El discurso central de Jesús es el de las Bienaventuranzas. En ellas hace un resumen perfecto de lo que es la nueva ley. No es una ley que suspenda la anterior, como lo adelantó Él mismo -"No crean que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud"-, sino que es una invitación a asumir una actitud nueva ante la ley, pues Él viene a cumplirla estrictamente y a hacerla superior basándola en el amor perfecto. En la mentalidad anterior, asumir la ley para cumplirla significaba obtener beneficios que apuntaban incluso al bienestar material, pues quien se comprometía con ella indudablemente recibía las bendiciones de Dios y tenía como consecuencia su progreso integral. De cierta manera se cumplía la ley buscando una compensación de parte de Dios, el cual quedaba como "obligado" a corresponder al sujeto porque era bueno. Existía, por tanto, una motivación que tendía al egoísmo y que frecuentemente era solo crematística en quien asumía la ley como norma de vida. De algún modo, es una mentalidad que subyace aún hasta nuestros días, en primer lugar, en muchos miembros del mismo pueblo judío para quienes la amistad con Dios debe siempre traer réditos muy favorables, y en segundo lugar, en muchos cristianos que tienen la convicción de que mantenerse junto a Dios y ser fieles a Él traería siempre todas las bendiciones y alejaría de todos los males y de todos los peligros e incluso del sufrir miserias. Acercarse a Dios, mantenerse con Él, serle fiel, es para ellos como un talismán del progreso y del bienestar y una prenda de seguridad y de protección. Para quienes así piensan el programa que les presenta Jesús en las Bienaventuranzas es muy poco auspiciable, pues viene a dar al traste con esa mentalidad ventajista, y apunta exactamente al sentido contrario al que los sustenta en la motivación para cumplir la ley. Jesús no ofrece ninguna ventaja inmediata y más bien augura sufrimiento y dolor, haciendo la promesa de una compensación no inmediata, sino futura aunque cierta, no palpable en cifras favorables. La compensación inmediata, en todo caso, es la de saberse en el camino correcto por hacer lo que el mismo Jesús indica como el camino auténtico del cristiano, para el cual la felicidad no consiste en el disfrute del regalo que le puede ofrecer el mundo, aunque tiene derecho a ello, sino en el guardar con celo en el alma y en el corazón el amor a Dios y a los hermanos, demostrándolo en el servicio fiel y desinteresado a ellos. Las Bienaventuranzas colocan la razón de la felicidad justamente donde es: No en el hombre por sí mismo, sino en el hombre que es amado por Dios y que consecuentemente le sirve a Él y a los hermanos por amor. He ahí la gran novedad de lo que enseña Jesús. No se cumplen los mandamientos para ser felices como fin, sino que se cumplen para demostrar el amor a Dios y a los hermanos y servirles con ese mismo amor, siendo este el fin, que tiene además como consecuencia la felicidad de quien lo hace porque se sabe en el camino correcto. No es que la fidelidad al amor asegure el sufrimiento como única vía posible, sino que asume que este se puede presentar y se debe entender como signo del seguimiento fiel a Dios, lo cual sí compensa en el corazón.
En el Evangelio de San Lucas, las Bienaventuranzas son ciertamente más concentradas y concretas. La versión de San Mateo las presenta de manera más extensa y detallada, de modo que pueden crear un mayor sosiego, pues explican de mejor manera el itinerario prácticamente completo presentando un abanico de posibilidades: ser pobres, ser mansos, llorar, tener hambre y sed, ser misericordiosos, ser limpio de corazón, trabajar por la paz, padecer persecución... Son todas situaciones en las que se pueden ver envueltos los cristianos, y en ellas deben saber responder como fieles de Dios y amantes de los hombres. Por la conducta favorable en estas circunstancias se recibirán siempre bendiciones y consolaciones. San Lucas, mucho más concreto, las presenta así: "Bienaventurados los pobres, porque de ustedes es el reino de Dios. Bienaventurados ustedes los que ahora tienen hambre, porque quedarán saciados. Bienaventurados ustedes los que ahora lloran, porque reirán. Bienaventurados ustedes cuando los odien los hombres, y los excluyan, y los insulten y proscriban su nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alégrense ese día y salten de gozo, porque su recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían sus padres con los profetas". No se da en esta versión un sentido solo "espiritual" ni a la situación personal ni a la promesa de la compensación que será inmediata, aunque existe también una promesa de recompensa en la eternidad, mientras que en San Mateo el sentido es puramente espiritual. Ambas versiones son válidas, pues en todo caso llegan a ser complementarias y no contradictorias. El sentido último es el de la felicidad que debe vivir el cristiano en su situación actual, fruto de su fidelidad, precisamente por ser fiel, lo cual le da la seguridad de estar haciendo lo correcto. La misma definición de "Bienaventuranza" le da el sentido, pues significa "Felicidad". Quien es bienaventurado es un hombre feliz. Por otro lado, San Lucas añade lo que se conoce como "Los Ayes", que son las lamentaciones que producen los que se consideran que están ya muy seguros en esta vida pasajera, pues han basado su felicidad y su seguridad en lo que desaparece y no en lo que abrirá las puertas a una eternidad de amor: "¡Ay de ustedes, los ricos, porque ya han recibido su consuelo! ¡Ay de ustedes, los que están saciados, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes los que ahora ríen, porque harán duelo y llorarán! ¡Ay si todo el mundo habla bien de ustedes! Eso es lo que sus padres hacían con los falsos profetas". No es que sea malo lo que viven, sino la actitud con la que lo viven, pues han creído que la vida consiste en eso y se termina en eso, por lo que la centran en ello.
