domingo, 9 de mayo de 2021

Si eres cristiano, debes amar y vivir en el amor

 Este es mí mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado» –  Reporte Católico Laico

La Constitución de la Nación cristiana tiene prácticamente un solo artículo: "Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado". Partiendo de este precepto, nacen luego todas las obligaciones cristianas. Evidentemente, en la exposición de motivos previa, está el fundamento de todo: La esencia del convocante, que es Dios. Dios es quien elige a su pueblo, sobre el cual tiene la autoridad suave con la que se erige sobre él y con la que los invita a ser suyos, dándoles no solo la existencia, sino proponiendo la forma concreta en la que se alcanzará la felicidad plena y la eternidad que podrán vivir gozosamente junto a Él: "Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor". Así como la esencia de Dios es la del amor, así mismo debe ser la esencia de los convocados. Quien se quiera integrar a esta Nación cristiana, debe necesariamente asumir la esencia de quien los convoca. No es un capricho de Dios, sino que es la necesidad de quien quiera vivir el gozo de ser cristiano. Solo la vida que le da Dios, será vida que justifica su pertenencia al pueblo de Dios. En el genoma humano del cristiano está el amor como parte integrante esencial. Si este gen no está presente en él, no se podrá llamar nunca cristiano. No es un amor de romanticismo bobalicón, que no compromete más allá. Es un amor que transforma el ser propio, que hace nueva a la persona, que la impulsa a querer hacer nuevas las relaciones con Dios y con los hermanos, que lo compromete en la búsqueda de un mundo mejor en el que se viva esa realidad del amor divino que lo transforma todo. El amor es esencia y no simple sentimiento. Lleva al compromiso de la donación incluso de la propia vida, pues tiene como único modelo la entrega de Jesús. Como afirmó San Agustín: "La medida del amor es el amor sin medida". Ya lo había sentenciado Jesús: "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos". Si se quiere vivir auténticamente en el amor, no podemos ponerle límites.

Para la persona que no entra en la comprensión de la auténtica dinámica del amor, y que vive más centrada en sí misma que en Dios y en los hermanos, esto resultará incomprensible. Para estos, el amor tendrá compensación solo en cuanto contemple algún beneficio de vuelta, sea espiritual o material. El amor de donación o de oblación, no entra como posibilidad cercana en sus vidas. Solo entrará el amor de concupiscencia, que es el amor que da algún rédito personal y compensa según lo que se ha dado. Aun cuando es un amor natural en el hombre, el amor al que nos llama Jesús es un amor que trasciende a éste, pues nos invita a una elevación de la mirada y del espíritu para fijarla en la única compensación legítima del amor, que es el mismo amor. El cristiano no ama para que lo amen. El cristiano ama porque lleva la esencia del amor de Dios, que ama por encima de todas las contradicciones y negativas, pues no espera nada a cambio. En la comprensión de esta autenticidad del amor está la base de la felicidad del cristiano, y solo así podrá vivir la plenitud a la que es llamado. Sin duda, el avance en este camino será un proceso exigente y costoso, pues implica el abandono de una tendencia natural para sustituirla por una distinta, pero que al fin será mucho mas satisfactoria, pues apunta a la plenitud del gozo que se vivirá en la eternidad. De esta manera, es adelantar en la vida actual, aquí y ahora, la felicidad plena a la que estamos todos llamados. Solo esto explica la felicidad que han vivido tantos santos en toda la historia. Fuera de este ámbito es imposible su comprensión, pues la han vivido en medio de muchas dificultades y contradicciones, incluso en medio del martirio con el que han sellado su convicción en la vivencia de este amor superior. Así lo afirmó Jesús: "Como el Padre me ha amado, así los he amado yo; permanezcan en mi amor. Si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he hablado de esto para que mi alegría esté en ustedes, y su alegría llegue a plenitud". 

Y por ser un amor esencial en Dios, pues "Dios es amor", es un amor para todo el hombre y para todos los hombres. No puede haber exclusión de nadie, pues el amor no es exclusivista. El verdadero amor no tiene preferidos, pues no tiene fronteras. Cuando se ama con amor auténtico no se mira a la carta de identidad del que va a ser amado. Solo se mira a su existencia, a su ser. El amor no hace elección de los amados. O mejor, de una vez los elige a todos, pues no hace nunca una acción excluyente. Esa fue la razón de la alegría de los paganos, conversos provenientes de la gentilidad, que originalmente se creían excluidos del amor del Dios de los judíos y luego del Dios de los cristianos. Cuando el Espíritu les hace entender que ellos eran también beneficiarios de la salvación, alcanzan el zenit del gozo, pues entendieron que ellos también eran sujetos del amor de ese Dios que había demostrado tanto poder y tanta preferencia por todos los judíos y que ahora lo estaba demostrando por los cristianos: "Bajó el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban la palabra, y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se derramara también sobre los gentiles, porque los oían hablar en lenguas extrañas y proclamar la grandeza de Dios. Entonces Pedro añadió: '¿Se puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?' Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo. Entonces le rogaron que se quedara unos días con ellos". Así es el amor de Dios. Así fue y así será siempre. Y es el amor que nos pide que vivamos todos sus discípulos. Solo en la vivencia de ese amor justificaremos nuestro ser cristiano. Solo el amor nos debe caracterizar y solo en esa vivencia seremos realmente hombres nuevos que llevarán la novedad de vida que nos regala Jesús a todos los que tengamos a nuestro alrededor: "No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los he elegido y los he destinado para que vayan y den fruto, y su fruto permanezca. De modo que lo que pidan al Padre en mi nombre se lo dé. Esto les mando: que se amen unos a otros". Nuestra marca genética es la del amor. Sin ella, no seremos nunca verdaderos cristianos ni podremos hacer un mundo nuevo como lo quiere Jesús.

2 comentarios:

  1. Señor, sabemos que necesitamos ser dóciles para que tu seas el que tome las riendas de nuestra vida, hoy comenzamos un nuevo caminar hacia el encuentro con nuestro Maestro😊

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  2. El amor es esencia y no simple sentimiento.Se trata de un amor en respuesta al que nos da Jesús, que propone una relación de amistad que llega hasta dar la vida por los amigos.

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