El amor está por encima de todo. Fue lo que motivó al Padre a salir de sí mismo, donde tenía una plenitud que no necesitaba de más y que era totalmente satisfactoria para sí, y emprender la obra creadora que hizo que existiera todo lo que no es Él, en cuya existencia se explica la aparición de su criatura predilecta, el hombre, al que destina desde el primer momento a vivir en la plenitud de su amor eternamente. Todo, en ese gesto creador, se explica desde el amor, pues no tiene sentido la existencia de lo que Dios no necesitaba, sino solo desde lo que lo hizo capaz de salir de sí mismo para derramarse en lo que había surgido de sus manos poderosas. Solo el amor explica el empeño firme de recuperar a quien voluntariamente había decidido alejarse de Él, cuando el camino más fácil y sencillo era simplemente dejarlo a su arbitrio o hacerlo desaparecer de la misma manera que lo había creado. Solo el amor hace comprender la epopeya que asume llevar adelante el Hijo, atendiendo a la voluntad del Padre, llegando incluso a colocarse en medio del camino para recibir los embates de la muerte y del pecado, poniéndose en medio para que el hombre quedara incólume y no sufriera lo que le correspondía sufrir, en vez del enviado de Dios. Solo el amor explica el que, habiendo cumplido la tarea encomendada perfectamente, dejara en las manos de aquellos culpables la misión de llevar adelante su salvación, mediante su testimonio por palabras y obras, a fin de que le llegara su efecto a todos los hombres, considerando de esa manera, dignos de la misma tarea que Él había cumplido a quienes habían sido la razón última de su sacrificio cruento. Los culpables pasaban a ser ahora sus aliados en la salvación del mundo. Humanamente es el absurdo mayor. Pero en la lógica del amor, no existía otro camino, pues el amor sobrepasa la consideración de lo pasado, y mira hacia adelante, fundando la esperanza en la ilusión que se adquiere con la conversión. Es la oportunidad que nos da a todos el Señor. Arrepentidos de nuestro pecado, el que llevó a Jesús a la muerte, sobreponernos y retomar el camino perdido desde el inicio, para ganar a todos para la conversión y para la salvación, fundados en el amor eterno e infinito de Dios por nosotros.
Esta experiencia de renovación total la vivió San Pedro cuando, después de la resurrección de Jesús tuvo la experiencia de amor que necesitaba para reponerse del sentido de culpabilidad que lo atormentaba tras la traición en la que había caído durante la pasión del Señor. La cobardía le había hecho una mala jugada y le había hecho caer en la peor traición que él mismo había rechazado cuando Jesús se lo había vaticinado. Pudo más el temor a sufrir, el deseo de evitar todo dolor, que el amor por Jesús. Era muestra de que, aún habiendo convivido con el Señor los tres años anteriores, su fe y su confianza en Él eran todavía muy inmaduras. En todo caso, Jesús en su amor no se consideraba destinado a la censura de aquellos a los que había venido a rescatar. Incluso en el momento de la traición, según el relato del evangelista, Jesús le lanzó su mirada de suave reproche, desnudando también su comprensión y su amor. Y llegó a más, pues habiéndolo elegido como la piedra sobre la cual edificaría su Iglesia -"Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia"-, no podía dejarlo en la postración de la culpa: "Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer, le dice a Simón Pedro: 'Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?' Él le contestó: 'Sí, Señor, tú sabes que te quiero'. Jesús le dice: 'Apacienta mis corderos'. Por segunda vez le pregunta: 'Simón, hijo de Juan, ¿me amas?' Él le contesta: 'Sí, Señor, tú sabes que te quiero'. Él le dice: 'Pastorea mis ovejas'. Por tercera vez le pregunta: 'Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?' Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez: '¿Me quieres?' y le contestó: 'Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero'. Jesús le dice: 'Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras'. Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: 'Sígueme'". La delicadeza de Jesús con Pedro lo lleva a intentar borrar con esta triple afirmación de su amor por Él, aquella terrible triple negación de la pasión. El auténtico Pedro no es el que lo niega, sino el que afirma su amor por Jesús. Y de este modo asume su tarea, llevándola al extremo, cumpliendo su misión y muriendo por el amor a Cristo. El "Sígueme" de Jesús es atendido por Pedro hasta las últimas consecuencias.
La misión de Pedro era de una importancia de primer orden. Era el primer responsable, colocado por el mismo Señor en la posición de prevalencia sobre todos los demás discípulos, y encargado por Él de ser lazo de unión de todos los cristianos, que iban conformando esa comunidad naciente que se reunía alrededor de la vivencia del amor. Y cada discípulo asumía la experiencia del amor como experiencia fundante y como tarea principal ante el mundo que lo reclamaba. San Pablo, elegido por Jesús después de su ascensión a los cielos para ser el apóstol de las gentiles, vive también su experiencia de amor y se entrega radicalmente a su causa de salvación. Esto le acarrea los mayores dolores y sufrimientos, siendo burlado, perseguido, golpeado, apedreado. Pero nada de eso está por encima del amor del que es adelantado y anunciador privilegiado. En las postrimerías de su vida apostólica es hecho preso para ser juzgado, por su petición, por el mismísimo César: "El rey Agripa y Berenice llegaron a Cesarea para cumplimentar a Festo. Como se quedaron allí bastantes días, Festo expuso al rey el caso de Pablo, diciéndole: 'Tengo aquí un hombre a quien Félix ha dejado preso y contra el cual, cuando fui a Jerusalén, presentaron acusación los sumos sacerdotes y los ancianos judíos, pidiendo su condena. Les respondí que no es costumbre romana entregar a un hombre arbitrariamente; primero, el acusado tiene que carearse con sus acusadores, para que tenga ocasión de defenderse de la acusación. Vinieron conmigo, y yo, sin dar largas al asunto, al día siguiente me senté en el tribunal y mandé traer a este hombre. Pero, cuando los acusadores comparecieron, no presentaron ninguna acusación de las maldades que yo suponía; se trataba solo de ciertas discusiones acerca de su propia religión y de un tal Jesús, ya muerto, que Pablo sostiene que está vivo. Yo, perdido en semejante discusión, le pregunté si quería ir a Jerusalén a que lo juzgase allí de esto. Pero, como Pablo ha apelado, pidiendo que lo deje en la cárcel para que decida el Augusto, he dado orden de que se le custodie hasta que pueda remitirlo al César". Si Pedro rindió con su vida el homenaje final a Jesús y a su amor, también lo hizo Pablo. Será decapitado por el amor que sintió por Jesús y que se hizo su razón de vida. Su ganancia fue la muerte. También a esto solo le da sentido el amor. El mismo amor que movió a Dios a hacer lo necesario por rescatar de la muerte a los hombres culpables.
Padre, hoy nos preguntas qué si te amamos, queremos decírtelo con nuestra vida toda, y pediré perdón por todas las faltas de Amor hacia Ti, lo complicado es demostrartelo☺️
ResponderBorrarEl encuentro con Cristo resucitado lleva a Pedro a una respuesta generosa que le permitira entrar en comunión de vida y de destino con Jesús y el sigue preguntando hoy " Me quieres"?
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