San Pablo, a los cristianos de su tiempo, hombres y mujeres que ya vivían el gozo de la redención de Jesús y que habían recibido con alegría el mensaje de la salvación, los llamaba con urgencia a asumir una actitud de relativización de la realidad que vivían, es decir, a no absolutizar de ninguna manera lo que no era absolutizable. La única realidad absoluta del cristiano es la de su pertenencia a Jesús, pues a cada uno Él lo ha comprado con su sangre derramada en la cruz. Todo lo demás es accesorio. La única preocupación honesta y con sentido que debe tener el cristiano es la de permanecer en la fidelidad al amor de Dios y a los hermanos. Si esto se da y se coloca siempre en el primer lugar de todas las prioridades, todo lo demás es secundario, aunque no deje de ser importante. El mismo Jesús invitó a cada cristiano a saber colocar los acentos prioritarios: "Busquen primero el Reino de Dios y su justicia y lo demás se les dará por añadidura". Así se lo expresaba Pablo a ellos: "Digo esto, hermanos, que el momento es apremiante. Queda como solución que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no se alegraran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la representación de este mundo se termina". En la base está el mismo argumento de Jesús. La Bienaventuranza consiste en la búsqueda de la felicidad y en su vivencia en las cosas que permanecen y no en las que pasarán. El hombre tiene derecho a buscar su felicidad y a empeñarse en su progreso incluso material. Y está además comprometido en el amor que tiene a los hermanos a procurar el bien para todos ellos, poniéndose a su servicio, por lo cual debe contribuir también al progreso del mundo para el beneficio de todos. Pero a lo que no tiene derecho es a convertir ese empeño en algo absoluto en lo que se le irá toda la vida, viviendo solo para ello. No tiene derecho a absolutizarse a sí mismo ni a absolutizar a los hermanos. No tiene derecho a absolutizar la materia. El único absoluto que existe es Dios y lo único absoluto es su amor. Es en la vivencia de ello en lo que al hombre se le debe ir la vida, aunque eso implique para él, ocasionalmente, dolor, sufrimiento, persecución. La compensación no está en el disfrute de los bienes, sino en la fidelidad a Dios en medio de todo, incluso de esa posibilidad de disfrute. Dios no asegura un bienestar actual, aunque tampoco lo niega. Lo que sí asegura, en las palabras de Jesús es que, de presentarse el dolor, Él estará presente para ser consuelo y fortaleza. Y en las Bienaventuranzas, el premio de felicidad en los días de la vida del hombre por su fidelidad y la compensación eterna por haber sido un hijo fiel.
Es palabra de Dios
ResponderBorrarEl amor a Dios con toda nuestra alma,con todo nuestro corazon,con todo nuestro ser y la fidelidad y la obediencia a la ley y su santa palabra nos levara a ser felices sin esperar más que cumplir con santa voluntad DIOS ES .
ResponderBorrarPadre Santo, danos la sabiduría para saber donde y cuando se encuentra la Felicidad😍
ResponderBorrarLamentablemente nos acercamos a Dios sólo para obtener un beneficio personal, de allí el surgimiento de sectas que ofrecen darnos esa felicidad material, por ejemplo "Pare de Sufrir", "La iglesia que se ajusta a tus necesidades".
ResponderBorrarBuena explicación de la Bienaventuranza como lo enseña Jesús. El hombre tiene derecho a buscar su bienestar material, comprometido en el amor por sus hermanos y buscando el progreso del mundo, hacia una Sociedad justa y Fraterna.
ResponderBorrarBuena explicación de la Bienaventuranza como lo enseña Jesús. El hombre tiene derecho a buscar su bienestar material, comprometido en el amor por sus hermanos y buscando el progreso del mundo, hacia una Sociedad justa y Fraterna.
ResponderBorrarEl único absoluto que existe es Dios y lo único absoluto es su amor.
ResponderBorrarEl único absoluto que existe es Dios y lo único absoluto es su amor. Amén
ResponderBorrarLas bienaventuras entonces se resumen en el mandamiento nuevo que nos trajo el Señor, el mandamiento del Amor. Por el amor seremos juzgados, si vivimos las bienaventuranzas, vivomos y practicamos lo de mar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo."La única preocupación honesta y con sentido que debe tener el cristiano es la de permanecer en la fidelidad al amor de Dios y a los hermanos". Gracias Señor porque das a tus sacerdotes el don de la predicación que nos orienta a vivir nuestra Fe para ser testimonios de tu Amor!
ResponderBorrarSeñor Jesucristo, como quisiera ser fiel como tú a Dios y a mi prójimo.
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