Dios no solo nos ha llamado de la nada a la existencia, sino que nos ha llamado a la existencia con Él. Su gran alegría es que la respuesta que le demos no sea motivada solo por una cuestión natural, como una especie de agradecimiento por habernos hecho existir, sino que a la vez sea un compromiso de mantenernos con Él, de escuchar su voz, de atender a sus indicaciones para cumplir su voluntad. Esa respuesta afirmativa debe estar sondeada por la conciencia cada vez más clara de que estar con Él es la manera segura de avanzar hacia la plenitud que es la meta que deberemos alcanzar tomados de su mano. Por eso, en cierto modo esa llamada a la existencia abarca la llamada a todo nuestro ser, ya enriquecido con todos los dones que pone en nuestras manos, por lo que implica el ser completo, sus pensamientos y acciones, sus ideas y conductas, sus deseos y afectos. La llamada es a todo nuestro ser, de modo que sea todo el ser el que se ponga en sus manos, asumiendo que esa será la mayor riqueza que podremos vivir. En este sentido, un primer paso es hacerse conscientes de quién es quien nos llama y qué objetivo busca esa llamada. Fue la experiencia de Samuel, que vivía junto al sacerdote Elí, que descubre que la voz que se oye es la del mismo Yhavé que convoca a Samuel para ser su profeta: "En aquellos días, Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde se encontraba el Arca de Dios. Entonces el Señor llamó a Samuel. Este respondió: 'Aquí estoy'. Corrió adonde estaba Elí y dijo: 'Aquí estoy, porque me has llamado'. Respondió: 'No te he llamado. Vuelve a acostarte'. Fue y se acostó. El Señor volvió a llamar a Samuel. Se levantó Samuel, fue adonde estaba Elí y dijo: 'Aquí estoy, porque me has llamado'. Respondió: 'No te he llamado, hijo mío. Vuelve a acostarte'. Samuel no conocía aún al Señor, ni se le había manifestado todavía la palabra del Señor. El Señor llamó a Samuel, por tercera vez. Se levantó, fue adonde estaba Elí y dijo: 'Aquí estoy, porque me has llamado'. Comprendió entonces Elí que era el Señor el que llamaba al joven. Y dijo a Samuel: 'Ve a acostarte. Y si te llama de nuevo, di: 'Habla, Señor, que tu siervo escucha'. Samuel fue a acostarse en su sitio. El Señor se presentó y llamó como las veces anteriores: 'Samuel, Samuel'. Respondió Samuel: 'Habla, que tu siervo escucha'. Samuel creció. El Señor estaba con él, y no dejó que se frustrara ninguna de sus palabras". Cuando Samuel descubrió que era Dios quien lo llamaba, y lo escuchó y se puso a su servicio, entendió perfectamente cuál era su vocación y para qué lo llamaba el Señor. Y se entregó completamente a Él.
En esa convocatoria que hace Dios a cada uno no quiere respuestas vagas o incompletas. Él quiere una entrega total, no en el sentido de que la vida deje de ser propia, con las lógicas tareas y particularidades que tiene cada uno en su cotidianidad, sino en el sentido de que todo gire alrededor de ese eje de la entrega y de la fe, de ser solo de Dios sin dejar que se presenten ídolos que lo puedan sustituir, de no mirar hacia otros intereses que pudieran desvirtuar un camino de fidelidad y de donación personal. La respuesta debe ser englobante, y debe servir además como acicate que motive el celo por ser solo de Jesús, incluso por encima de los intereses personales que pudieran desviar el caminar hacia los gustos, los placeres, el poder o el dinero: "Hermanos: El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor, para el cuerpo. Y Dios resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros con su poder. ¿No saben ustedes que sus cuerpos son miembros de Cristo? El que se une al Señor es un espíritu con Él. Huid de la inmoralidad. Cualquier pecado que cometa el hombre queda fuera de su cuerpo. Pero el que fornica peca contra su propio cuerpo. ¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, que habita en ustedes y han recibido de Dios? Y no se pertenecen, pues han sido comprados a buen precio. Por tanto, ¡glorifiquen a Dios con su cuerpo!" Todo el ser es para Dios, y no podemos permitir que nada distraiga esa propiedad divina.
Es en ese sentido en el que Jesús hace la llamada a los primeros discípulos. Las diversas versiones de esa llamada que nos presentan los Evangelios apuntan todas a un solo fin: llamar para que se entreguen, para que lo sigan y para que sean testigos de todo lo que hará y dirá en el tiempo de su labor pública. Jesús quiere discípulos y seguidores que lo conozcan bien, que identifiquen bien su voz, que sean testigos de las maravillas que hará, que escuchen las palabras que va a pronunciar. Quiere que en sus discípulos no haya confusión, de modo que no vayan a dejarse embaucar luego por otras voces distintas que los lleguen a desviar: "En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: 'Este es el Cordero de Dios'. Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: 'Qué buscan ustedes? Ellos le contestaron: 'Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives? Él les dijo: 'Vengan y verán'. Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día; era como la hora décima. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: 'Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)'. Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: 'Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce: Pedro)'". A todos los que nos llama Jesús nos quiere así. Nos llama a cada uno. Nuestra vocación es a estar con Él, a ser suyos, a anunciar su amor a todos, como lo hicieron los apóstoles. Somos los convocados por Jesús a ser suyos, a ser sus socios, a dar testimonio de su amor.
Esta mañana al despertar, muchas preguntas e inquietudes rondaban mis pensamientos, no tenia idea de cuáles serían las lecturas del día . La reflexión de hoy y el desglose de las lecturas me han ayudado a despejar el panorama personal y seguir confiando en el abandono a la voluntad del Divino Maestro. El siempre renueva el llamado y lo hace por diversos caminos. La clave está en estar atento y responder a los diversos impulsos que se suscitan en nuestro interior.. Gracias Raymond.
ResponderBorrarA todos los que nos ha llamado Jesús o lo hemos encontrado, nos quiere para convertirnos en sus discípulos y mediadores para otros, del encuentro transformador que tiene preparado para nosotros..
ResponderBorrarA todos los que nos ha llamado Jesús o lo hemos encontrado, nos quiere para convertirnos en sus discípulos y mediadores para otros, del encuentro transformador que tiene preparado para nosotros..
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