martes, 27 de agosto de 2013

¿Y qué hacer con los hijos?

Mónica nos pone en evidencia... Su oración continua, sus lágrimas, sus desvelos para lograr la conversión de su esposo Patricio y de su hijo Agustín, nos explotan en la cara... No se puede ser padres "impunemente". Su vida de fe, así lo entendió ella, la llamaba a responder en toda circunstancia, pero aún más intensamente en su vida familiar. Por eso tomó sobre sus hombros, como tarea insoslayable, llevar a toda su familia al encuentro con Dios, con todo lo que ello conlleva... Fue, en primer lugar, modelo ejemplar para ellos. Al punto de que su esposo llegaba hasta a burlarse porque era muy buena. Pero jamás se atrevió él a oponerse a lo que ella hacía. Un marido maltratador que nunca se atrevió contra ella. Su convicción personal y la solidez de su ejemplaridad se imponían. Bastaba verla para respetarla... Días antes de su muerte Patricio "sucumbe" y pide el bautismo. Mónica, con sus oraciones, sus lágrimas y su testimonio, logró que su marido llegara a los brazos de Jesús...
Pero a Mónica le quedaba el "hueso duro" de Agustín. Huérfano de padre a los 17 años, se consideró dueño del mundo. ¿Qué podía enseñarle y exigirle la madre a un hombre hecho y derecho? Agustín, inteligente como ninguno, empezó a hacer su vida. Y su madre continuó a sufrir... Seguramente con la mejor de las intenciones Agustín buscaba afanosamente la verdad. Ávido, iba por cualquier camino en el que atisbara una luz para seguirla. En esa época en que la humanidad quería saber más de sí misma, era fácil encontrar mil caminos distintos y atractivos... Y Agustín se perdió en ellos. Desdeñó el que le abría su madre, simplemente porque venía de ella, "poco instruida".
Pero Mónica nunca se amilanó. Continuó orando, siguió viviendo su convicción, siguió dando testimonio de lo que creía, siguió derramando lágrimas por Agustín. Un señor Obispo llegó a decirle: "Es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas". Mónica regaba su oración y su testimonio con el agua viva de sus lágrimas...
Hasta que llegó su triunfo. Y Agustín, puesto en evidencia por el amor, ante su soberbia y su orgullo, a los 33 años, cayó delante de Cristo. La oración, el testimonio y las lágrimas de Mónica vencieron. No se perdió el hijo de tantas lágrimas... La constancia, la conciencia de ser responsable de su familia, hicieron de Mónica una mujer incansable ante el reto de llevar a su familia por los caminos buenos, los de Dios, los de los valores, los de la bondad, los de la construcción de un mundo mejor...
Es esto lo que nos explota en la cara. ¿Cuántas Mónicas necesitamos hoy? En un mundo en el que se ha exaltado la absoluta autonomía, en el que la asunción de responsabilidades es cada vez más extraño, en el que la familia parece carecer de referentes éticos, Mónica es un grito a cada uno de los padres. Nos dice que se necesitan padres formadores, que asuman su tarea con responsabilidad, que no descarguen su responsabilidad en la televisión, o en la escuela, o en los "amigotes", o en quién sabe sobre quién...
Nuestro futuro, en manos de unos jóvenes carentes de la formación que les puedan dar sus padres, se nos sugiere muy frágil... Si hoy estamos teniendo problemas de convivencia, de egoísmo exacerbado, de suspicacias mutuas, de conflictos en aumento... ¿qué pasará mañana? En las manos de los padres de hoy está cada uno de los constructores del futuro. ¿Qué van a hacer? 
Necesitamos muchas Mónicas. Muchas... Mónicas madres y padres, que con su oración, con su testimonio ejemplar, con sus desvelos y sus lágrimas, moldeen nuestro futuro y nos den una esperanza cierta de un mundo mejor, construido sobre el amor, sobre los valores, sobre el bien. Un mundo que camine hacia Dios...

2 comentarios:

  1. Dios nos ayude con nuestros hijos, que les toca moversen en un mundo agresivo para la fe católica, un mundo plagado de engaños y trampas.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Así es, Rodrigo... Hay que echar mano de la "gracia de estado" con la que Dios los ha enriquecido a los padres y las madres, para poder formar a sus hijos para que sean en el futuro hombres y mujeres de bien... Fortalecerse interiormente, para poder fortalecer a los hijos... Dios te bendiga

      Borrar