sábado, 16 de enero de 2021

Jesús ha venido a sanar mi ser. Es el mejor médico que existe

 Oración del lunes: «…y le dijo: “Sígueme”. El se levantó y lo siguió» - MVC

Entre las cosas que nos pueden producir más consuelo a los que queremos ser discípulos de Jesús, está el saber qué motivación profunda hay en el corazón amoroso de quien nos convoca. Generalmente pensamos que para seguir a Dios, siguiendo los criterios que Él mismo supuestamente hubiera establecido, debemos ser impolutos, inmaculados, libres de todo pecado, perfectos. En nuestra mente está el que no podemos acercarnos a Dios si no estamos absolutamente limpios de todo pecado, de toda maldad, de toda mancha. Quien tuviera fallas en referencia a su fidelidad a Dios, a su amor, a su voluntad, no tendría derecho a acercarse a Dios, pues Él estaría casi como confinado para impedir que todo lo que lo pueda manchar ni siquiera se le acerque. Y es precisamente cuando discernimos cómo es el proceso de acercamiento a Dios por la obra de Jesús, cuando nos percatamos de que el proceso es precisamente inverso a lo que nos hemos imaginado. Ciertamente muchos nos consideramos indignos de acercarnos a Dios porque hemos sido infieles a Él, le hemos fallado, nos hemos dejado llevar más por nosotros mismos, por las tentaciones, por el mal que nos domina, y así nos hemos alejado de su amor y nos hemos centrado en nosotros mismos. Experimentamos así el desierto de la falta del amor, la vaciedad de un sentido final de la vida, la ausencia de una perspectiva superior que le dé sentido a todo lo que estamos viviendo en el día a día. Y cuando en esa perspectiva nos sentimos solos y sin sentido, aparece justamente el que puede dar un giro total a lo que estamos viviendo, diciéndonos que no espera que seamos perfectos, sino que confiemos en Él. Busca que seamos capaces de elevar nuestra mirada con esperanza hacia una realidad que es superior, que habíamos perdido quizá inconscientemente por centrarnos en nosotros mismos más que en la realidad superior que nos ofrece Dios.

Más aún, la experiencia vital del Dios que se ha hecho hombre, por encima de todo, lo ha hecho uno igual a nosotros. Su comprensión de lo que es el hombre es perfecta, pues Él es uno más. Se ha hecho igual que cualquiera de nosotros, menos en el pecado, que es lo que viene a vencer. Viene a vencer al pecado, no a recoger los restos del pecado ya vencido. Él es quien viene a vencer, por eso es el auxilio perfecto para el hombre pecador. Todos entramos en esa categoría. Jesús viene a vencer desde su pureza y nos mira con el amor del Dios que es poderoso y que se ha hecho hombre para limpiar toda nuestra impureza desde su limpieza total. La comprensión de esta obra es la que nos llena del mayor consuelo, pues basta que cada uno de nosotros abra su corazón confiado para que ese amor de misericordia, de perdón y de poder se manifieste claramente en nuestra vida: "Hermanos: La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo; penetra hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos e intenciones del corazón. Nada se le oculta; todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas. Así pues, ya que tenemos un sumo sacerdote grande que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios, mantengamos firme la confesión de fe. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo, como nosotros, menos en el pecado. Por eso, comparezcamos confiados ante el trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia para un auxilio oportuno". La presencia de Jesús en nuestra historia es la confirmación total del amor de Dios y de su deseo de que recibamos todos ese perdón de amor que nos abrirá las puertas de la felicidad en plenitud.

Por eso Jesús quiere que entendamos todos que su obra no está parcelada. No es una obra de rescate para los que no necesitan ser rescatados. Él ha venido para aquellos quienes tienen necesidad de Él. No son ni los perfectos, ni los que no necesitan de la misericordia, ni los que no requieren ser fortalecidos en su debilidad. Esos "superhombres" no son los que viene a buscar Jesús. Es precisamente a los débiles, a los engañados, a los que fallan por cansancio, a los que Él viene a atraer para sí y para el Padre. Erigirse en jueces que decidan quién se puede acercar a Dios y quién no, es la tarea de los que quieren dominar el mundo espiritual y se erigen como en el peaje donde se decide quién puede pasar y quién no. Jesús viene a traer el amor de Dios. Y lo quiere hacer de la manera más clara, iniciando con la purificación del espíritu, conquistando el interior del hombre, por encima incluso de su condición humana, sea o no aprobada por las "autoridades". Jesús quiere a su lado hombres y mujeres que se dejen amar por encima de todo, que confíen radicalmente en su amor, que no miren hacia otro lado cuando reciben la invitación de la misericordia divina: "En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a la orilla del mar; toda la gente acudía a Él y les enseñaba. Al pasar vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dice: 'Sígueme'. Se levantó y lo siguió. Sucedió que, mientras estaba Él sentado a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores se sentaban con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que lo seguían. Los escribas de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a sus discípulos: '¿Por qué come con publicanos y pecadores?' Jesús lo oyó y les dijo: 'No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores'". Esos somos nosotros. No somos perfectos ni inmaculados. Somos de aquellos que necesitamos ese amor misericordioso de Dios en Jesús, pues nuestra debilidad nos hace malas jugadas y necesita ser fortalecida por ese amor misericordioso y todopoderoso que nos eleva.

3 comentarios:

  1. Hola Monse;
    Alentadora y profundamente esperanzadora reflexión de la Palabra, especialmente para quienes “hacemos el mal que no queremos hacer y no el bien que anhelamos hacer”.
    “Oh, feliz culpa que mereció tan Grande redentor “
    Bendición!

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  2. Jesús, ayúdanos a ignorar el qué diran para saber corresponder a tu llamado☺️

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  3. Como dijo Jesús no he venido a llamar a justos sino a pecadores,quiso decir al hombre común al que necesita de su amor, para gritarle que la cercanía de Dios es para todos sin distincion, para ser posible la fraternidad de su reino.

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