Jesús es el Maestro perfecto. No enseña rebuscando conceptos enrevesados, sino que busca la manera en la que la idea que quiere transmitir llegue de la manera más diáfana. Por eso su enseñanza la basa en cuestiones sencillas, cotidianas. Su estilo magisterial no es el del que quiere transmitir verdades trascendentes con ideas oscuras, sino que esas mismas verdades, sin duda trascendentes y esenciales para la vida de cualquier discípulo, las quiere hacer llegar de la manera más sencilla, de modo que una verdad profunda y esencial, quede lo más clara posible sin mayores rebuscamientos u ocultamientos. Por ello, entre otras cosas, su modo de enseñar era tan atractivo, pues las verdades quedaban meridianamente claras, a través de la sencillez de su palabra y de las enseñanzas que transmitía con ella. La implantación de la nueva realidad que venía a presentar la hacía con la sencillez de quien sabía que su auditorio no buscaba verdades contundentes, argumentadas sabiamente, en la búsqueda de un convencimiento que no conquistaba los corazones, aunque las verdades que se presentaban fueran irrefutables. Jesús buscaba sembrar vida, no ideas. Su tarea, la que le había encomendado el Padre, era la de hacer entender que se estaba viviendo un tiempo nuevo, basado, sí, en verdades importantes, pero que se sustentaban más en un amor de convicción que en verdades teológicas o filosóficas que, siendo importantes, no sustentaban sólidamente en el corazón de los oyentes la convicción del amor de Dios que apuntaba al logro de la plenitud final de la historia humana. Su Sacerdocio era un sacerdocio totalmente nuevo, distinto al que se había ejercido hasta ese momento en Israel. Aquel sacerdocio era el de una mediación que aseguraba la presencia de Dios en medio del pueblo, pero que era necesario asegurar con la repetición constante de sacrificios que representaban la intención del pueblo de hacer que Dios estuviera ahí para la escucha y el auxilio de ese mismo pueblo que se colocaba humildemente ante Él.
El Sacerdocio de Jesús es el sacerdocio nuevo. Es el del Dios que se ha hecho hombre, bajo las órdenes del Padre Creador, que exigió no solo un sacrificio cotidiano de animales, sino el del mismo enviado, su propio Hijo, para que fuera totalmente satisfactorio. Ese sacrificio del mismo Hijo de Dios hacía ya innecesaria la repetición de aquellos sacrificios antiguos. El de Jesús es un sacrificio suficiente, ahora y para siempre, por cuanto, sin ser culpable, asume los pecados de todos y hace ya presente en la Iglesia el nuevo tiempo del Reino de Dios en el mundo. La entrega de Jesús es única. Ya no será necesario hacerlo más, por cuanto es un sacrificio que vale para siempre. La entrega de Jesús es única, y lo único que tenemos que hacer todos es recibirlo como el don mayor que hemos recibido de parte del amor eterno e infinito de Dios: "Hermanos: Cualquier otro sacerdote ejerce su ministerio, diariamente, ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los pecados. Pero Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio; está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados. Esto nos lo atestigua también el Espíritu Santo. En efecto, después de decir: Así será la alianza que haré con ellos después de aquellos días dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones y las escribiré en su mente; añade: Y no me acordaré ya de sus pecados ni de sus crímenes. Donde hay perdón, no hay ofrenda por los pecados". El único sacrificio de Cristo es válido ya para toda la historia.
Queda la parte del otro actor de toda la acción de rescate. El sacrificio de Jesús es definitivo y suficiente en sí mismo. Pero la humanidad mantiene su libertad para aprovechar o no esa entrega. Cada persona tiene su propia libertad para aceptar o rechazar. Más aún, tiene libertad incluso en el estilo de la aceptación. Algunos lo rechazarán de plano, considerando que no necesitarán para nada de ese auxilio espiritual que se les ofrece gratuitamente, en la torpeza de pensar que ese futuro de eternidad feliz no depende de lo que haga Dios por ellos. Lo despreciarán y caerán en la mayor ignominia que es la pérdida total del sentido de la vida, pues al terminar, finalizarán en la nada y el vacío total. Y luego tendrán todo un abanico de posibilidades, cada una con mayor sentido, en la que tendrán que decidir el camino de mayor solidez para alcanzar esa plenitud a la que Dios quiere hacer llegar todo lo creado: "El sembrador siembra la palabra. Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. Hay otros que reciben la semilla como terreno pedregoso; son los que al escuchar la palabra enseguida la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes y cuando viene una dificultad o persecución por la palabra, enseguida sucumben. Hay otros que reciben la semilla entre abrojos; estos son los que escuchan la palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril. Los otros son los que reciben la semilla en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno". Jesús no impone un camino. Si somos el terreno en el que cae la semilla, nosotros tenemos la potestad de decidir qué terreno hacernos. Ese Reino sembrado es nuestro. Ese terreno es nuestro. Esa semilla, desde que la lanza Jesús, es nuestra. Somos libres de decidir qué terreno queremos ser. Si queremos vivir en la plenitud definitiva y final tenemos que hacer fértil nuestro terreno. Así el Reino será nuestro para toda la eternidad y ya nadie nos lo podrá arrebatar.
Señor has sembrado tú palabra en nosotros, concédenos ser fiel a todas las Gracias que derramas a nuestra Alma☺️
ResponderBorrarEn las enseñanzas de Jesús él buscaba sembrar vida no ideas, era el nuevo sacerdocio. Nos impone un camino el de sembrar la semilla, como palabra de Dios para que sea eficaz y actúe como una llamada a la esperanza y al compromiso de ser nosotros una tierra buena, donde la simiente pueda crecer..
ResponderBorrarEn las enseñanzas de Jesús él buscaba sembrar vida no ideas, era el nuevo sacerdocio. Nos impone un camino el de sembrar la semilla, como palabra de Dios para que sea eficaz y actúe como una llamada a la esperanza y al compromiso de ser nosotros una tierra buena, donde la simiente pueda crecer..
ResponderBorrarEn las enseñanzas de Jesús él buscaba sembrar vida no ideas, era el nuevo sacerdocio. Nos impone un camino el de sembrar la semilla, como palabra de Dios para que sea eficaz y actúe como una llamada a la esperanza y al compromiso de ser nosotros una tierra buena, donde la simiente pueda crecer..
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