Jesús nos exige a los hombres la perfección. Su invitación es clara: "Sean perfectos como el Padre celestial es perfecto". De ahí que jamás podrá estar contento con que nosotros nos decidamos a dar "alguito", como para "mantenerlo contento". Con que mantengamos "medias tintas", "medias entregas", "medias exigencias"... No quiere medios corazones, medias manos, medios brazos, medias voluntades... No quiere que cumplamos a medias para "salvar las responsabilidades". No. Él lo quiere todo. Él no se contenta con mediocridades ni medianías... Por eso exige así, sabiendo que nuestra plenitud está en buscar la meta de la perfección. No podemos pensar que sea injusto cuando nos pide eso, pues si alguien nos conoce bien y sabe hasta dónde podemos llegar es Él mismo, pues hemos salido de sus manos... Que nos exija el máximo no es para beneficio suyo, sino para beneficio nuestro, para que nosotros lleguemos a ejercer nuestra condición humana al máximo y no nos quedemos en la mitad del camino...
La medida que pone Jesús es: "Como el Padre celestial es perfecto"... ¿Qué significa eso? No se trata de que los hombres lleguemos a ser dioses. La perfección divina es sólo de Dios. Nadie más la puede poseer. Pero la condición de perfección en la medida humana, sí estamos obligados a perseguirla. Una traducción de la frase de Jesús podría ser la siguiente: "Así como el Padre celestial es perfecto en su divinidad, sean ustedes también perfectos en la humanidad que les corresponde. No ejerzan su humanidad a medias. Utilicen en plenitud su inteligencia y su voluntad. Sean plenamente libres como hombres. Amen sin límites..." En lo humano, debemos ser perfectos como el Padre celestial lo es en lo divino...
Jesús nos pone la meta para que tengamos siempre la vista elevada. Para que busquemos las alturas, para que no nos quedemos arrastrados en los actos del hombre, sino que nos elevemos a los actos humanos... Lo del hombre es lo corporal, lo material, lo instintivo. Lo humano es lo integral, lo corporal enriquecido con lo espiritual, lo humano llevado a su plenitud por la vivencia de los valores, de las virtudes, de los principios enriquecedores... Lo humano es lo que nos hace imagen y semejanza de Dios, pues es lo que Él ha impreso en nosotros desde su propia naturaleza, haciéndonos partícipes de la suya...
Cuando Jesús nos dice: "El que es fiel en lo poco, es fiel en lo mucho", no nos pone una meta imposible. Simplemente nos está pidiendo que cumplamos siempre, sin excepciones, con lo que es propio de nuestra naturaleza. Si estamos llamados a la honestidad, lo estamos siempre. No sólo en las ocasiones en las que tengo que ser "muy honesto", sin que importe ser "poco honesto" o "medianamente honesto"... Quien es honesto ante 10 millones de dólares, debe serlo también ante un dólar, o ante 10 mil... Lo que importa es la "condición de honestidad", no la "cantidad de honestidad". Quien no es honesto con un dólar, ha dejado de ser honesto. Punto... Es ahí donde Jesús no quiere medias tintas... Ni medias entregas... Ni medias exigencias...
Lamentablemente, los hombres no hemos enfermado de mediocridad aguda... Nos hemos conformado con exigirnos lo mínimo. Creemos que cumplir con eso ya es suficiente. ¡Y que nadie venga a exigirnos más...! Y empezamos a "rasguñar" por todos lados... "¿Por qué no quedarme cinco minutos más tomándome el cafecito? Total... Cinco minutos son nada..." "¿Por qué no devolver los 10 céntimos que me dieron de más en el vuelto? Total... Ese es un regalito que no me esperaba, y el vendedor ni lo va a notar..." "¿Por qué no quedarme con estos 10 dólares de más que tengo en las manos? Total... A mí me hacen falta y al jefe ni cosquillas le hacen..." "¿Para qué hacer más de lo que he hecho en el día? Total... Ya cumplí mi cuota por hoy y nadie me va a reconocer el esfuerzo extra que haga..." Y así... Podemos enumerar miles de situaciones en las que los hombres no sólo nos contentamos con lo mínimo, sino que hasta nos jactamos de ello y lo justificamos...
Debemos afirmar rotundamente que ese no es el comportamiento de un cristiano. La mediocridad, vista en su realidad más horrible, es un cáncer que nos va carcomiendo por dentro... A menos que se cure a tiempo, nos matará. Nos matará el espíritu, se comerá nuestros valores, eliminará nuestras virtudes, borrará nuestros principios.... Y al final, tendremos las manos totalmente vacías, y nos preguntaremos por qué... Y no nos habremos dado cuenta de que la mediocridad nos fue consumiendo poquito a poquito, trágicamente...
Lo que Cristo nos pide es que estemos alerta, que no nos descuidemos. Que no nos creamos "más vivos", pues la realidad es que nos estaremos haciendo trampas nosotros mismos. Y en esas trampas seguramente caeremos indefensos, pues ante nosotros mismos tendremos los brazos abajo... Cristo nos pide que seamos fieles en todo, sin importar en cuánto. Que tengamos "actitud de fidelidad" y no simples "conductas fieles". Que apuntemos siempre más alto, pues es la única manera de ser cada vez mejores, para beneficio de nosotros mismos. Por eso, al joven rico, que ya era bueno pues cumplía todos los mandamientos desde niño, le invitó a elevarse un escalón más. Para Jesús no es suficiente lo bueno. Él quiere que persigamos lo mejor, hasta llegar a la perfección... Si no apuntamos a la perfección nos quedaremos en lo mediocre... Y estaremos apuntando a nuestra muerte como humanos...
Seamos fieles, honestos, responsables... Sirvamos sólo a Dios, sin meter cuñas indeseables. No nos hagamos trampas nosotros mismos. No creamos que seremos más vivos así. Los verdaderamente vivos, los verdaderamente humanos, son los que le hacen trampas a la mediocridad, a la deshonestidad, a la poca exigencia, para erigirse firmes con actitud de fidelidad ante la vida, elevándose cada vez más, avanzando más en el camino que conduce a la meta de la perfección...
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