Los hombres debemos tener un orgulloso sentido de pertenencia... Sentirnos felices de pertenecer a un grupo humano. Todos lo vivimos. Nos sentimos orgullosos de nuestra nacionalidad, de nuestro país, de nuestra familia, de nuestro trabajo... Es la condición para poder sentirse satisfechos en donde estoy, en donde pertenezco. Podemos sentir dolor por lo que le pasa al grupo al que pertenecemos, y eso, en estricto sentido, es también, orgullo de pertenencia, pues nos duele lo que le pasa "a lo nuestro"... Podemos, incluso, establecer un sano "sentido de competencia" en referencia a otros grupos a los que no pertenecemos, haciendo que nuestra condición grupal mejore, se supere, avance... Dios mismo nos hizo miembros del gran grupo de la humanidad, y quiere que nos sintamos orgullosos de pertenecer a él, que lo hagamos avanzar, que demos lo mejor por él, que nos duela lo malo que experimenta... Y, en un paso más adelante en la demostración de su amor por la humanidad, nos convoca al gran grupo de la Iglesia, para que vivamos la fraternidad profunda de los salvados, de sus hijos, de los hermanos del Redentor, y para que, sabiendo que la Iglesia es nuestra Madre, vivamos sus alegrías y sus dolores, la hagamos crecer incorporando a más hermanos a ella, la hagamos presente en todo el mundo con nuestro testimonio, procuremos siempre que sea un excelente instrumento para hacer presente a Jesús y su amor para todos.. Es un sano sentido de pertenencia, que ayuda a construir la propia personalidad y habla de la calidad de nuestro ser persona humana...
Sin embargo, los hombres hemos corrompido la esencia de este orgullo de pertenencia y lo hemos establecido como oposición, como enfrentamiento, como exclusión... Quien no es de nuestra propia nacionalidad es considerado "menos hombre" que nosotros... Hemos fijado las fronteras que, en muchísimas oportunidades no sólo establecen los límites geográficos de un país, sino prácticamente el fin de los derechos de todo aquel que no haya nacido dentro de ellas. Pensamos absurdamente con frecuencia que nosotros o nuestra familia son el compendio de todas las virtudes y que los "pobres desgraciados" que no pertenecen a ella no han tenido tanta fortuna como nosotros... Hemos llegado al colmo de pensar que los que no son de la Iglesia no tienen el "derecho de la salvación", casi limitando la voluntad divina, atribuyéndole a Dios cualidades humanas, obligándole a pensar como nosotros, como si Él quisiera limitar su salvación que es para todos los hombres... Cierto que Jesús afirmó: "El que crea y se bautice se salvará... Y el que no crea se condenará". Sin duda, Jesús excluye de la salvación a quien lo rechaza. Pero no habla de la condenación de los hombres y mujeres de buena voluntad que ni siquiera lo han podido rechazar porque no lo conocen o de quienes inculpablemente o sin malicia alguna no se han detenido lo suficiente en la escucha de sus palabras...
Pero aún más sorprendente es la actitud de quienes, perteneciendo a la Iglesia, habiendo recibido una formación cristiana de buena calidad, activos incluso en la celebración litúrgica de la fe y siendo miembros de alguno de los diversos grupos, movimientos o asociaciones apostólicos de la Iglesia, sobrepasan su "sentido y orgullo de pertenencia" y llegan a considerar a los demás como "bichos raros"... El Papa Beato Juan Pablo II afirmó, con toda razón, que los Movimientos y Asociaciones laicales forman parte de "La gran Primavera de la Iglesia"... Cada uno de ellos es un fruto amadísimo que surge de la inspiración del Espíritu Santo, demostrando que Él es su alma y que vela por su actualización continua... Cada Grupo responde a una necesidad del momento, que sabe percibir perfectamente el Espíritu, e inspira en una persona o en un grupo fundador, un Carisma con el cual enriquece la vida de la Iglesia, pensando enriquecer con él al mundo entero y respondiendo a la necesidad que se presenta...
