La Verdad está en la base de cualquier construcción de ideas y de acciones que pretenda ser sólida. Sin ella, la debilidad de lo que no es verdad, es decir, de lo que es mentira, quedará en evidencia y hará que todo el edificio que se haya ido construyendo se venga abajo, a pesar de que se le quiera salvar interesadamente con toda clase de triquiñuelas. Quien ha construido sobre la mentira en algún momento probará la amargura de quedar en ridículo delante de todos. Si esta es una apreciación general, lo es aún más para los que somos discípulos de Cristo. Él mismo se definió como: "El Camino, y la Verdad, y la Vida", por lo que sus seguidores, al seguirlo a Él, caminan en la solidez de quien les asegura que no están equivocando el camino. Cuando Pilato le preguntó a Jesús: "¿Y qué es la Verdad?", Él simplemente guardó silencio, pues Pilato, teniéndola al frente en Cristo, no fue capaz de identificarla. Una cosa es la verdad científica, en la que por métodos ordenados se pueda llegar a verdades irrefutables, que quedarían en ese terreno de lo visible y comprobable, y otra muy distinta es la Verdad de la fe, que se obtiene solo por la confianza en la fuente de dicha Verdad, lo que da la certeza de que no puede haber engaño. En este sentido, la Verdad es una sola y por lo tanto también irrefutable. En las verdades de la fe, a menos que se quiera actuar con mala intención, no hay posibilidades de retorcer el camino. Por ello, la mejor manera que tenemos a la mano para avanzar en el camino de la fe, y por lo tanto, en el camino hacia nuestra plenitud, es luchar por mantenernos en la Verdad, sin permitir contaminaciones que pongan en peligro nuestra llegada a esa meta.
Para los cristianos no existe otro camino distinto para avanzar en nuestra perfección que el de la fidelidad al amor de Dios en Jesús. Solo estando cercanos a Ellos podemos asegurar que nuestro camino va recorriendo las mejores rutas. Y si se llegara a tener en algún momento alguna duda, tendremos que echar mano de aquello que nos ha sido revelado por el Dios que nos ha dado todo por amor. Esa revelación nos dice que Dios es Uno, que es el Creador de todo, que tiene el poder absoluto, que existe antes de todos los tiempos, que un decreto de su amor estableció la existencia de todo lo que no es Él, que quiere que su criatura predilecta se mantenga con Él por toda la eternidad, que por ello es capaz de llegar al extremo de hacer que su Hijo amado se entregue por amor a sus hermanos. Nuestra Verdad, podemos afirmarlo, es la Verdad más dulce que podemos conocer: "Queridos hermanos: ¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ese es el anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre. Quien confiesa al Hijo posee también al Padre. En cuanto a ustedes, lo que han oído desde el principio permanezca en ustedes. Si permanece en ustedes lo que han oído desde el principio, también ustedes permanecerán en el Hijo y en el Padre; y esta es la promesa que Él mismo nos hizo: la vida eterna. Les he escrito esto respecto a los que tratan de engañaros. Y en cuanto a ustedes, la unción que de Él han recibido permanece en ustedes, y no necesitan que nadie les enseñe. Pero como su unción les enseña acerca de todas las cosas —y es verdadera y no mentirosa—, según les enseñó, permanezcan en Él. Y ahora, hijos, permanezcan en Él para que, cuando se manifieste, tengamos plena confianza y no quedemos avergonzados lejos de Él en su venida". La Verdad que se nos ha transmitido es absoluta y por encima no existe otra verdad. Toda otra verdad queda en nada ante la gigantesca Verdad sobre Dios y sobre nuestra salvación.
Juan Bautista es el prototipo de quien quiere caminar en la única Verdad de Dios. El anuncio de la venida del Mesías salvador se inscribe en lo que él creía con toda certeza. Para él estaba claro que el amor de Dios no podía engañar, por cuanto se estaba hablando de las verdades fundamentales de la fe, las que tiene que ver con el futuro prometido y que se cumplirá inexorablemente en cada hombre y mujer de la historia. Si tuvo alguna vez alguna duda, por lo que envió aquella embajada a Jesús para preguntar si era a Él a quien esperaban, no lo hizo porque no supiera quién era Jesús, sino para confirmarse más sólidamente en su conciencia sobre quién era. Hay quienes afirman que mandó esa embajada para que esos discípulos se convencieran sobre quién era Jesús y pasaran a ser discípulos del Esperado. Fiel a la Verdad, pudiendo haberse aprovechado de su momento, de su fama, de su cantidad de seguidores, sabía que debía seguir sirviendo a la Verdad. Y lo siguió haciendo hasta su muerte, claramente producida por su lealtad a la Verdad. Su vida y su entrega fue un cántico sublime a la fidelidad a la Verdad: "Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a que le preguntaran: '¿Tú quién eres?' Él confesó y no negó; confesó: 'Yo no soy el Mesías'. Le preguntaron: '¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?' Él dijo: 'No lo soy'. '¿Eres tú el Profeta?' Respondió: 'No'. Y le dijeron: '¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?' Él contestó: 'Yo soy la voz que grita en el desierto: 'Allanad el camino del Señor', como dijo el profeta Isaías'. Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: 'Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?' Juan les respondió: 'Yo bautizo con agua; en medio de ustedes hay uno que no conocen, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia'. Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan estaba bautizando". Juan Bautista, fiel a la Verdad, no podía fallarle en el momento en que era exigido para que diera testimonio de ella. Su temple de Precursor lo llamaba a cumplir fielmente su tarea. Debía hacer aquello que Dios mismo le había confiado, que era atraer a todos para que abrieran su corazón al Salvador que estaba a las puertas de iniciar su misión de rescate amoroso. En Juan Bautista estamos cada uno de nosotros, llamados a servir a la Verdad, a no dejarnos engañar por cantos de sirena que quieran confundirnos y desviar nuestra atención del camino que debemos avanzar, que es del encuentro con el que es el Camino, la Verdad y la Vida, con el cual viviremos eternamente en la felicidad que nunca se agotará, porque así nos lo ha prometido. Y Él, que es la Verdad, nunca nos engañará.
Señor, te pedimos mucha humildad, que podamos imitar a Juan, que supo hacerlo de modo excelente aun a costa de su vida. Fuimos creados por Dios quien nos Ama☺️
ResponderBorrarEn las escrituras él mismo se definió como soy el camino, la verdad y la vida, su mensaje de ayer sigue siendo válido para nuestro mundo, hay que dar testimonio con la palabra y con la vida. ¡Señor ayudanos a dar el mensaje del Señor Jesús, con obras y palabras como el profeta Juan, dejando a un lado nuestra arrogancia y soberbia.
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