Nuestro mundo se ha ido enriqueciendo notablemente con el giro que ha dado hacia el humanismo. La preocupación por el bien del hombre, por su bienestar, por el progreso que sea beneficioso para todos, por la lucha contra la miseria y la esclavitud, ha sido innegablemente un avance que nos ha enriquecido en nuestra experiencia humana. La proliferación de ONG's que colocan su acento en la solidaridad con las causas que enaltecen al hombre son un signo seguro de esto. Debemos afirmar que claramente, detrás de todo, para nosotros los cristianos, está la mano de Dios que inspira los gestos de amor y de bondad mutuos, y que ha creado al hombre esencialmente comunitario, responsabilizándolo por tanto de la suerte de todos. Es clara esta intencionalidad divina cuando nos hace a todos la pregunta: "¿Y dónde está tu hermano?", afirmando con ello que no podemos desentendernos de la suerte de ninguno. El fundamento de todo es, sin duda, la inspiración de Dios y del Espíritu Santo, Persona del amor de Dios, que hace que se siga existiendo el amor en el mundo, porque Él sigue estando entre nosotros. Sin embargo, no es bello todo lo que surge en este movimiento en favor del hombre. Por un lado, porque algunos no terminan de percatarse de que también son llamados a esta cruzada universal del amor y se hacen los desentendidos, prefiriendo vivir en su burbuja de individualismo y de indolencia, casi extrañados de que surjan tantas causas que promuevan el bien cuando ellos no las ven tan necesarias. O porque en otros la comprensión del amor que mueve estas causas en favor del hombre roza el puro romanticismo, y casi lo ven como la cosa que está de moda, en la que hay que enrolarse solo para arrimar el hombro desde lejos, sin sentir un compromiso real y sólido con una auténtica causa contra el mal, pues cuando perciben que surge este compromiso activo huyen despavoridos, previendo que serán embestidos por las fuerzas del mal contra las que se debe luchar. O porque en otros este supuesto amor debe ser seguido por un respeto reverencial a la libertad humana, ejercida de cualquier manera, sea buena o sea mala, por lo que no se debe contradecir absolutamente nada de lo que el hombre haga pues todo sería bueno si surge de esa libertad, de modo que él puede hacer lo que le venga en gana y nadie tendría derecho a censurarlo, con las consecuencias que vemos en los movimientos de ideología de género, de promoción del "matrimonio" gay, de la libre adopción de hijos por parte de parejas homosexuales, de eliminación de la vida naciente o de la vida ascendente, llegando al absurdo incluso de defender más la vida de los huevos de tortugas que las de los niños por nacer.
Este amor, hemos afirmado, está y sigue en el mundo por la evidente acción del Espíritu Santo, que es el amor. "Amémonos unos a otros porque todo amor viene de Dios. Todo el que ama tiene a Dios como su Padre y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, pues Dios es amor", de modo que todo movimiento de amor es inspirado por Dios y lo tiene a Él como fuente, aunque quien lo ponga en acción lo haga sin tener conciencia de ello. En consecuencia, el amor, que apunta siempre a la implantación del bien en el mundo y a la búsqueda del beneficio de todos, debe estar también disponible a enfrentar todo lo que sea contrario a él: al mal en el mundo, a la indolencia, a la indiferencia, al aprovechamiento del hermano, a la libertad absurda que daña y perjudica a muchos, a las heridas contra la vida de cualquiera, a la deshumanización. Todo el que se alinee en esos movimientos contra el bien, aun invocando al supuesto amor, confundiéndolo con un simple sentimiento romanticón paralizante, y a la supuesta libertad de hacer todo lo que se desee, debe ser enfrentado y tratado de ganar para la causa del verdadero bien y del verdadero amor. Jesús nos invita a nunca dejar de hacerlo, por el bien del mismo sujeto y por el bien del mundo: "Si tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los dos a solas. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano". Todos tienen derecho a vivir el amor auténtico y a ser conquistados para actuar en favor del bien. Por eso no se debe dejar de hacer ningún esfuerzo en favor de él mismo para que abandone el camino errado y se vuelva al correcto. Los cristianos no podemos extrañar a nadie que no se encuentre en el camino del bien. Incluso, cuando Jesús al fin de esta invitación, nos llama a tratar "como un pagano o un publicano", no nos llama a desecharlo, sino a seguir procurando su conversión, como Él mismo lo hizo con todos los paganos y los publicanos con los que se encontró. El amor es insistente. Y la corrección fraterna, fundada en el amor, debe ser también siempre insistente hasta el fin. Lo que importa es el amor y el bien del hombre. Y es eso lo que debe concentrar siempre todos nuestros esfuerzos. No podemos entender nuestro compromiso de amor de modo parcial o fragmentado, en el cual los buenos son los beneficiados y a los malos los desechamos.
