domingo, 27 de septiembre de 2020

El amor invita a transgredir todas las normas de la lógica

 Las prostitutas os precederán en el reino de los cielos" - Portaluz.org

El amor es transgresor. Así como es Dios, desde que se decidió a salir de sí mismo, por lo cual trastocó todo su propio orden íntimo, absolutamente sereno y satisfactorio que vivía eternamente, y tuvo que aceptar que debía asumir una estrategia de vida que iría más allá de la autocontemplación y de la ausosatisfacción en la cual la desarrollaba con total naturalidad y en absoluta armonía, poniendo al hombre, criatura a la que colocaba en el centro de todo lo que había surgido de su mano, como una preocupación nueva, de modo que a éste no le faltara nada, tuviera siempre a la mano todo lo que satisficiera su existencia y sintiera el amor que lo había hecho surgir de la nada y que lo sostenía en el centro de todo el universo. En toda la eternidad anterior de su existencia Dios no tenía ninguna preocupación, pues solo existía Él, viviendo en la total serenidad interior que no necesitaba de nada más. Pero su misma esencia de amor "tocó a sus puertas", lo invitó a dejar esa serenidad absoluta y lo lanzó a la aventura de empezar a amar algo distinto de sí mismo. Por supuesto, al aceptar esta posibilidad, el mismo Dios asumió que toda su existencia tendría un enfoque distinto que le agradó mucho, pues siendo absolutamente feliz en el amor a sí mismo, añadió el amor a lo que no es Él. Surgió todo de sus manos poderosas en el arrebato original del amor y, conociendo lo que sería esa nueva criatura que había surgido y que había colocado en el centro de todo lo demás, el amor siguió realizando su trabajo de desestabilización, pues tuvo que hacerse no simplemente existente, sino probado en su calidad, ya que debió transformarse y elevarse sublimemente en amor que se trasciende a sí mismo, llegando a ser maravillosamente, misericordia y perdón. Por fin, Dios tenía a quién perdonar, logrando con ello que ese amor esencial, que era Él mismo, surgiera triunfante y novedoso, y que la esencia de ese amor pasara de ser un atributo exclusivo suyo, a una posesión, por gracia, del hombre que era sostenido en su existencia por él, y lo que es más sorprendente aún, de aquel que lo necesitara para colmar de nuevo su corazón de aquella amistad que había sido rota por el pecado. El amor necesitó perdonar, con lo cual se hizo más grande, más sólido, más hermoso. Es la transgresión del amor que "obligó" a Dios a algo más que a a amarse a sí mismo. Lo obligó a sostener, a ser providente y a manifestarse en la expresión más hermosa que puede alcanzar, que es la de la piedad, la misericordia y el perdón.

Es por ello que jamás se puede deslindar la consideración del amor de aquello que lo ha hecho más hermoso, que es el perdón. Todo es bello en el amor, pero no podemos caer en la tentación de considerarlo solo como una realidad rosa, romanticona, absolutamente aséptica y por ello con el riesgo de caer en lo ingenuo e infantiloide. La verdad de la vivencia del amor debe siempre ser probada para que pueda demostrar su solidez. Cuando el amor no es probado, difícilmente demostrará que es firme. Quien pretenda vivir el amor solo cuando no es exigido el perdón, no ha entendido bien su esencia. Dios lo supo muy bien cuando asumió como realidad propia la posibilidad de la transgresión a que era sometido por el mismo amor, aunque en lo adelante fuera incomprendido por la misma criatura que era objeto de su amor: "Ustedes insisten: 'No es justo el proceder del Señor'. Escuchen, casa de Israel: ¿Es injusto mi proceder? ¿No es más bien su proceder el que es injusto? Cuando el inocente se aparta de su inocencia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió. Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él salva su propia vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá". La transgresión en la que invita a vivir el amor no está solo en su fuente, que es Dios, sino en quienes son su objeto, los hombres. En la errada mentalidad de los hombres, el amor no debe ser jamás herido, por lo que tampoco debería perdonar al serlo. Pero el mismo amor invita a transgredir lo normal, y a pasar por encima, aceptando y dando el perdón que lo hace más auténtico. Así es como actúa Dios. Él es la referencia por cuanto es el agraviado que actúa transgresoramente por el amor. Paradójicamente, quienes somos los receptores de ese amor que es el más puro, llegamos al atrevimiento de querer refrenar la transgresión del amor que nos favorece a nosotros mismos, colocando incluso en categorías a los que serían los únicos beneficiarios de él, y excluyendo a quienes consideramos que no son dignos de ese amor que se muta en perdón. Por eso Jesús nos salió al paso, poniendo a nuestra vista lo absurdo de nuestra conducta, invitándonos a hacernos también nosotros transgresores de lo normal, por el amor: "En verdad les digo que los publicanos y las prostitutas van por delante de ustedes en el reino de Dios. Porque vino Juan a ustedes enseñándoles el camino de la justicia y no le creyeron; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, ustedes no se arrepintieron ni le creyeron". En ellos, el amor alcanza su culmen en el perdón. Basta el arrepentimiento y la conversión.

Dios quiso llevar su transgresión a la máxima expresión, sin guardarse nada de lo que el amor transgresor le invitaba a hacer. Habiendo aceptado el reto de salir de sí mismo, creando todo lo que existe fuera de Él, y poniendo al hombre como el objeto último de su amor, avanzó más en ese absurdo, y cuando el hombre lo rechazó, fue aún más allá, involucrándose como actor principal en la obra de transgresión: "Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros". Vino a nosotros para mostrarnos cómo es ese amor que no mide y que debe ser igual en nosotros. Nos enseñó a no dejar el amor como una simple declaración insípida sin compromiso posterior y nos dijo hasta dónde debe llegar y hasta dónde debemos sentirnos comprometidos. Así lo hizo Él y así quiere que lo hagamos nosotros: "Manténganse unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir. No obren por rivalidad ni por ostentación, considerando por la humildad a los demás superiores a ustedes. No se encierren en sus intereses, sino busquen todos el interés de los demás. Tengan entre ustedes los sentimientos propios de Cristo Jesús. El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres. Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz". Esa transgresión del amor llegó hasta la entrega de la propia vida. Por ello el amor no tiene límite. Quien le ponga límites al amor, no ha llegado a amar de verdad. Puede ser que sienta cercanía, cariño, preferencia, pero no ha llegado a amar. El amor llega al extremo de la transgresión, invitando incluso a dar la vida por el amado. Por eso su manifestación gloriosa es la de la misericordia y el perdón, como lo hizo Jesús incluso en el punto final de la afrenta contra Él: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen". Es un perdón que no guarda rencor, que llega al extremo del absurdo de incluso perdonar a quien te está infligiendo el mayor perjuicio como es arrebatarte la propia vida. La transgresión del amor es total. No tiene sentido para quien no ama perdonar a quien te está arrebatando la vida, es decir, a quien te está procurando el peor mal que puedes sufrir. Es el absurdo más grande. Es la transgresión mayor. Pero es la única posible en el auténtico amor. "Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre". Por eso Jesús es nuestro Redentor. Y nos abre el camino que debemos seguir todos. Es el de la transgresión del amor que hay que asumir. Así, con Jesús, también nosotros seremos exaltados sobre todo. Estaremos en la experiencia sublime del amor transgresor que nos lleva a la felicidad eterna.

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