El ciclo terrenal de Jesús que, entre sus acciones contemplaba el anuncio de la llegada del Reino de Dios a los hombres, con sus consecuentes signos que confirmaban esa presencia, como lo eran sus milagros en favor de los enfermos y poseídos, el perdón de los pecados de muchos, las palabras que animaban a su seguimiento y a vivir la fraternidad humana en el amor, tuvo también una parte muy significativa "hacia dentro", en la obra que en paralelo llevaba con sus apóstoles, los elegidos para conformar ese grupo íntimo de seguidores suyos, que serían testigos de todas sus acciones y sus palabras, y que luego serían enviados al mundo para dar testimonio de lo que ellos habían vivido en el tiempo que estuvieron junto a Él. Era muy importante para Jesús que ellos tuvieran la experiencia de la obra redentora con todo lo que ella implicaba, pues sobre sus hombros estaría luego el dar a conocer a todos la mejor noticia que podía escuchar la humanidad. Esto explica los largos diálogos que tenía Jesús con ellos, en los cuales hacía como una especie de examen de lo que ellos iban aprendiendo, echando más luces sobre lo que hubieran podido conocer para que lo conocieran mejor, y aclarando cuestiones que permanecían en la sombra del misterio. Jesús es para ellos un pedagogo insuperable. Es cierto que en incontables ocasiones las sombras de lo desconocido se ceñían sobre este proceso y dificultaban al extremo a los apóstoles conocerlo y comprenderlo todo. Es natural que así fuese, pues aun cuando Jesús mismo se encargaba de echar luces para aclarar el misterio, éste se mantenía en su esencia misteriosa, muchas veces incomprensible para una mente que tenía tan reducidas posibilidades de elevarse para remontar las alturas de lo divino. Por ello, Jesús buscaba no solo dar luces, sino que apuntaba también a lograr la confianza en el Dios que no podía engañar al hombre, cuando había demostrado siempre que solo quería su bien y que llegara a disfrutar de la plenitud de la alegría y del amor.
En los diálogos finales que tiene Jesús con el grupo de elegidos, va dándose una especie de aterrizaje. Él ya va dando detalles de lo que sucederá inminentemente. No puede quedar oculta esta verdad a los discípulos. Y esa verdad no será tan atractiva o hermosa como muchos de ellos lo esperan. Jesús desvela que más bien será una verdad dolorosa, y que, aunque es el itinerario que debe seguir, establecido desde antiguo y vaticinado por los profetas, debe ser aceptada por sus seguidores. Será dolorosa, sin duda, pero será la única manera de lograr el cometido de la misión que le ha sido encomendada por el Padre. Esto producirá en los apóstoles dolor e incluso frustración y desilusión. Pero cuando lo comprendan a cabalidad, entenderán que todo ha sido para el bien de la humanidad, para que reciba el amor pleno del Dios que hace todo por rescatar al hombre, y que era un paso necesario en esa obra de rescate. Aún así, las mentes se resisten a aceptar esa verdad plena. Y Jesús les anuncia esa dificultad que vivirán ante la crudeza de una verdad dolorosa: "Los discípulos dijeron a Jesús: 'Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que has salido de Dios'. Les contestó Jesús: '¿Ahora creen? Pues miren: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que se dispersen cada cual por su lado y a mí me dejen solo. Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre. Les he hablado de esto, para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán luchas; pero tengan valor: yo he vencido al mundo'". La dureza de la verdad hará que la confianza claudique. Pero la confirmación de la solidez de esa verdad hará que la recuperen y se lancen posteriormente con alegría e ilusión al anuncio de la salvación, sabiendo que si Jesús ha vencido al mundo, también ellos, junto a Jesús, serán vencedores, aun en medio de tribulaciones y dificultades. Esa verdad se hará también cierta para ellos. La misma experiencia que ha vivido Jesús la vivirán ellos, pues los discípulos no pueden ser más que su Maestro.
Eso explica la epopeya magnífica que llevan adelante aquellos hombres, los que pertenecían al grupo íntimo de doce elegidos, los que eran discípulos de Jesús sin ser parte del grupo privilegiado y aquellos que se fueron sumando por la predicación entusiasmante y el testimonio que daban los convencidos. Fue creciendo de esa manera la comunidad de salvados, que se integraban también ellos a dar la buena noticia a todos los hombres, dentro de las fronteras de Israel y fuera de ellas, en tierras de paganos. La verdad de la obra de Cristo, aun cuando tenía una parte de dolor y hasta de frustración, finalmente era noticia de novedad radical en el amor, que tenía olor a gloria, a salvación, a plenitud, a felicidad, a amor. Esto daba sentido a cualquier experiencia dolorosa, pues ese dolor no era el prevalente. La prevalencia la tenía la obra salvífica en la que desembocaba. Fue lo que imperó en aquellos anunciadores que recorrieron todo el mundo conocido, anunciando, aclarando, desvelando misterios, llenando de felicidad al mundo con la gran verdad del amor de Dios: "Mientras Apolo estaba en Corinto, Pablo atravesó la meseta y llegó a Éfeso. Allí encontró unos discípulos y les preguntó: '¿Recibieron el Espíritu Santo al aceptar la fe?' Contestaron: 'Ni siquiera hemos oído hablar de un Espíritu Santo'. Él les dijo: 'Entonces, ¿qué bautismo han recibido?' Respondieron: 'El bautismo de Juan'. Pablo les dijo: 'Juan bautizó con un bautismo de conversión, diciendo al pueblo que creyesen en el que iba a venir después de él, es decir, en Jesús'. Al oír esto, se bautizaron en el nombre del Señor Jesús; cuando Pablo les impuso las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo, y se pusieron a hablar en lenguas extrañas y a profetizar. Eran en total unos doce hombres. Pablo fue a la sinagoga y durante tres meses hablaba con toda libertad del reino de Dios, dialogando con ellos y tratando de persuadirlos". Es la tarea que nos corresponde ahora a nosotros. Hemos recibido la revelación de la verdad, la vivimos, y tenemos la obligación de darla a conocer a todos.
Amado Señor, esperamos en ti porque confiamos en tú Misericordia, danos la docilidad para buscar la paz en tu poder divino😊
ResponderBorrarMuchas veces decimos creer en Jesús pero nuestro comportamiento lo desmiente y él hoy nos dice: "Animo, yo he vencido al mundo"
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