miércoles, 20 de enero de 2021

Jesús es el Sacerdote perfecto, Dios que se hace hombre y nos trae el amor

 Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida  a un hombre o dejarlo morir? – Arquidiócesis de Tijuana

Melquisedec, rey no hebreo del Antiguo Testamento, es el prototipo del Sacerdocio de Jesús. Su origen es un misterio total. No se sabe de dónde viene, quién lo ha elegido, cuál es su fin. Lo único que se sabe de él es que se pone al servicio de Abraham cuando regresa victorioso de las batallas contra los enemigos poderosos que hay alrededor. Su nombre significa Rey de Paz y Rey de Justicia. Precisamente por ponerse al servicio de quien ostenta el mando y por querer imponer la justicia y la paz, es el modelo perfecto del Sacerdocio de Jesús. No lo es porque no tiene origen ni porque nadie sabe quién lo ha elegido. Lo es porque hará el mejor servicio para la humanidad, que es el ser puente con la divinidad, en la búsqueda de que se implante ese reino de justicia y de paz que Dios quiere para todos. Jesús no será un extraño que ignore lo que vive ni la humanidad ni la divinidad, pues forma parte de ambas naturalezas, por lo cual será el mediador perfecto que podrá poner ante el Padre la situación de cada hombre y de cada mujer, y podrá poner ante cada uno de ellos la voluntad divina y las exigencias para vivir en ese reino de justicia y de paz. La presencia de Jesús, Sacerdote perfecto y eterno, eleva la relación entre el hombre y Dios a una situación que ya no tendrá más allá, por cuanto ambas realidades, humana y divina, ya no podrán ir más arriba. Con Jesús como sumo, único y eterno Sacerdote, ya no es posible pensar en una relación distinta entre Dios y el hombre. El rescate que viene a hacer Jesús se da no solo en la muerte en Cruz, con todo y que este es el gesto central que explica la razón de su venida, sino en el establecimiento de un nuevo orden de relación entre el hombre y Dios. Lo hace posible Jesús, el Dios que se ha hecho hombre.

La eternidad del Sacerdocio de Melquisedec es la eternidad del Sacerdocio de Jesús. Todos los sacerdotes del Antiguo Testamento eran elegidos por un periodo de tiempo y ejercían su sacerdocio según el parecer de Dios. El pueblo ponían en sus manos sus vidas y lo confiaban todo radicalmente en sus manos, en la esperanza de que sus ruegos y lamentaciones fueran escuchadas por la intercesión del mediador que era el sacerdote. Con Jesús, la mediación no finaliza jamás. Él mismo se convierte en mediación y se coloca ante el Padre presentando todas las necesidades. Ha hecho el rescate perfecto de los hombres y ahora los tiene a todos en sus manos para colocarlos casi como ofrenda en la presencia de Dios a cada uno. Y además, en su condición de rey de justicia y de paz, coloca ante la humanidad las exigencias de ese nuevo reino que se está inaugurando: "Melquisedec, rey de Salén, sacerdote del Dios altísimo, salió al encuentro de Abrahán cuando este regresaba de derrotar a los reyes, lo bendijo y recibió de Abrahán el diezmo del botín. Su nombre significa, en primer lugar, Rey de Justicia, y, después, Rey de Salén, es decir, Rey de Paz. Sin padre, sin madre, sin genealogía; no se menciona el principio de sus días ni el fin de su vida. En virtud de esta semejanza con el Hijo de Dios, es sacerdote perpetuamente. Y esto resulta mucho más evidente si surge otro sacerdote a semejanza de Melquisedec, que no ha llegado a serlo en virtud de una legislación carnal, sino en fuerza de una vida imperecedera; pues está atestiguado: 'Tú eres sacerdote para siempre según el rito de Melquisedec'".

Por eso, el tiempo de Jesús es un tiempo nuevo. Es un tiempo que sobrepasa las exigencias de lo que se vivía en la relación con Dios hasta ese momento. Hasta entonces imperaba el formalismo. La relación humana, espiritual y afectiva con Dios era prácticamente inexistente. A Dios se dirigía el hombre solo en una condición instrumental. Jesús, con su sacerdocio eterno, hace que esa relación formal, legalista, externa, pase a ser personal, consciente de que hay una posibilidad de relación íntima, en la que pese más la posibilidad de cercanía que la de utilidad. No basta saber que Dios está ahí, que es grande y poderoso, que puede hacer maravillas. Con Jesús, mediador perfecto, sabemos que esa relación con Dios es personal, más allá de lo formal, íntima, llena del amor que se hace presente en la mediación del Dios que es a la vez hombre: "En aquel tiempo, Jesús entró otra vez en la sinagoga y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Lo estaban observando, para ver si lo curaba en sábado y acusarlo. Entonces le dice al hombre que tenía la mano paralizada: 'Levántate y ponte ahí en medio'. Y a ellos les pregunta: '¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?' Ellos callaban. Echando en torno una mirada de ira y dolido por la dureza de su corazón, dice al hombre: 'Extiende la mano'. La extendió y su mano quedó restablecida. En cuanto salieron, los fariseos se confabularon con los herodianos para acabar con él". Esta relación de Dios con el hombre es totalmente nueva. Está en el orden del amor que es la ley que imperan y que imperará de ahora en adelante con este nuevo mediador perfecto que es Jesús. Nadie queda excluido de ese amor, que es la nueva ley.

2 comentarios:

  1. Señor Amado, que nuestra tarea sea predicar y dar a conocer tu amor a través de nuestro estilo de vida☺️

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  2. Bonita explicación del tiempo de Jesús como un tiempo nuevo para dar a conocer el amor.

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