El perdón es cuestión de amor... No se trata simplemente un acto de la voluntad bonachona de alguien, sino del amor que se le tiene al que se perdona, con todas las consecuencias que tiene el perdón: reconciliación, renovación de la cercanía, olvido del mal, recuperación de la confianza. Sólo quien verdaderamente ama puede perdonar de verdad. De lo contrario, será simplemente un dejar pasar, "esperándolo en la bajadita", no solo porque se piense en una venganza o en una retaliación, sino porque se estaría esperando una nueva falta del "perdonado", para confirmarse en la idea de que esa persona no vale mucho la pena...
Perdonar requiere del amor, pues sólo amando se es capaz de "transgredir" las fronteras de la lógica humana. Solo quien ama es capaz de arriesgarse a dejarse llenar del criterio divino para abandonar la simpleza del horizontalismo humano y elevarse. Se trata de ser valientes al reconocer que no es superior nuestra lógica humana, sino la lógica divina, la del amor que perdona sin tachones en la borradura... De no ser así, de ser el perdón de Dios como el del humano simplón, la verdad es que nuestra condición sería trágica. Si Dios perdonara como perdonamos los hombres, tendríamos que estar vigilantes por cualquier emboscada al cruzar cualquier esquina... Debemos agradecer a Dios ser somo es. Debemos agradecer que desde el principio nos prometió el perdón, sin que ni siquiera lo hubiéramos pedido. Debemos dar gracias de que Él tomó la iniciativa del perdón, habiendo nosotros tomado la de ofenderlo. Debemos dar gracias de que asumió nuestra culpa como si fuera suya y que la satisfizo desde una Cruz ignominiosa, humillante, degradante. Debemos dar gracias de que pasó por encima de nuestra soberbia y se hizo extremadamente humilde, ofreciendo su rostro a golpes y salivazos sin ni siquiera defenderse. Debemos dar gracias de que, incluso en el extremo del sufrimiento y a las puertas de la muerte dolorosa, pidió perdón al Padre por lo que hacíamos, pues no éramos conscientes del tremendo error que estábamos cometiendo... Si Dios no fuera como es, nuestra suerte sería terrible: Solo desgracia, destrucción, apartamiento del amor, soledad, desierto... Por ser Dios como es nuestra realidad es de esperanza, de frescura, de perdón, de futuro feliz, de cielo...
Y es que así es que actúa el amor. Cuando se ama hasta el extremo, se procura el mejor bien para el amado. Y si ese bien es el perdón, pues ese perdón será extremo, hasta las últimas consecuencias, sin ocultamientos ni dejando facturas pendientes. Es total, pues cuando se ama plenamente, se da el perdón plenamente. Y Dios no tiene otra forma de amar. No ama Dios "a medias". No nos "medio ama", no nos "casi ama". Nos ama. Y punto. Y por eso perdona. Y punto... Creo que fue San Bernardo quien dijo que, al terminar la creación, "Dios vio que todas las cosas eran muy buenas (no solo buenas, como los días anteriores, sino muy buenas), porque al fin ya tenía a quien perdonar". Y es que el amor se prueba en el perdón. Un amor que no perdona, no es tal... Y si Dios es amor, es perdón. Y Dios no puede dejar de existir, por lo que nunca dejara de perdonar...
Total, que porque nos ama, nos perdona, incluso a veces, a pesar de nosotros mismos. Porque el perdón compromete. El perdón no es que deja impune. Hay quien se pregunta si perdonar una y otra vez no crea vagabundos... Buena pregunta... La respuesta es que el amor que da Dios debe ser también asumido con responsabilidad. Dios espera que la respuesta del perdón sea igualmente respuesta de amor. El perdón no puede ser "impune"... Aun cuando Dios perdonará siempre, porque amará siempre, también esperará siempre el cambio, la conversión del perdonado. Y esto por una razón muy sencilla. El perdón es bien en sí mismo para el amado, pero sería solo la mitad del recorrido. El bien total es la búsqueda de la conversión, que el perdonado sea mejor. El bien será completo en la medida en que el perdonado reconozca su error y le deje a un lado, tomando una ruta diversa. Ese es el bien total. El perdón se complementará solo cuando haya conversión... Y por eso, el perdón no es solo movimiento del amor de quien perdona, sino también de quien recibe responsablemente el perdón...
Por eso Jesús, a la mujer que se atrevió a entrar en la sala de comensales de los fariseos, y se puso a sus pies llorando, bañando sus pies con lágrimas, enjugándolos con sus cabellos, besándolos y perfumándolos, le dijo: "Perdonados son todos tus pecados". E hizo la observación: "Sus muchos pecados son perdonados porque ha demostrado mucho amor"... Aquella mujer entró en la dinámica correcta del perdón: la del amor. Porque Dios la ama, la perdona. Y porque ella ama, pide perdón... Y cambia de conducta. Se dice que esta mujer es María Magdalena, discípula fiel de Jesús hasta el final; la única, junto a Juan, que acompañó a María en los últimos momentos de sufrimiento y muerte de su Hijo...
También nosotros debemos esforzarnos por entrar en este ámbito del amor, sin temores, sin vergüenzas, sin prejuicios. Si aquella mujer hubiera tenido alguna de estas actitudes, se hubiera perdido de recibir el perdón de Jesús. Y fue perdón total, absoluto, pleno, sin dejar nada guardado. "Sus muchos pecados son perdonados"... Basta que nos dejemos invadir por el amor, que pensemos que el amor de Dios es infinito, que dejemos que el amor fluya desde nosotros hacia Dios, con confianza, sin obstáculos, libremente... Lo único que se necesita para el perdón es la presencia de dos corazones, el de Dios y el del penitente, que se aman y se necesitan, que no quieren estar lejos, que quieren ser uno solo... Como el de Jesús y el de la mujer. Como el de Jesús y el de cualquier pecador arrepentido que se acerca con humildad a recibir el amor convertido en perdón...
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