Tristemente, algunos miembros de estos grupos o asociaciones, han convertido lo que es un fruto de esa "primavera de la Iglesia", en algo así como un invierno... Han desvirtuado totalmente el sentido que tiene cada uno de ellos, que debe apuntar a una comunión, como teología que ha propuesto el Concilio Vaticano II a la Iglesia como su forma de vida actual, y lo han empobrecido totalmente transformándolo en teología del "coto privado", del "cerco cerrado", de "mi grupito". La primavera, rica en retoños, flores, frutos, colores y olores maravillosos, en sus manos se ha convertido en un invierno triste, gris, desnudo, frío... Para muchos de ellos, "quien no está en mi grupo es un pobre tonto", "no sabe lo que se está perdiendo", "tiene cuesta arriba su salvación"... Una vez me contó un sacerdote que un cursillista de cristiandad se le acercó y le dijo: "Padre, usted no será plenamente sacerdote hasta que no haga el Cursillo de Cristiandad"... ¡Dios santo! ¡Ese señor no tenía idea de lo que es la Iglesia, de lo que es el sacerdocio, de lo que es el Movimiento de Cursillos de Cristiandad...!
Y así como digo eso de este cursillista, podría decir muchas que he oído de carismáticos, de catecúmenos, de legionarios de María, y de los demás... ¡Qué tristeza ser testigo de una competencia desleal entre grupos apostólicos, de exclusión de personas hasta de funciones litúrgicas -¡de una misa!- porque no es de nuestro grupo, del desprecio de una misa "porque no la celebró un cura de mi grupo"... Para ese tipo de personas, algunas misas valen más que otras, algunas oraciones valen más que otras, algunos cantos valen más que otros... Está bien sentir el orgullo de pertenecer al propio grupo...Pero ese orgullo debe ser sano. Ese sentido de pertenencia debe ser sano... No es posible que el grupo apoye estas posturas contaminadas con orgullo y sentido de pertenencia enfermos...
La Iglesia es una sola, enriquecida -¡enriquecida!- con la diversidad de carismas que el Espíritu infunde en ella continuamente. No convirtamos los carismas en pobrezas, en marcas de fábrica que nos distinguen y nos apartan. Si así fuera, en nada nos diferenciaríamos de las sectas que han minado a la Iglesia y le han asestado golpes certeros... Estaríamos promoviendo "el invierno de la Iglesia", en vez de su primavera...
No caigamos en la tentación de Juan: "Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y como no es de los nuestros, se lo hemos querido impedir". "Maestro, hemos visto a un catecúmeno, a un legionario, a un carismático, a un cursillista..., hablando bien de ti, haciendo apostolado en favor de tu amor y de la redención de sus hermanos, ayudando a los pobres en los que te ve a ti..., y se lo hemos querido impedir, nos hemos burlado de su esfuerzo, porque no es de los nuestros..." No suena muy cristiano...
Promovamos, más bien, la verdadera comunión... Todos tiremos del carro en una sola dirección..., cada uno en su cuerda, ¡pero en la misma dirección...! Los carismas son el tesoro más maravilloso con el que nos ha enriquecido el Espíritu Santo, Alma de la Iglesia y principal protagonista de la Evangelización. Escuchemos a Jesús, que nos dice: "No se lo impidan. El que no está contra ustedes, está a favor de ustedes"... Hagámosle caso. La Iglesia es SU Iglesia, y nadie mejor que Él sabe qué es lo que más le conviene y cuál es el camino correcto que debe recorrer...
Vaya, vaya!!!! que me ha dado cuerda para pensar en ciertas palabras que me han dicho por estar sirviendo a Cristo en lo que he considerado un llamado, dejando otro a otros.¿ El celo apostólico? cómo lo definiríamos entonces. Me cuido de demostrar inconformidad cuando en una celebración litúrgica se introducen detalles de los cuales mi espíritu no participa, cierro los ojos y ofrezco el sacrificio y si toca pedir perdón a Dios por la ofensa en su culto, lo hago. No comento, ni cuchicheo, me callo y continúo. Que si todo fuera como a mi me gusta, no existirían la diversidad de carismas.
ResponderBorrarExacto... Y ahí está la riqueza de la inspiración del Espíritu... Él tiene en cuenta la diversidad de personalidades y de necesidades de cada uno, y responde a ellas. Lo importante es seguir siendo de Jesús y de su Iglesia, por encima de la pertenencia a un grupo particular... Gracias por tu comentario Ma. Auxiliadora. Saludos a tu familia. Dios te benidga
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