El mundo, en el lenguaje bíblico, en general tiene una carga de malignidad, es malo y dañino, procura atraer al hombre para perderlo, se le identifica en esa triada de "mundo, demonio y carne", como uno de los componentes contra los cuales debe luchar frontal y valientemente el hombre que quiera avanzar por las rutas de la perfección. Pero es, a la vez, también en el mismo lenguaje bíblico, el lugar de habitación del hombre, el que debe llenar y dominar -"Llenen la tierra y sométanla", ordenó Yahvé al hombre-, desde el cual debe disfrutar de la providencia divina, y al cual debe ir a proclamar la salvación: "Vayan por todo el mundo y anuncien el Evangelio a toda la creación". De esta manera, debemos entender que cuando la Palabra de Dios se refiere al mundo como ese lugar en el que prevalece el mal, se refiere a lo malo que hay en el mundo, no necesariamente al mundo en sí mismo. De otra forma no se entendería el deseo de Jesús de que el mundo sea sujeto de anuncio y de salvación. De nuevo hay que afirmar que no es el mundo en sí mismo el que debe ser salvado, sino a quien está en el mundo, que es al hombre y a la creación que es susceptible también ella de la redención de Cristo, como lo afirma San Pablo: "Porque la creación fue sometida a vanidad, no de su propia voluntad, sino por causa de aquel que la sometió, en la esperanza de que la creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera a una gime y sufre dolores de parto hasta ahora". No todo lo que hay en el mundo, en efecto, es para condenación, sino que existe también un componente de liberación, de bondad, del cual el hombre debe saber disfrutar y respetar, sin hacerlo caer en la desgracia de la esclavitud. Lo que debe quedar siempre salvado, en esta presencia del mundo en la vida del hombre, y en la definitiva influencia que sin duda tiene en su vida, para bien o para mal, es que el mundo entra como parte del tesoro de donación que va en el paquete completo con el cual Dios ha bendecido al mismo hombre, por lo cual jamás puede éste engreírse ni jactarse pues es propietario de algo que le ha sido donado y que no ha dependido de su accionar para hacerlo existir ni para poseerlo. Por eso San Pablo llama la atención a los cristianos para que no caigan en la trampa de la soberbia: "Aprendan de Apolo y de mí a jugar limpio y no se engrían el uno contra el otro. A ver, ¿quién te hace tan importante? ¿Tienes algo que no hayas recibido? Y, si lo has recibido, ¿a qué tanto orgullo, como si nadie te lo hubiera dado?"
El cristiano debe estar bien preparado, en todo caso, a saber vivir en cualquiera de las circunstancias que su vida en el mundo le procura en cada momento. Unas veces deberá estar pronto a luchar contra ese mal que está presente en el mundo y a enfrentarlo con valentía y decisión, de modo que no lo gane para su ejército de perdición. Otras veces deberá saber discernir el mejor uso de lo bueno que se presenta en ese mismo mundo, evitando hacerse esclavo de ello cayendo en la idolatría de lo creado, por muy buena que se presente la oportunidad y utilizando la sabiduría cristiana para saber colocar las cosas en el lugar propicio deseado por el Creador. También tendrá la oportunidad de hacer uso de las cosas para ponerlas al servicio de todos en la categoría de bien común, huyendo de la posible tentación de usarlas solo en provecho propio con el fin de usufructuar de ellas pisoteando a los demás y llegando incluso a someterlos abusando del poder que le da la posesión de bienes. Y en el peor de los casos deberá estar también dispuesto a vivir en la ausencia de los bienes, sin dejar de agradecer a Dios que dé la posibilidad de vivir en la escasez, reconociendo en ella una ocasión para saber disponer el espíritu de modo que esté pronto a afirmar como único bien absolutamente necesario e imprescindible el amor providente del Dios que nos ha creado. San Pablo nos invita a dar gracias a Dios "en toda ocasión", por lo cual todo lo debemos reconocer como ocasión para el beneficio del hombre, en el entendido de que no hay nada que Dios permita que suceda que finalmente no guarde una bendición para todos y que por lo tanto no sea bueno para nosotros: "He aprendido a contentarme con lo que tengo. Sé andar escaso y sobrado. Estoy acostumbrado a todo y en todo: a la saciedad y al hambre; a la abundancia y a la privación. Todo lo puedo en Aquel que me conforta". Se entiende, así, que toda ocasión sirve para una unión más profunda con el Señor, pues Él es la fuente de todo bien y el único sustento necesario para el hombre. De allí que San Pablo resalte las diversas maneras de desarrollar el seguimiento de Cristo, resaltando la diferencia entre la vida de los apóstoles, llamados a la escasez, y los otros cristianos, bendecidos en la abundancia: "A nosotros, los apóstoles, Dios nos coloca los últimos; como condenados a muerte, dados en espectáculo público para ángeles y hombres. Nosotros unos locos por Cristo, ustedes, sensatos en Cristo; nosotros débiles, ustedes fuertes; ustedes célebres, nosotros despreciados; hasta ahora pasamos hambre y sed y falta de ropa; recibimos bofetadas, no tenemos domicilio, nos agotamos trabajando con nuestras propias manos; nos insultan y les deseamos bendiciones; nos persiguen y aguantamos; nos calumnian y respondemos con buenos modos; nos tratan como a la basura del mundo, el desecho de la humanidad; y así hasta el día de hoy". A todo debe estar preparado el discípulo de Cristo.
