De entre los grandes misterios por los cuales continuamente nos preguntamos los cristianos, está el de nuestra elección. ¿Por qué nos ha elegido Dios? ¿Cuál es la razón última por la que quiere que seamos suyos? ¿Qué lo ha movido a hacernos existir para que estemos en el mundo y vivamos en él siendo suyos? ¿Por qué no nos ha elegido individualmente, sino que ha hecho de todos nosotros una comunidad fraterna que tiene sentido solo en la vida de solidaridad, abandonando la posibilidad de ser islas que viven juntas pero no unidas? ¿Por qué ha querido dejar en nuestras manos un mundo que es suyo, pero que en su designio amoroso, habiéndolo creado todo bueno, como lo relata el Génesis, nos lo ha dejado como compromiso para que lo hagamos mejor para nosotros mismos, para los hermanos y para el futuro eterno que nos espera? Son preguntas que surgen naturalmente cuando contemplamos nuestra existencia como su fuéramos simples espectadores de ella. Y la primera respuesta que surge espontáneamente desde nuestro corazón convencido del amor de Dios es precisamente esa: Nos ha elegido porque nos ama infinitamente. Solo un amor eterno explica el que Aquel que era autosuficiente en sí mismo desde toda la eternidad, hubiera llegado a tener la "necesidad" de algo externo a Él para manifestar su amor. Hablar de necesidad en Dios es impropio, pues Él no necesita de nada ni de nadie para existir ni para estar satisfecho. Pero lo que sí es cierto es que Él mismo decidió "necesitar" al hombre y al mundo. Aun a sabiendas que ese mismo hombre que surgía de sus manos amorosas y todopoderosas podía ponerse de espaldas a Él por su orgullo, pues era una prerrogativa con la que lo había enriquecido al darle el libre albedrío, la inteligencia y la voluntad, consideró que el regalo que le daba estaba muy por encima del posible error en el camino que tomaría la humanidad. Su amor, en este sentido, era mayor que el riesgo.
Entendemos así el empeño de aquellos grandes predicadores de la primera Iglesia, como San Pablo, insistiendo en la necesidad de un enriquecimiento personal viviendo la Sabiduría divina. Ésta es distinta de la humana, en cuanto la sabiduría intelectual o filosófica apunta a la recopilación de conocimientos de ideas sobre el hombre y sobre el mundo en general que incluso quizás puede que nada tengan que ver con las realidades espirituales. En cuanto se refiere al intelecto humano, éste no tiene por qué tener límites. Pero la Sabiduría divina, la que debe perseguir quien quiere ser buen discípulo de Jesús, es una sabiduría superior, que no se detiene en la realidad tangible, sino que apunta a dejarse iluminar el espíritu para conocer mejor a Dios, a sí mismo y al mundo: "Bendito sea el Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos. Él nos eligió en Cristo, antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor. Él nos ha destinado por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, a ser sus hijos, para alabanza de la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en el Amado. Por eso, habiendo oído hablar de la fe de ustedes en Cristo y de su amor a todos los santos, no ceso de dar gracias por ustedes, recordándolos en mis oraciones, a fin de que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de su corazón para que comprendan cuál es la esperanza a la que los llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos". Es esa Sabiduría la que interesa a los hombres de Dios. La otra sirve para hacer un mundo mejor, que es también objetivo de la estancia del hombre en el mundo, pero que apunta solo a la inmanencia y no a la realidad eterna de plenitud a la que todos estamos llamados.
Esa Sabiduría se identifica con Jesús. Él existe desde siempre y ha estado presente en los grandes acontecimientos de la historia humana y la anterior. Nada se hizo sin su concurso y es la Palabra Creadora y la fuerza del Padre que ha actuado siempre. Por Él fueron creadas todas las cosas. Desde el mismo principio del pensamiento cristiano esta idea está muy clara: "La sabiduría hace su propia alabanza, encuentra su honor en Dios y se gloría en medio de su pueblo. En la asamblea del Altísimo abre su boca y se gloría ante el Poderoso. 'El Creador del universo me dio una orden, el que me había creado estableció mi morada y me dijo: 'Pon tu tienda en Jacob, y fija tu heredad en Israel'. Desde el principio, antes de los siglos, me creó, y nunca más dejaré de existir. Ejercí mi ministerio en la Tienda santa delante de él, y así me establecí en Sión. En la ciudad amada encontré descanso, y en Jerusalén reside mi poder. Arraigué en un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad". Hoy ese pueblo es la Iglesia de Cristo, en la que está asentada su gloria y su salvación, de las cuales gozamos cada uno de los discípulos de Jesús. Y de allí surge nuestra más profunda convicción de fe, que es la de que estamos en las manos más seguras que existen, que son las del Cristo que se entregó por nosotros, para nuestra salvación, por lo cual, aun cuando podamos vivir en medio de dolores y vicisitudes, sabemos que nuestro fin es glorioso: "A cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de Él y grita diciendo: 'Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo'. Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos ha llegado por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer". Ese es Jesús. El que nos ha enseñado la mejor de todas las sabidurías posibles, que es la de sí mismo, la del Padre, la del Espíritu Santo, la Santísima Trinidad que nos acompaña cada segundo, la del mismo hombre como criatura amada, y la del mundo, lugar en el que se llevan a cabo todas las maravillas que ha realizado y seguirá realizando en favor de cada uno de nosotros. Él, de esa manera, nos sigue diciendo que nos ama, que nos ha creado por amor y que nos sostiene en la vida para que nos mantengamos siempre unidos a Él en ese mismo amor.
Amado Señor, ayúdanos a encontrarte como lo hicieron los Reyes, danos la gracia de que seas tú la causa de nuestra alegría☺️
ResponderBorrarJesús nos eligio, así como Dios eligió a Juan que vino antes que él,vino a ser uno de los testigos de Jesús del cual hizo una confesión de fe"Éste es el cordero de Dios que quita los pecados del mundo". Al igual que Juan, todos nosotros estamos llamados a ser testigos valientes del evangelio de Jesús.
ResponderBorrarJesús nos eligio, así como Dios eligió a Juan que vino antes que él,vino a ser uno de los testigos de Jesús del cual hizo una confesión de fe"Éste es el cordero de Dios que quita los pecados del mundo". Al igual que Juan, todos nosotros estamos llamados a ser testigos valientes del evangelio de Jesús.
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