Jesús asocia a los sencillos para dar la noticia de su amor

 

La relación del hombre con Dios ha sido siempre posible. Desde que Dios colocó al hombre en el centro del Jardín del Edén, consideró esta relación personal como algo natural. El libro del Génesis nos relata cómo el Creador se acercaba por las tardes a conversar con el hombre. Esos diálogos eran posibles porque estamos ante un Dios cercano, que se ocupa de los suyos y quiere hacerles sentir su amor preferente. Dios no se oculta, como alguien majestuoso que no quisiera tener relación con sus inferiores. Todo lo contrario. Quiere que exista una relación de intimidad, más que de Creador a criatura, de Padre a hijo. En el reconocimiento que haga el hombre de esta relación de amor, estará su verdadera felicidad, pues su plenitud está en dejarse confiado en las manos de quien es su origen y quiere solo su bien. Al percatarse de ello, el hombre alcanza la felicidad suprema por cuanto se convence de que quien está a su lado, no es solo su Creador, sino su Padre amoroso que nunca permitirá nada malo. Solo vivirá lo contrario el hombre que no se deje amar y se aleje torpemente de la fuente de la felicidad. Cuando el hombre se ha dejado engañar, entonces y ahora, comienza su propia debacle, pues se desvincula de la fuente de todos los beneficios. Cuando los hombres nos empeñamos en seguir nuestra propia normativa, en el deseo sublime de ser totalmente libres de toda ley y de toda indicación externa, no hacemos otra cosa que seguir lo que siempre será menor, pues los beneficios que Dios nos regala nunca podrán ser superados por los supuestos beneficios que nos podamos procurar nosotros mismos. Lo que el hombre alcanza por sus propias fuerzas jamás podrá tener la altísima calidad de lo que Dios mismo pone en sus manos.

En ese empeño por hacernos entender los inmensos beneficios que obtenemos unidos a Él, en la plenitud de los tiempos, Dios decidió ya no tener contacto con los hombres a través de terceros. Este contacto directo es el contacto preferido por el amor. Aun cuando en algunas ocasiones en el pasado lo hizo cuando lo consideró necesario y se puso en contacto con algunos personajes del Antiguo Testamento, ante acciones que debía llevar adelante para demostrar su amor, su poder, su favor, por el pueblo elegido, esa no fue su manera ordinaria de intercambiar con los hombres. Por ello existieron los profetas, los reyes, los jueces, que eran como los mediadores de Dios ante el pueblo y eran los encargados de transmitir su palabra, su voluntad, sus exigencias. Ante ellos era ante quienes tenían que rendir cuentas. Pero llegó esa plenitud en la que Dios consideró que ya el pueblo requería de la presencia concreta y actuante de su amor: "En muchas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a los padres por los profetas. En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha realizado los siglos. Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de la Majestad en las alturas; tanto más encumbrado sobre los ángeles cuanto más sublime es el nombre que ha heredado. Pues ¿a qué ángel dijo jamás: 'Hijo mío eres tú, yo te he engendrado hoy'; y en otro lugar: 'Yo seré para Él un padre, y Él será para mí un hijo?' Asimismo, cuando introduce en el mundo al primogénito, dice: 'Adórenlo todos los ángeles de Dios'". Es la decisión del Dios que quiere convencer al hombre de que ese amor que se hace carne en Jesús es el amor del Padre que quiere todos los beneficios para su criatura.

El anuncio de la llegada de ese amor divino hecho hombre en Jesús es la primera tarea que emprende el Redentor. Tampoco ahora es un Dios oculto, sino que empieza a darse a conocer ostensiblemente, sin duda, en medio de la humildad de las barcas de unos sencillos pescadores, dos parejas de hermanos que son sorprendidos con una propuesta inusitada de seguimiento a alguien desconocido que les ofrece un futuro nunca antes escuchado en la jerga de los pescadores: "Hacerlos pescadores de hombres". ¿Qué significan esas palabras misteriosas? Pero este personaje tiene un peso tal y desprende una convicción y un atractivo tan fuertes, que es imposible negarse a su invitación. Por ello, sin dudarlo, dejan todo lo que tienen en sus manos, abandonan incluso a su familia, y se van con Él. Vale la pena probar lo maravilloso que está ofreciendo Jesús: "Después de que Juan fue entregado, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía: 'Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Conviértanse y crean en el Evangelio'. Pasando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, el hermano de Simón, echando las redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo: 'Vengan en pos de mí y los haré pescadores de hombres'. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. A continuación los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon en pos de él". Comenzaba así, con estos sencillos pescadores, la gran cruzada de Jesús, que anunciaba la llegada del Reino de Dios al mundo, que se convertía así en la mejor noticia que recibiría la humanidad en toda su historia, pues era la presencia actuante del amor divino hecho humano en Jesús, y ya no necesitaba de intermediarios para hacerlo llegar a cada hombre de la historia.