En efecto, desde la misma actitud a la que invitaba Dios a los hombres en el Antiguo Testamento, esto queda diáfanamente claro: "Si yo digo al malvado: 'Malvado, eres reo de muerte', pero tú no hablas para advertir al malvado que cambie de conducta, él es un malvado y morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre. Pero si tú adviertes al malvado que cambie de conducta, y no lo hace, él morirá por su culpa, pero tú habrás salvado la vida". Es evidente la invitación que hace Dios a todos a no desentenderse de la suerte de nadie, ni siquiera del malvado. Para nosotros debe ser una tarea obligatoria. Y es lógico que sea así, pues somos discípulos del Dios que "hace salir el sol sobre buenos y malos", y del Jesús que ha dicho que ha venido "a rescatar a la oveja perdida", que "no necesitan de médico los sanos, sino los enfermos", y que "hay más fiesta en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse". Asumir nuestra responsabilidad en el amor que Dios hace presente en el mundo no puede ser entendida erróneamente como ese sentimiento romanticón vacío de compromiso al que se ha hecho referencia arriba. Ese es un amor absurdo, ausente, sin consistencia. El amor auténtico es el que lanza al hermano, el que busca activamente su bien, el que resume perfectamente el compromiso real del cristiano en el mundo que ha sido puesto en sus manos por Dios y que no será bueno por obra de milagros portentosos que Él realice, sino por la acción directa de quienes han entendido el compromiso verdadero al cual Jesús los ha llamado. La invitación al anuncio del Evangelio a todo el mundo es invitación al ejercicio del amor en todas las circunstancias que se vivan, asumiendo, por supuesto, cualquier consecuencia, buena o mala, que ello acarree para el cristiano comprometido. El amor no nos asegura solo un lecho de rosas, aunque sea infinitamente compensador. Nos asegura un lecho rosas, sí, pero que tienen sus espinas que nos podrán aún hacer daño. El amor es el resumen perfecto de la acción que debe hacer el cristiano en el mundo: "A nadie le deban nada ustedes, más que el amor mutuo; porque el que ama ha cumplido el resto de la ley. De hecho, el 'no cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no codiciarás', y cualquiera de los otros mandamientos, se resume en esto: 'Amarás a tu prójimo como a ti mismo'. El amor no hace mal a su prójimo; por eso la plenitud de la ley es el amor". Y ese amor me invita no solo a no hacer el mal, sino también y principalmente a hacer siempre el bien y a combatir todo lo que se le oponga, invitando incluso al malvado a que se convierta y a venirse conmigo a construir un mundo mejor. Ese es el verdadero y auténtico humanismo que debe surgir en nosotros.
Oremos para q tengamos una mayor conciencia de estás palabras de Jesús 😊
ResponderBorrarLa plenitud de la Ley es el amor,es por eso que Jesús nos orienta, no debemos dejar de hacer ningun esfuerzo por nuestro hermano en el camino errado para que consiga el camino del bien,con mucha prudencia, respeto y benevolencia, sin humillar a la persona con sentido de justicia y equidad.
ResponderBorrarLa plenitud de la Ley es el amor,es por eso que Jesús nos orienta, no debemos dejar de hacer ningun esfuerzo por nuestro hermano en el camino errado para que consiga el camino del bien,con mucha prudencia, respeto y benevolencia, sin humillar a la persona con sentido de justicia y equidad.
ResponderBorrarLa plenitud de la Ley es el amor,es por eso que Jesús nos orienta, no debemos dejar de hacer ningun esfuerzo por nuestro hermano en el camino errado para que consiga el camino del bien,con mucha prudencia, respeto y benevolencia, sin humillar a la persona con sentido de justicia y equidad.
ResponderBorrarGracias Señor por estas palabras llenas de tu amorv que ciertamente vienen de Ti, para guiarnos a cumplir el más importante de Tus mandamientos "ámense también ustedes los unos a los otros, como yo los he amado"
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