domingo, 6 de julio de 2014

Hazte débil y serás invencible en el amor

Cuando uno repasa detenidamente la Pasión de Cristo, no puede más que sorprenderse por la elección tan maravillosa que Él mismo hizo. El Dios del que afirmamos que tiene todo el poder, toda la sabiduría, toda la ciencia, demuestra en ella la máxima debilidad. Incluso la humildad con la que inicia esa semana fatídica para Él, pero la más grandiosa para la humanidad, es cumplimiento perfecto de lo que había sido profetizado: "Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén; mira a tu rey que viene a ti justo y victorioso; modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica". La entrada triunfal a Jerusalén en el Domingo de Palmas es una copia exacta de lo que había sido vaticinado. El Rey Jesús, entra humilde y modesto montado sobre un borrico, aunque es aclamado por todos con inmensa alegría. La humildad contrasta con lo que se vive. El Rey es aclamado, pero Él va demostrando la máxima sencillez. Todo el desarrollo posterior va consolidando esta actitud, que no es más que la asunción plena del servicio que venía a prestar desde el amor, desde la humildad, desde la entrega definitiva. Hubiera podido hacerlo demostrando todo el poder que era natural en Él, pero no lo decide así. Hubiera podido usar de ese poder para defenderse ante las innumerables injusticias que se cometían contra Él, pero no lo hace. Hubiera podido destruir terriblemente a quienes lo trataban mal, pues es Dios y tiene todo el poder, pero decide no hacerlo. Hubiera podido incluso aunque sea reclamar la injusto, pero calla asumiendo todo: escupitazos, humillaciones, burlas, desprecios, golpes... Hubiera podido liberarse del altar fatídico de la Cruz y con un decreto alcanzar lo que quería lograr con su muerte en ella, pero decide quedar allí clavado hasta dar su último aliento y permanecer inerme al vista de todos sus captores...

La pregunta obligada es: Si podía haber hecho las cosas de otra manera, menos cruenta para Él, menos dolorosa, menos humillante, ¿por qué no lo hizo? Él tenía todas las posibilidades de haber demostrado todo su poder de mil maneras diversas. ¿Por qué, por el contrario, demostró la mayor debilidad? La respuesta es sorprendente, por lo sencillo, en lo que se refiere a la lógica divina: Porque de ninguna manera quiso demostrar el poder que poseía y que era natural en Él, porque nos quiso demostrar que su poder no se basaba en lo físico, en lo político, en lo militar..., sino que se basaba en la fortaleza mayor que tiene Dios, que es en su amor. Esa demostración de debilidad a los ojos de los hombres, fue, en realidad, la mayor demostración de poder, que es la del amor. Siendo débil, hizo alarde de la mayor potencia, la del amor, la fuerza más poderosa de cambio y de renovación que existe sobre la tierra. Si hubiera hecho alarde del poder que sí poseía, no hubiera habido posibilidad de demostrar que el amor es mayor que cualquier fuerza, por muy poderosa que fuera... La debilidad física es la puerta de entrada para la mayor de las fuerzas, la del amor que vence hasta al poder mayor, que es el del demonio...

Los hombres hubiéramos pensado distinto. Hubiéramos hecho alarde de nuestras armas, de nuestro poderío. Hubiéramos "mostrado los dientes" para hacer temblar al enemigo. Hubiéramos pretendido liberarnos de las cadenas, de las humillaciones, de los golpes, con la utilización de la fuerza bruta, y a veces, no tan bruta... La bandera del poder, la defensa de los derechos humanos, la huida ante el sufrimiento, la búsqueda de sólo los placeres a los que tenemos derecho..., todo eso, y más, nos hubieran justificado para salir del atolladero del sufrimiento que se nos hubiera pretendido ejercer... Eso sí, haciendo sufrir a quien quería hacernos sufrir a nosotros... Por eso San Pablo nos invita a cambiar de lógica: "Así, pues, hermanos, estamos en deuda, pero no con la carne para vivir carnalmente. Pues si viven según la carne, van a la muerte; pero si con el Espíritu dan muerte a las obras del cuerpo, vivirán". Es la lógica divina la que debemos asumir. Lo humano, lo carnal, nos invita al uso de nuestra fuerza para defendernos. Es lo lógico. Lo divino nos invita a hacernos fuertes en el amor que es nuestro mejor castillo de defensa. Es la antilógica de Dios... Nos dice San Pablo: "Muy a gusto presumo de mis debilidades, pues entonces residirá en mí la fuerza de Cristo", que es el amor, la entrega, el servicio... "Cuando soy débil, soy fuerte"... Es la paradoja que ha demostrado Jesús. La debilidad humana mayor que demostró muerto en la Cruz, fue por el contrario, su demostración más contundente de poder...

Y desde Jesús, toda obra de nuestra fe debe estar revestida de la debilidad humana para dar entrada a la fortaleza inmensa del amor. Quien quiere lograr la victoria de Jesús, debe, necesariamente, mostrarse débil en lo humano, pues lo que debe vencer de Cristo es su amor, que se muestra en la debilidad. La historia nos ha demostrado ya suficientemente que no es el poder humano el mejor elemento para la extensión del Reino de Dios en el mundo. La Iglesia ha logrado mucho más siendo débil humanamente que casada con el poder. Una Iglesia perseguida, humillada, débil, es una Iglesia fuerte. "La sangre de los mártires es semilla de cristianos", ha dicho con extrema sabiduría cristiana Tertuliano. Las épocas de persecución y de debilidad de la Iglesia han sido las épocas de la verdadera primavera de la fe. Por el contrario, cuando la Iglesia ha pretendido el poder humano, es cuando ha sido más infiel al mensaje de debilidad que nos deja Cristo en la Pasión: "Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán su descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera".  Es necesario que retomemos nuestra debilidad no como un estigma, sino como nuestro escudo y fortaleza, pues es señal de que confiamos de verdad en la fuerza del amor que vence todos los males, principalmente el del pecado, el del demonio, que quiere destruirnos y vencernos... El Papa Francisco nos ha invitado insistentemente a esto en su magisterio. No nos empeñemos en ser poderosos. Empeñémonos en servir desde la humildad. Es la debilidad la que descubre la fortaleza del amor, nuestra verdadera potencia. Y así somos invencibles. Nada ni nadie puede contra el amor. Y nadie podrá contra nosotros si nos pertrechamos del amor de Dios para servir a los hermanos....

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