Las cualidades de Dios son infinitas, como lo es Él en sí mismo. Ninguna de ellas tiene límites ni restricciones, ni están impedidas de actuar. Él es infinito en todo: tamaño, sabiduría, poder, presencia. Nada hay extraño para Él. En todo caso, las únicas cualidades que jamás podrán estar presentes en Él son las del mal, pues es esencialmente bueno. El mal es un añadido a lo creado que ha hecho el dueño de la maldad, en su búsqueda por destronar el bien y hacerse de todo el poder, cosa que intentará y que ha ido intentando durante toda la historia. El principio del mal existe desde la raíz de bondad de todo lo creado, por cuanto no es otra cosa que el respeto al libre albedrío con el que Dios ha querido enriquecer al hombre desde su primer momento de existencia. La decisión del hombre es soberana y ni siquiera Dios, con todo su poder, puede oponérsele. Ahora bien, esas cualidades infinitas de Dios están todas ellas sustentadas en la más propia suya, que es el amor. Dando por sentado la posesión de parte de Dios de todas y cada una de esas cualidades, es necesario aceptar que todas ellas se asientan en la que identifica más a Dios, pues es la que marca su esencia: El amor. Sin el amor, todas las demás cualidades divinas siguen siendo maravillosas, pero llegarían a ser impersonales. Y esto a Dios no le interesa para nada. ¿Para qué tener todo el poder si no lo podrá ejercer en la promoción del hombre y en la defensa de los más necesitados? ¿Para qué tener sabiduría infinita si no podrá transmitir esa sabiduría a los hombres para que lo conozcan y lo amen mejor? ¿Para qué estar presente simultáneamente en cualquier lugar si esa presencia suya no la va a poder ejercer para iluminar a cada hombre sobre el camino que debe andar para lograr que el mundo sea un mejor lugar para todos? El amor hace que todo eso cobre sentido. Dios no es un Dios ejecutivo, sino que quiere ejercer su divinidad siempre en favor de la humanidad, dejándose llevar por su esencia que es el amor.
El amor, de esta manera, debemos entenderlo como la cualidad divina más excelsa, la esencia más pura de Dios, de la cual nos ha hecho partícipes. Nosotros no somos capaces de amar por nosotros mismos. Si nos dejamos llevar solo por un amor humano, lo más probable es que ese amor se detenga en nosotros mismos y en las cosas, con lo cual estamos reduciéndolo a su mínima expresión, y estaríamos así siendo los más injustos contra el Dios que quiere expresarse a sus anchas haciendo derramar su amor sobre todos. Dios ama de la manera más pura, pues del amor que nos da no obtiene ningún beneficio personal, fuera del de ser reconocido como el Dios del amor al cual debemos acercarnos confiados, sabiendo que siendo la fuente del bien nos dará solo beneficios. Cuando vivimos en esta conciencia del amor puro que viene solo de Dios podemos estar seguros de que solo recibiremos compensaciones, pues el amor nunca defrauda. Pretender hacerse fuente del amor es cometer el más grande absurdo, pues cualquier otra fuente del amor, fuera de Dios, será siempre impropia e incompleta: "Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Unigénito, para que vivamos por medio de Él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados". Dios no solo nos ha amado primero. Ni siquiera solo nos ha rescatado por ese inmenso amor de la oscuridad y de la muerte. Por ese amor infinito por nosotros nos ha colocado en el sitio que nos corresponde. Su obra de rescate es la obra que nos coloca en el sitio del que nunca hemos debido salir y nos pone en el camino de aquella plenitud a la que llegaremos, pues ese será nuestro fin.
El amor de Dios se hizo carne en Jesús. Aquel Dios que actuó siempre con amor por su pueblo, en favor de los humildes y débiles, poniéndose de escudo entre los poderosos y el pueblo sencillo y fiel que lo seguía con confianza, dejó de ser una entelequia y pasó a ser una realidad actuante en el mundo a través del Dios que se hizo carne en Jesús. Dios pisaba el mundo, curaba enfermos, resucitaba muertos, expulsaba demonios, se acercaba a los rechazados y desplazados de la sociedad. No eran hechos aislados, sino que eran hechos concretos desde los cuales el mismo Jesús nos hacía sentir el susurro amoroso del Padre que nos decía en Jesús que nos amaba infinitamente. Son susurros que se siguen escuchando hoy, cuando vemos que tantos hombres y mujeres se ponen al servicio del amor, como lo hicieron los discípulos de Jesús en la explanada para distribuir los cinco panes y los dos peces. El milagro, más que la multiplicación de los panes o los peces, fue hacer que alcanzara para todos, pues los discípulos se pusieron a la disposición para distribuirlo para todos: "En aquel tiempo, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas. Cuando se hizo tarde se acercaron sus discípulos a decirle: 'Estamos en despoblado y ya es muy tarde. Despídelos, que vayan a los cortijos y aldeas de alrededor y se compren de comer'. Él les replicó: 'Denles ustedes de comer'. Ellos le preguntaron: '¿Vamos a ir a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?' Él les dijo: '¿Cuántos panes tienen? Vayan a ver'. Cuando lo averiguaron le dijeron: 'Cinco, y dos peces'. Él les mandó que la gente se recostara sobre la hierba verde en grupos. Ellos se acomodaron por grupos de cien y de cincuenta. Y tomando los cinco panes y los dos peces, alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran. Y repartió entre todos los dos peces. Comieron todos y se saciaron, y recogieron las sobras: doce cestos de pan y de peces. Los que comieron eran cinco mil hombres". El milagro es el del amor. Y el milagro seguirá siendo siempre el milagro del amor. Desde siempre Dios es amor y nunca dejará de serlo. Por ello, sus actuaciones siempre serán desde el amor. También hoy, con nosotros, Jesús hace su mejor esfuerzo para dejarnos siempre constancia, por encima de todo, que solo el amor lo motiva para hacernos de nuevo y llevarnos a esa plenitud que solo da el amor.
El amor es la esencia mas pura de Dios,tanto nos ama, que envío a su único hijo a morir en la Cruz para salvarnos a nosotros!
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