también, de modo de darles a entender que siempre estará presente en todas las empresas que la barca de la Iglesia deba asumir. Él se encargará de indicar las rutas, de fortalecer en la debilidad, de calmar las tormentas. Lo hará a través de su Espíritu, donación amorosa a esa comunidad que nacía y que se convertía en su alma y en su razón de vida. Esa experiencia vital de acompañamiento seguro del Señor debe ser motivo suficiente para los discípulos a fin de hacer de esa experiencia una forma de vida que, dentro de lo sobrenatural que resulta, pasa a ser para ellos algo natural. Y hacerlo vida cotidianamente implica vivir en su presencia sin ambages, haciendo del contacto con el Señor la forma de vida ordinaria. Esto se concretiza fehacientemente en la vida de oración de los discípulos, que debe ser reclamo continuo en la vida de quien se sabe del Señor. Para hacer cada vez más consciente su pertenencia al Señor, para reflejar la vida que recibe por su unión con Dios, para llevar adelante la tarea que se le encomienda, debe alimentarse del contacto continuo con quien lo ha convocado y se ha convertido en su razón vital. Es la manifestación práctica que refleja y confirma que se tiene la vida. Si no hay vida de oración en el discípulo, hay que desconfiar seriamente de que este tenga verdadera vida. Debe ser una oración que refleje la relación de amor que existe entre Dios y el discípulo, que alimente las ansias de querer seguir siendo suyos, que reconozca el amor y el poder de nuestro Dios que están por encima de todo, que le dé el lugar primacial que le corresponde, que refleje la confianza absoluta que se tiene en Él por lo cual se da un abandono total a su voluntad y a su amor. Es la oración de reconocimiento de la necesidad de estar unidos a Él para seguir teniendo su vida.
Atisbos firmes de esta conciencia que debe tener el discípulo del Señor, ha habido durante toda la historia de salvación, prácticamente desde el inicio de la existencia. Adán ya tenía momentos de intimidad y de encuentro con Dios, que descendía al Jardín del Edén para encontrarse con él. Mientras se mantuvieron esos encuentros amorosos se mantuvo la amistad y la vida que se había recibido. Cuando se detuvieron al cometer la traición, Adán se escondió de Dios para que no lo viera desnudo. Se perdió la vida que había recibido y renunció a la confianza en el Señor. Sin embargo, muchos de los elegidos posteriormente, entendieron que la única manera de mantener la vida, era mantenerse en contacto íntimo con el Señor. Así, nos encontramos con Abraham, Noé, Moisés, los profetas, David, José, y tantos otros. Era una conciencia que se hizo cada vez más sólida y vivencial en los elegidos por el Señor. Por ello, en su oración fue progresivamente más clara la necesidad de mantener el contacto con Dios, a fin de recibir la vida y la fuerza que necesitaban para crecer sólidamente en la fe: "Sálvanos, Dios del universo, infunde tu terror a todas las naciones, para que sepan, como nosotros lo sabemos, que no hay Dios fuera de ti. Renueva los prodigios, repite los portentos. Reúne a todas las tribus de Jacob y dales su heredad como antiguamente. Ten compasión del pueblo que lleva tu nombre, de Israel, a quien nombraste tu primogénito; ten compasión de tu ciudad santa, de Jerusalén, lugar de tu reposo. Llena a Sión de tu majestad, y al templo, de tu gloria. Da una prueba de tus obras antiguas, cumple las profecías por el honor de tu nombre, recompensa a los que esperan en ti y saca veraces a tus profetas, escucha la súplica de tus siervos, por amor a tu pueblo, y reconozcan los confines del orbe que tú eres Dios eterno". Es una oración que reconoce sin sombras la primacía del Señor, su poder, su amor y su misericordia, sin el cual no tiene ningún sentido la vida, por lo que es imprescindible mantener un contacto filial y vital con Él, que es razón de vida.
Esta conciencia es necesaria para ser discípulos del Señor. Es progresiva, en los casos en que los hombres lo necesiten, de modo de llegar no solo a una convicción intelectual, sino a la misma experiencia vital que la sustenta. En el itinerario de formación que Jesús emprendió con los apóstoles, esta era una etapa crucial. Ellos debían asumir la vida que venía del Salvador y entender que se alejaba mucho de consideraciones humanas alejadas del amor y del poder divinos. Necesitaban experimentar que el camino que se les proponía era un camino que tomaba distancia de la búsqueda de prerrogativas humanas, de prestigios, de dominio de unos sobre otros. No era el camino para el que estaban naturalmente hechos, sino un camino nuevo, el del amor, del servicio, de la entrega, de la verdadera vida. Era necesario que en esa unión íntima con Jesús desmontaran ideas prefabricadas y asumieran las de la renovación total: "Se le acercaron los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: -'Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.' Les preguntó: -'¿Qué quieren que haga por ustedes?' Contestaron: -'Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.' Jesús replicó: -'No saben lo que piden, ¿son ustedes capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizarse con el bautismo con que yo me voy a bautizar?' Contestaron: -'Lo somos'. Jesús les dijo:-«El cáliz que yo voy a beber lo beberán, y se bautizarán con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado'. Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús, reuniéndolos, les dijo: -'Saben que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Ustedes, nada de eso: el que quiera ser grande, sea su servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos'". Esto solo lo da el contacto frecuente, amistoso, amoroso y confiado con el Señor. Y es lo que se obtiene de la oración. Por tanto, si queremos tener la vida que el Señor dona a sus discípulos, la única vía por la que la obtendremos es la de la relación filial que nos posibilita la oración.
Señor, gracias por entender y disculpar nuestras debilidades, ya que no acabamos de entender lo que significa amar a ti y a los demás☺️
ResponderBorrarEn la formación que Jesús le ofreció a los discípulos era un camino nuevo, donde ellos debían entender que el camino era el de la entrega, del servicio , del amor y de la verdadera vida.
ResponderBorrarEn la formación que Jesús le ofreció a los discípulos era un camino nuevo, donde ellos debían entender que el camino era el de la entrega, del servicio , del amor y de la verdadera vida.
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