El Sacerdocio de Jesús es un Sacerdocio absolutamente nuevo ante el que existió en el Antiguo Testamento. Los sacerdotes de entonces eran mediadores elegidos por Yahvé para ser puente entre Él y el pueblo. A través de ellos podían todos colocar sus oraciones, sus ruegos, sus necesidades en su presencia, y eso, en cierto modo les daba la seguridad de estar en la presencia de Dios y que sus oraciones e inquietudes eran escuchadas. Los sacerdotes eran como la prenda de seguridad de que Dios seguía en medio de su pueblo y que a través de ellos eran escuchados. La entrada al lugar santo del templo que hacían los sacerdotes, era el momento más sagrado de la vida espiritual de Israel, por cuanto era el momento en el cual el pueblo tenía la certeza total de que el sacerdote entraba en un contacto espiritual verdadero con Yhavé. Acompañaban espiritualmente al sacerdote en su ingreso al lugar santo y estaban con él el tiempo que fuese necesario. Esa era la señal de que ellos querían también seguir siendo fieles seguidores de Dios, y quedaban a la espera de lo novedoso que podía traer el sacerdote para comunicarlo al pueblo, como manifestaciones de la voluntad divina y exigencias al pueblo para que avanzara en el camino de la fidelidad. El sacerdocio era, así, una institución esencial en la vida del pueblo de Israel, altamente religioso, en cuya vida cotidiana no era importante solo el hecho de los intercambios sociales o económicos, sino que imperaba sobre todos el intercambio religioso y espiritual, que a su vez estaba profundamente marcado por la relación con Dios.
Este sacerdocio de Cristo supera con creces ese sacerdocio del Antiguo Testamento, por cuanto Jesús es quien viene a instaurar una nueva manera de relacionarse con Dios. Ya no será alguien que desconozca alguna de las dos realidades, humana o divina, sino que las conoce perfectamente, forma parte de ambas, ha probado ambas experiencias y ha vivido todo lo que se necesita para ser el perfecto mediador. Tiene los pies bien puestos en las dos orillas de las realidades, la divina y la humana, y cuando se ofrece de mediador entre ambas no lo hace desconociendo lo que es cada una. Ante el Padre presenta al hombre, sus necesidades, su realidad, su debilidad, su torpeza, su pecado. Ante el hombre presenta el amor de Dios, su voluntad de salvación, la razón de su existencia, la meta a la que está llamado. Hace la mediación perfecta: "Todo sumo sacerdote, escogido de entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, porque también él está sujeto a debilidad. A causa de ella, tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo. Nadie puede arrogarse este honor sino el que es llamado por Dios, como en el caso de Aarón. Tampoco Cristo se confirió a sí mismo la dignidad de sumo sacerdote, sino que la recibió de aquel que le dijo: 'Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy'; o, como dice en otro pasaje: 'Tú eres sacerdote para siempre según el rito de Melquisedec'. Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, siendo escuchado por su piedad filial. Y, aun siendo Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se convirtió, para todos los que lo obedecen, en autor de salvación eterna, proclamado por Dios sumo sacerdote según el rito de Melquisedec". Jesús ha hecho que el Padre eleve la categoría de sacerdote al grado sumo, ya no como simple mediador, sino como Aquel que está involucrado para ser el salvador de todos.
El sacerdocio de Jesús es la absoluta certeza de la atención del Padre a lo que requiere el hombre, pues lo pone en su presencia su mismo Hijo, hecho hombre por su voluntad. Ya no hay manera, como nunca la hubo pues Él es un Dios de amor, en que Dios se desentienda de las necesidades de la humanidad, por cuanto uno de sus representantes, su propio Hijo que se hizo hombre, está continuamente en su presencia como ese mediador perfecto. Jesús desde que es ese sacerdote perfecto no hace otra cosa sino presentar ante el Padre las alegrías y las esperanzas de los hombres, sus anhelos y esperanzas, sus dolores y sufrimientos. Y los hombres podemos tener la certeza de que nunca dejaremos de ser escuchados y satisfechos en nuestras necesidades. Podrá ser antes o después, pero jamás dejaremos de ser escuchados y satisfechos. Dios quiere nuestra felicidad no solo ahora, sino para toda la eternidad. Y por ello todo lo dispone para que se cumpla perfectamente: "En aquel tiempo, como los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vinieron unos y le preguntaron a Jesús: 'Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?' Jesús les contesta: '¿Es que pueden ayunar los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Mientras el esposo está con ellos, no pueden ayunar. Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán en aquel día. Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto —lo nuevo de lo viejo— y deja un roto peor. Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos'". Jesús es el nuevo Sacerdote del Padre, que viene a hacer todo de nuevo. Nosotros seremos los hombres nuevos hechos nuevos en el amor del Padre que nos hace presente Jesús y su obra de amor y de rescate.
Jesús vino a traernos noticias nuevas con rituales nuevos,el tiempo de ayuno ha pasado, la alegría es que Dios está junto a nosotros, como el vino nuevo que estamos llamados a compartir cada día.
ResponderBorrarJesús vino a traernos noticias nuevas con rituales nuevos,el tiempo de ayuno ha pasado, la alegría es que Dios está junto a nosotros, como el vino nuevo que estamos llamados a compartir cada día.
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