La primera humanidad forma parte de la obra grandiosa que realizó Dios al crear el universo entero. Sus representantes primeros, nuestros padres Adán y Eva, sujetos últimos del amor del Creador y razón de la existencia de todo, fueron colocados en el centro como administradores y dueños de todo y a ellos les fue entregado todo lo que existe para que lo llenaran y lo sometieran desde el amor, que era la condición natural y original en la que fueron creados. Ese amor, donación entrañable de Dios a sus criaturas predilectas, no era más que la extensión de su propio amor, el que era su esencia, pues el hombre fue creado "a imagen y semejanza" suya, con lo cual él, como ser susceptible de amar, no hacía sino amar a Dios con su mismo amor. El hombre, por esta condición original, tuvo también como esencia el amor. Así como no se entiende el ser de Dios sin hacer referencia inmediata al amor que es su vida, tampoco se entiende al hombre fuera de la experiencia de ese amor. El hombre, para ser verdaderamente tal, debe vivir en el amor, de tal manera que si se sustrae de esa esencia original, pierde la base en la que se fundamenta su vida y pasa a ser el "no-hombre". Su definición por antonomasia debería ser siempre: "El ser que ha surgido de la mano del Dios todopoderoso y ha sido enriquecido con la identidad más profunda por su mismo Creador, que es el amor". Si pretendiera llegar a definirse de una manera distinta a esta deberá asumir que es algo diferente de lo que ha surgido de las manos de Dios. Solo el amor define al hombre, y cuando éste no vive en el amor está negándose a sí mismo. Ese amor que debe ser y vivir esencialmente, debe manifestarse en primer lugar hacia el que es la razón de su existencia. Debe ser, por lo tanto, un amor que tiene como primer objeto al mismo Dios creador, de lo contrario, siempre correrá el riesgo de desvirtuarse y de convertirse en algo distinto, pues llegará a amar impropiamente lo que no es susceptible de ser amado sin la presencia de ese amor primero que se debe a Dios. Fue lo que trágicamente sucedió cuando el hombre fue embaucado por la astucia demoníaca, que lo envolvió de tal manera y lo engañó haciéndole creer que podía ser algo sin Dios. De este modo mutó la primacía de su amor hacia Dios por una primacía del amor hacia sí mismo y hacia la criatura en general. Al no tener Dios la primacía en el amor del hombre, el mismo amor dejó de ser tal, se desvirtuó y pasó a ser egoísmo, egolatría, idolatría. De ninguna manera estaba esto en el diseño original de Dios, por lo cual la creación pasó a ser algo distinto. Aquella primera humanidad, punto culminante de la primera creación, cayó en el abismo del "no-ser". Adán y Eva, padres de esa humanidad a la que arrastraron a la debacle, pasaron a ser el signo de la perdición, habiendo sido originalmente el signo del amor creador. La primera mujer, Eva, orgullosamente reconocida en el principio como "la madre de todos los hombres", pasó a ser, junto a Adán, la causa de la pérdida de la esencia amorosa con la cual había sido creado todo hombre.
Se precisó, entonces, de parte del Creador, del diseño de un plan de rescate, el cual fue anunciado por el mismo Dios desde prácticamente el mismo momento en el que se vivió la tragedia de la pérdida del sentido de la vida del hombre, cuando le dijo al demonio: "Pongo enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya. Ella te pisará la cabeza, mientras tú la hieras en el talón". La descendencia de la mujer vencerá la pretensión desvirtuadora y asesina del demonio. Jesús, el Hijo de Dios enviado por el Padre y hecho hombre, entrará por la puerta grande de la humanidad, desde el vientre de la mujer más grande de la historia, para cumplir esa promesa de rescate hecha en el principio. No existe misión más sublime, fuera de la que se le confiará al mismo Verbo eterno de Dios, que la de ser la nueva Eva para hacer posible la entrada al mundo de quien viene a realizar la nueva creación de la nueva humanidad. Así como Eva fue la causante de la mayor tragedia que ha vivido el hombre, María, la nueva Eva, será la mediadora de la mayor gracia que alcanzará la humanidad por el amor misericordioso y todopoderoso del Dios que quiere rescatar a la humanidad de su debacle. Esta mujer, María, vendrá a cubrir de luz y de color la oscuridad que había echado Eva sobre la creación entera. Así como Eva pasó de ser la orgullosa "madre de todos los hombres" a ser la causa de la muerte de todos los hombres, María llegará a ser, con mayor razón, la "madre de todos los hombres nuevos" y la razón instrumental primera de la nueva creación. Con Ella se inaugura una etapa infinitamente superior de la historia de la humanidad, pues se alcanza el zenit de la perfección con la nueva creación que hace nuevas todas las cosas, realizada por la mano de su Hijo Jesús, con su entrega a la muerte y su triunfo en la resurrección. No era pequeña, por lo tanto, la importancia de la tarea que le correspondía a la nueva Madre de la nueva humanidad. Su obra es la de ser, nada más y nada menos, que aquella Madre nueva que necesitaba la nueva humanidad. María es la Nueva Eva, la mujer nueva que daría entrada al Hombre Nuevo por antonomasia, su Hijo Jesús, que tendría la sublime tarea de la nueva creación, que superaría a aquella primera que tuvo como padres a Adán y Eva, y que rescataría todo lo que se había perdido y lo colocaría otra vez en el lugar primacial, arrancándolo de la situación trágica en la que había sido colocado por aquellos mismos que habían servido como razón última del amor de Dios. Este amor de Dios por la nueva Eva hará posible una calidad mejor de todo lo que se hace de nuevo. El "He aquí que hago nuevas todas las cosas", se hace una realidad por la presencia de esta nueva Eva que se coloca en las manos del Creador para que esa obra no tenga ningún obstáculo.
