La experiencia de la fe cristiana abarca toda la vida de los discípulos. Quien se decide a ser seguidor de Jesús se ha decidido a abandonar toda su vida, con lo que ella implica, en las manos de Aquel en quien pone toda su confianza, sabiendo que la promesa futura de bienestar total, pasando por una vida que contiene en sí misma todas les experiencias que puede tener cualquier vida humana, finalizará en aquella situación de idilio total con Dios y con los hermanos, pues es ese el final prometido para la creación. Todo lo existente, surgido del amor todopoderoso del Creador, tendrá un final de plenitud. Ciertamente la vida depara siempre entre sus posibilidades el paso por situaciones sorprendentes, felices, satisfactorias, pero también dolorosas y sufrientes en muchas ocasiones, pero que en definitiva servirán, en primer lugar, para demostrar el respeto del mismo Dios a su propia criatura, a la cual ha enriquecido y quiere seguir enriqueciendo con todos los beneficios, en especial el de su propia libertad, de la cual puede hacer uso, pues es una concesión amorosa al querer hacerlo existir "a su imagen y semejanza", y en segundo lugar, para que el mismo hombre, en la cantidad de experiencias que va decidiendo tener, sobre todo si las persigue en el empeño de hacerse absolutamente autónomo en la búsqueda de una superación que jamás podrá alcanzar y de lo cual tendrá que convencerse por sí mismo, llegue por su propia experiencia a asumir que la vida lejos de Dios no lo llevará sino al vacío total.
San Pablo, después de su conversión, se decidió a hacer de su vida una entrega radical a Jesús, a su amor, a darlo a conocer a los demás. Ya no hubo para él otra razón de vida: "Para mí la vida es Cristo y una ganancia el morir". Fue su motivo de vida y para ello siguió adelante con Jesús. Su experiencia de fe fue marcada por Jesús, al punto de que ya no valían para nada sus propios intereses, sino solo los del Redentor. Si la fe en general se compone de conocimientos y de experiencias, de doctrina y de emociones, para Pablo lo emotivo, lo afectivo, fue su motor principal. Sin duda, el contenido de la fe para Pablo era importante. Era eso lo que enseñaba y de lo que no se cansaba de hablar. Pero ese contenido doctrinal sin el componente afectivo, el que le aseguraba el amor incondicional de Jesús por Él, quedaba todo en la sequedad del desierto que sabes que está ahí, pero que no aporta nada para una vida de plenitud y de felicidad total: "Me amó a mí y entregó su vida a la muerte por mí". Esa fue su mayor motivación. Fue el amor de Jesús el que lo ató a su entrega. Fue esa convicción del amor el que lo movió más a seguir sirviendo y a seguir entregándose por cada uno de los suyos y por cada hombre y mujer con los que se encontraba: "Pablo, apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios, para anunciar la promesa de vida que hay en Cristo Jesús, a Timoteo, hijo querido: gracia, misericordia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro. Doy gracias a Dios, a quien sirvo como mis antepasados, con conciencia limpia, porque te tengo siempre presente en mis oraciones noche y día. Al acordarme de tus lágrimas, ansío verte, para llenarme de alegría. Evoco el recuerdo de tu fe sincera, la que arraigó primero en tu abuela Loide y tu madre Eunice, y estoy seguro que también en ti. Por esta razón te recuerdo que reavives el don de Dios que hay en ti por imposición de mis manos porque, pues Dios no nos ha dado un espíritu cobardía, sino de fortaleza, amor y de templanza. Así pues, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor ni de mí, su prisionero; antes bien, toma parte en los padecimientos por el Evangelio, según la fuerza de Dios". Lo importante no era la vida que podía perder en su entrega, sino la que con su muerte podía dejar de legado para todos, pues era reflejo del mismo amor que había derramado Jesús sobre la humanidad.
Por eso, el mismo Jesús enseña a sus seguidores qué es lo que verdaderamente importa. El acento no está en hacer las cosas "correctamente", según el criterio de los que lo rodeaban, fueran incluso miembros de su misma familia. No importaba quedar bien con el criterio de egoísmo, o vanidad, o soberbia, que quería implantar el mundo. Lo importante era hacer llegar el amor incondicional de Dios en Jesús, que venía a implantar los criterios del Reino, que al fin y al cabo son los que van a imperar en el futuro de eternidad en plenitud que venía a sembrar Dios por Jesús, y que echaba luces en lo que sería ese futuro de eternidad al que todos estamos llamados: "En aquel tiempo, llegaron la madre de Jesús y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar. La gente que tenía sentada alrededor le dice: 'Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan'. Él les pregunta: '¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?' Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice: 'Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre'". Son esos lo que formarán parte de esa familia privilegiada de Jesús: los que han entendido que por muchas prebendas que ofrezca el mundo, buscando engañar con su maldad al hombre para que siga un camino de alejamiento de Dios, han entendido que nada de lo que ofrezca ese mundo será nunca mejor de lo que se vivirá en una eternidad que es segura, pues el amor de Dios sigue siendo lo más seguro que tenemos los hombres en nuestro futuro.
Buenos días Monseñor:
ResponderBorrarHermosa y Santa reflexión. QDLSB. Y que el Amor de Dios, reflejado en Cristo Jesús, nos proteja y acompañe siempre y que nos de la caridad infinita para tener ese amor al prójimo que nos prédica el Señor. Amén 🙏.
Alimentemonos pues del pan dulce del Alma y pongamosla en práctica, pediré Luz y Fuerza de la voluntad de Dios en mi vida☺️
ResponderBorrarEl mismo Jesús enseñaba a sus seguidores que lo importante era hacer llegar el amor de Dios a través de ellos para que nosotros conociéramos la plenitud del reino de Dios en el cielo, como si todos fuésemos hermanos, como una familia...
ResponderBorrarEl mismo Jesús enseñaba a sus seguidores que lo importante era hacer llegar el amor de Dios a través de ellos para que nosotros conociéramos la plenitud del reino de Dios en el cielo, como si todos fuésemos hermanos, como una familia...
ResponderBorrarGracias Padre Eterno. Gracias Monseñor necesitamos en este momento la palabra que edifica
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