Las realidades de la vida de la fe es necesario iluminarlas con una luz diversa de la cotidiana. Para los hombres que se guían solo por la realidad tangible y pasajera, lo único válido es lo que pueden percibir por los sentidos. Las satisfacciones serán solo aquellas que físicamente produzcan placer o llenen de sosiego y tranquilidad en sus experiencias humanas. Cualquier cosa que atraiga algo contrario al disfrute debe ser inmediatamente rechazada, por cuanto en su mentalidad la vida ha sido recibida solo para el disfrute. El hedonismo, los placeres, el disfrute total, serán lo único a lo que se tiene derecho, por lo cual cualquier cosa que no vaya en esa línea no entra entre las cosas que forman parte de la vida cotidiana. Todo lo que venga a perturbar la paz, la armonía, el disfrute egoísta de todos los bienes, es una especie de invasión de lo que debe ser la vida. La vida del hombre se convierte así en una especie de "irresponsabilidad" cotidiana, en la que todo lo que llame a asumir una tarea de mejora personal o del entorno ya no corresponde a las tareas propias del hombre que vive. Todo debe ser "hecho" y "dado" a la medida. Sin embargo, cuando a la vida se le da una óptica superior, en la que se asume que después de la vida material deberá existir algo más, que le dé un sentido pleno a todo lo que se vive, que la vida no puede gastarse solo en un transcurrir del tiempo que finalmente acabará en la nada oscura y sin sentido, el hombre asume que debe tomar una actitud diversa que lo hará asumir con seriedad y responsabilidad ese futuro que vendrá inexorablemente.
Con una actitud así, dos deben ser las grandes ventajas que se deben asumir: en primer lugar la humildad, contemplando que nada de lo que se tiene entre manos es propio, sino que es todo simplemente dádiva del amor, puesta en las manos del hombre como dones para que desarrolle una vida en la línea del progreso y la mejora que el mismo Dios quiere para el hombre y para el mundo, y en segundo lugar, el desprendimiento total de las cosas materiales, ante las cuales solo resta tener la buena disposición de seguir recibiendo esos dones de amor, pues se asumen que son las cosas que Dios mismo quiere que tengamos para avanzar de su mano, confiando sencillamente en ese amor que es la fuente de todo bien y de todo bienestar. Al fin y al cabo, eso que recibimos como valores del Reino aquí y ahora, será lo que viviremos en la eternidad prometida: "Hermanos: Recuerden aquellos días primeros, en los que, recién iluminados, soportaron múltiples combates y sufrimientos: unos, expuestos públicamente a oprobios y malos tratos; otros, solidarios de los que eran tratados así. Compartieron el sufrimiento de los encarcelados, aceptaron con alegría que les confiscaran los bienes, sabiendo que tenían bienes mejores y permanentes. No renuncien, pues, a su valentía, que tendrá una gran recompensa. Les hace falta paciencia para cumplir la voluntad de Dios y alcanzar la promesa. 'Un poquito de tiempo todavía y el que viene llegará sin retraso; mi justo vivirá por la fe, pero si se arredra le retiraré mi favor'. Pero nosotros no somos gente que se arredra para su perdición, sino hombres de fe para salvar el alma". Se trata de poner el valor donde verdaderamente está, y no en lo que pasa y desaparece.
Al fin y al cabo, el Señor seguirá haciendo su obra, por encima de todo. Su obra total, habiendo pasado por el horror del dolor, del sufrimiento y de la muerte en vez de nosotros, se completa únicamente con el establecimiento del Reino en el mundo, en el cual cada hombre y cada mujer serán los beneficiarios totales, pues serán los que disfrutarán de ese amor y de esa misericordia alcanzadas por el sacrificio de Jesús, con la idea de que ella será la experiencia vital inmutable que vivirá toda la humanidad. Es la meta que Dios quiere para todos, sin que quede nadie por fuera. Quedarán por fuera solo aquellos que se empeñen en vivir en la inmediatez que se acaba y que desaparece, haciendo caer su vida en la insensatez de la desaparición total, alcanzando un vacío sin sentido que no es el que quiere Dios para su Creación: "En aquel tiempo, Jesús decía al gentío: 'El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega'. Dijo también: '¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar a su sombra'. Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado". Jesús quiere dejar a todos claro que no basta el perdón de los pecados, sino que es necesario el deseo de vivir en esa nueva realidad del Reino de Dios, que estará toda ella marcada por ese amor nuevo que Él quiere derramar sobre toda la creación.
Señor llenanos de dones, porque lo demás llega por añadidura!!
ResponderBorrarBasta con la gracia que nos da Dios para salir adelante y vencer las dificultades,
Padre Santo, multiplica los frutos de nuestro apostolado, si la palabra es acogida traerá sus frutos porque Dios la hará germinar en buenas obras☺️
ResponderBorrarBien nos explica la lectura, que dos son los dones que Dios quiere que llevemos de la mano, la humildad y el desprendimiento temiendo como premisa que nada de lo que tenemos es propio, tampoco nada de los bienes materiales son necesarios en el reino de los cielos, sólo el amor que él nos enseño es la fuente de todo bien y bienestar para el progreso aquí en la tierra.
ResponderBorrarBien nos explica la lectura, que dos son los dones que Dios quiere que llevemos de la mano, la humildad y el desprendimiento temiendo como premisa que nada de lo que tenemos es propio, tampoco nada de los bienes materiales son necesarios en el reino de los cielos, sólo el amor que él nos enseño es la fuente de todo bien y bienestar para el progreso aquí en la tierra.
ResponderBorrarBien nos explica la lectura, que dos son los dones que Dios quiere que llevemos de la mano, la humildad y el desprendimiento temiendo como premisa que nada de lo que tenemos es propio, tampoco nada de los bienes materiales son necesarios en el reino de los cielos, sólo el amor que él nos enseño es la fuente de todo bien y bienestar para el progreso aquí en la tierra.
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