Lo importante para San Pablo, en conclusión, es no quedarse en lo accesorio, sino en la conciencia clara de saber de dónde venimos y hacia dónde vamos, en dónde se debe tener fundada la vida y la esperanza, de quién proviene la bendición de vivir en la escasez o en la abundancia, cuál debe ser el objeto de nuestra mirada y cuál el fundamento de la propia vida, de dónde surge la razón de nuestra felicidad y hacia dónde debemos caminar para avanzar en la búsqueda de la única plenitud posible: "Ahora que ustedes están en Cristo tendrán mil tutores, pero padres no tienen muchos; por medio del Evangelio soy yo quien los ha engendrado para Cristo Jesús". Nada debe distraernos de la verdad fundamental que sustenta cualquier camino que tengamos que recorrer para llegar a esa plenitud deseada por Dios para todos: Hemos sido engendrados para Jesús, a Él pertenecemos, de Él recibimos todas las bendiciones, con Él nos quiere en cualquier circunstancia, sea de escasez o de abundancia, pues estar con Él es la mayor de las bendiciones y el preludio de nuestra plenitud definitiva. Es lo que sostuvo a los apóstoles en el seguimiento terreno de Jesús, en el que fueron bendecidos con la mayor de las bendiciones, que fue la de tener a Jesús a su lado y por el cual fueron capaces de aceptar vivir en la abundancia o en la escasez, pues era suficiente tenerlo a Él, felicidad fundamental y plena del cristiano: "Iba Jesús caminando por medio de un sembrado y sus discípulos arrancaban y comían espigas, frotándolas con las manos. Unos fariseos dijeron: '¿Por qué hacen en sábado lo que no está permitido?' Respondiendo Jesús, les dijo: '¿No han leído ustedes lo que hizo David, cuando él y sus compañeros sintieron hambre? Entró en la casa de Dios, y tomando los panes de la proposición, que solo está permitido comer a los sacerdotes, comió él y dio a los que estaban con él'. Y les decía: 'El Hijo del hombre es señor del sábado'". Teniendo a Jesús al lado y viviendo solo para Él, nada es más importante. David y sus soldados servían a Dios, estaban con Él y vieron en la escasez la mano providente del Señor que ponía a su alcance incluso lo que era reservado, pues era el pan de la proposición. Así mismo lo vivieron los apóstoles. No importaba que fuera sábado, pues estaba Jesús con ellos. Él ponía en sus manos lo necesario, pues Él es "señor del sábado". Lo esencial, lo que verdaderamente importaba, era seguirlo, ser suyos, ponerse en sus manos, recibir su presencia como la mayor de las bendiciones, por encima de la abundancia o de la escasez. Lo importante, así lo entendieron ellos y así nos lo enseñan a todos, es tener conciencia de que la mayor bendición, la única verdaderamente importante y la que le da sentido a toda la vida del cristiano por encima de cualquier circunstancia, es ser de Jesús, seguirlo y recibir de sus manos amorosas la salvación y la plenitud añoradas.
Amén!
ResponderBorrarNo permitas Señor q nos aleje de tu amor 💕
ResponderBorrarEsta escritura nos revela que no es, el mundo en sí mismo el que debe ser salvado,sino a quien está en el mundo, que es el hombre.Como cristianos debemos saber distinguir entre lo necesario y lo importante en nuestras vidas.
ResponderBorrarEsta escritura nos revela que no es, el mundo en sí mismo el que debe ser salvado,sino a quien está en el mundo, que es el hombre.Como cristianos debemos saber distinguir entre lo necesario y lo importante en nuestras vidas.
ResponderBorrarEsta escritura nos revela que no es, el mundo en sí mismo el que debe ser salvado,sino a quien está en el mundo, que es el hombre.Como cristianos debemos saber distinguir entre lo necesario y lo importante en nuestras vidas.
ResponderBorrar