Las promesas que nos da el Señor son de las que podemos estar más seguros que se cumplirán. Desde el mismo inicio de la historia de la salvación nunca ha dejado de cumplirlas, con lo cual sabemos que si compromete su palabra nunca dejará de cumplir, pues nunca ha dejado de hacerlo. El amor creador lo obliga a ello, pues no puede ser que nos haya llamado a la existencia para no llenarnos de los beneficios que nunca hubiéramos imaginado, por un lado, porque no existíamos, y por el otro, porque al existir Dios queda automáticamente comprometido con su amado. No tiene sentido la existencia de la humanidad si no es desde la seguridad de que Dios la tiene en sus manos, la sostiene, la provee de todos los beneficios, la bendice y la llena de su amor. Nuestra confianza es que nuestro Dios no muta. Y por ello, que su compromiso con la humanidad nunca desaparece. De esta manera, nuestra conclusión debe ser que debemos sentirnos los seres más felices pues hemos surgido de unas manos que nos aman más de lo que nosotros mismos nos amamos, las de un Dios que es poderoso y que porque nos ama no permitirá jamás que no recibamos todos los beneficios que surgen de su amor para nosotros. El Dios fiel ha dejado su impronta en su enviado, Jesús de Nazaret, y Él ha realizado su obra también con la máxima fidelidad, pues el Dios trinitario siempre actúa con pleno acuerdo y concordancia. Si uno de ellos asume el compromiso con la humanidad, es el Dios total el que lo está asumiendo. No puede Él negarse a sí mismo. Por eso vemos que en toda la historia de la salvación hay una línea específica de actuación de Dios que nunca ha sido rota. Al contrario, podemos observar que una tras otras van siendo rigurosamente cumplidas y satisfechas en favor del hombre.
Jesús asume esas líneas propuestas por el Padre desde el inicio y las cumple estrictamente. Más aún, Él mismo es el cumplimiento de la mayor promesa, la del rescate del hombre de las garras de la muerte, la recuperación total de la condición de hijo, y de la reapertura de las puertas del cielo, y lo hace en su propio ser. Para Dios lo importante no se reduce al rescate del hombre, sino al cumplimiento de la promesa de amor, pues para Él está por encima de todo que ese amor quede claro en el corazón y en la vida entera del hombre, para que el hombre lo acepte y viva siempre unido a Él, cumpliendo su voluntad y amando de la misma manera, para poder llegar a la meta que Dios quiere para él, que es la vida eterna en la plenitud de la felicidad. Dios ha creado al hombre para la felicidad y todo obstáculo para que esa felicidad sea plenamente vivida por él, Dios mismo está dispuesto a superarlo, corriendo todas las consecuencias que acarree. La motivación de Dios es el amor eterno e infinito por su criatura. Y hará lo que sea necesario para ganarlo para sí. Esta valoración infinita que Dios da a su compromiso de amor ha quedado sin duda demostrada suficientemente. Y Él espera que el hombre lo valore también, en el respeto reverencial a su libertad. Los encuentros más álgidos de Jesús con sus realidades iban en la línea del convencimiento de los presentes de ello: "A la mañana siguiente, al pasar, vieron la higuera seca de raíz. Pedro cayó en la cuenta y dijo a Jesús: 'Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado'. Jesús contestó: 'Tengan fe en Dios. Les aseguro que si uno dice a este monte: “Quítate de ahí y tírate al mar”, no con dudas, sino con fe en que sucederá lo que dice, lo obtendrá. Por eso les digo: Cualquier cosa que pidan en la oración, crean que se la han concedido, y la obtendrán. Y cuando se pongan a orar, perdonen lo que tengan contra otros, para que también su Padre del cielo les perdone sus culpas". El Dios fiel está dispuesto a hacer todo en favor del hombre. Pero también desea que el hombre haga su parte del acuerdo.
Será la consecuencia para los hombres de bien, aquellos que hayan comprendido que el compromiso de Dios, aun siendo totalmente gratuito, pues surge de su amor, requiere de alguna manera una manifestación de aceptación, pero que debe ir acompañada por la asunción del compromiso que lleva concomitante. El no cumplimento de su parte no le acarreará nunca de parte de Dios la ausencia de su amor, pero sí tendrá consecuencias desfavorables, pues significaría que el mismo hombre desprecia la oferta amorosa de Dios. Dios no rechazará a nadie, pues Él se mueve siempre por el amor. Y esperará siempre a quien no se acerque, pues para eso nos ha creado a todos: "Hagamos el elogio de los hombres de bien, de la serie de nuestros antepasados. Hay quienes no dejaron recuerdo, y acabaron al acabar su vida: fueron como si no hubieran sido, y lo mismo sus hijos tras ellos. No así los hombres de bien, su esperanza no se acabó; sus bienes perduran en su descendencia, su heredad pasa de hijos a nietos. Sus hijos siguen fieles a la alianza, y también sus nietos, gracias a ellos. Su recuerdo dura por siempre, su caridad no se olvidará". Es el fin que Dios quiere para todos nosotros. Para eso nos ha creado. Debemos valorarlo bien, pues Dios solo quiere nuestro bien y nuestra felicidad. Y todas sus promesas desde antiguo van siempre en la línea del amor y de la felicidad del hombre. Si lo deseamos y nos colocamos en esa línea, seremos para siempre libres, felices, y viviremos en el amor de Dios, que es nuestra plenitud.
Señor, esperamos en ti, te ofrecemos esta oración por los que no creen en ti, aumenta nuestra Fe para conocerte aún más☺️
ResponderBorrarEn la persona de Jesús se ha inaugurado el nuevo templo como casa de oración para todas las Naciones, viendo Jesús como conviertieron la Iglesia, su casa, como cueva de ladrones;nos recuerda la higuera como árbol sin fruto. Gesto profético de Jesús contra la higuera, que se secó sin dar frutos.
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