Se entiende razonablemente de esta manera que la figura de aquella mujer no podía ser la de una más. Ella iba a cumplir un rol superior al de Eva. Si aquélla fue la razón de la existencia de todos los hombres, ésta será la razón de su nueva y superior existencia. Si aquélla atrajo la bendición de Dios para todos sus hijos, pero desgraciadamente fue también razón para la desgracia de todos, ésta será la razón de atracción para sus hijos nuevos de todas las bendiciones que ya nunca dejarán de fluir hacia ellos. Si aquélla se atrevió a abrir las puertas al engaño asesino del demonio, ésta se coloca con su plena disponibilidad en las manos de quien la solicita como socia en su obra de rescate, al decirle: "Aquí está la esclava del Señor". Si aquélla fue desconocida por Adán después del momento del pecado, ésta es recibida por José después de su duda: "José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un Hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por medio del profeta: 'Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un Hijo y le pondrán por nombre Enmanuel, que significa 'Dios-con-nosotros'". Ese es Jesús, el Hijo de Dios, el Dios que salva y que está con nosotros, que entra en el mundo desde la carne bendita de quien es la nueva Eva, la Madre de todos los creyentes, quien desde su primer momento de existencia es la Mujer Nueva. Ella ha sido hecha esa Mujer Nueva anticipadamente, en previsión de que sería la Madre del primer Hombre Nuevo, Jesús, y la de todos y cada uno de los que por su misión serán hechos también hombres nuevos. Por ello es razonable que Aquella que sería la puerta de entrada de esa novedad absoluta, disfrutara con antelación de la condición de novedad que iba a traer su Hijo. Ella es la Mujer Nueva que serviría de entrada al Hombre Nuevo y que será puesta como Madre Nueva de la Nueva Humanidad: "Y tú, Belén Efratá, pequeña entre los clanes de Judá, de ti voy a sacar al que ha de gobernar Israel; sus orígenes son de antaño, de tiempos inmemoriales. Por eso, los entregará hasta que dé a luz la que debe dar a luz, el resto de sus hermanos volverá junto con los hijos de Israel". La novedad de vida que nos hace a todos hombres nuevos y que supera a aquella primera humanidad que fue atraída a la desgracia de la muerte por quienes han debido servir como sus defensores primeros, tiene en nuestra Madre María a aquella mujer nueva que nos impregna a todos de la misma novedad con la que Ella fue impregnada por Dios y por su Hijo Jesús al servir de puerta de entrada al Salvador. A Ella contemplamos felices y orgullosos como hijos amados, a Ella seguimos como ejemplo de fidelidad y de servicio, a Ella acudimos como Madre Nueva y amorosa que nos atrae las gracias y el amor de Dios. En sus brazos nos confiamos pues fue responsabilizada por su mismo Hijo desde la Cruz, a ser nuestra Madre. Por ello, emocionados, sus hijos le cantamos con el corazón lleno de amor el Feliz Cumpleaños.
Celebrando el cumpleaños de nuestra Madre para renovar nuestra Fe😊
ResponderBorrarBendita seas x siempre Madre Santísima. Intercede ante tu Hijo x la paz, la sanidad y la santidad del mundo. Amén
ResponderBorrarFeliz cumpleaños Mamá María... bendito sea el fruto de tu vientre JESUS!!! Madre amada recordándote hoy con nuestra advocación venezolana de los orientales: Ntra Sra del Valle, escucha nuestra oración suplicante por nuestra Patria, por cada uno de los venezolanos dentro y fuera del país. Protégenos y arrópanos con tu manto de amor maternal. Intercede por esa Patria hoy desvastada pero que se abandona a tus brazos amorosos hoy y siempre. Te amamos Madre y damos gracias al Padre por habernos dado regalo tan hermoso y sublime como ser tus hijos que vamos de tu mano a JESUS. Ruega por nosotros Santa Madre de Dios, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amen, amen amen
ResponderBorrarFeliz cumpleaños mi reina.
ResponderBorrarGracias, Dios-Trinidad-Amor, por haberla elegido.
ResponderBorrarMadre de Dios y Madre de la Humanidad, felicidades.
Cuando una madre se arrodilla para orar, un hijo se levanta en alabanzas a Dios.
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