miércoles, 13 de noviembre de 2019

No te gusta el ruido ni el escándalo. Tu reino es paz

Resultado de imagen para el reino de dios está en medio de vosotros

La Sabiduría de Dios tiene infinitas cualidades. La más importante de todas es que es de Dios, y por lo tanto, comparte con Él su esencia eterna, su infinitud y su invisibilidad. En la tradición teológica a esa Sabiduría divina y eterna se la ha identificado con la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Verbo Eterno de Dios, el Hijo de Dios, que en un momento de la historia de la humanidad, fue enviado por el Padre y aceptó voluntariamente ese encargo, para entrar Él mismo en esa historia, para hacerse parte de esa historia y hacerla llegar a su culminación perfecta. "Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad". "Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros". "Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva". Esa sabiduría divina es "un espíritu inteligente, santo, único, múltiple, sutil, móvil, penetrante, inmaculado, lúcido, invulnerable, bondadoso, agudo, incoercible, benéfico, amigo del hombre, firme, seguro, sereno, todopoderoso, todo vigilante, que penetra todos los espíritus inteligentes, puros, sutilísimos". Para nosotros es la mayor riqueza que hemos podido recibir en toda nuestra existencia. Su presencia entre nosotros es la mejor noticia que podremos recibir jamás, por cuanto la hemos hecho venir en un arrebato de amor de Dios, por algo terrible que nosotros mismos habíamos hecho, poniéndonos de espaldas a esa misma Sabiduría. Dios no ha querido dejar que nuestra empresa de rebeldía tuviera éxito, sino que ha opuesto su fortaleza más grande a esa pretensión humana, basada en su amor eterno e infinito por cada uno de nosotros.

Acercarse a la Sabiduría, llenarse de ella, dejar que haga su obra de amor en nosotros, nos atrae todas las bendiciones. Es lo que quiere hacer el Verbo eterno hecho hombre, que no ha escatimado absolutamente nada de lo que haya podido hacer para lograr nuestro rescate. "Se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz". La Sabiduría eterna de Dios se hizo lo más bajo que podía ser para elevarnos a todos de nuevo a la condición de hijos de Dios, llenos de su Gracia y de su amor. "Entrando en las almas buenas de cada generación, va haciendo amigos de Dios y profetas; pues Dios ama sólo a quien convive con la sabiduría". Esa obra es obra silenciosa, sin aspavientos, sin ruidos, sin escándalos. Es obra sutil, como es ella, pues se trata de un encuentro de intimidad de corazones que se aman. El amor no hace ruido. El amor es suave y sereno. "Es reflejo de la luz eterna, espejo nítido de la actividad de Dios e imagen de su bondad. Siendo una sola, todo lo puede; sin cambiar en nada, renueva el universo". Es obra de amor a amor, de corazón a corazón, de novedad esencial a corazón renovado.

Por eso Jesús es insistente en dar a entender la presencia de Dios silenciosamente, como actúa la Sabiduría: "El reino de Dios no vendrá espectacularmente, ni anunciarán que está aquí o está allí; porque miren, el reino de Dios está dentro de ustedes". Es absurdo que esperemos acciones estrambóticas de parte del Espíritu de la Sabiduría, por cuanto ese no es su estilo. Él es sutil y sereno. Nuestra naturaleza está muy ganada por lo espectacular, por lo sonoro, por lo ruidoso. Nos encantan los milagros, los portentos, las maravillas. Y Dios, infinitamente generoso, porque nos conoce mejor que lo que nos conocemos nosotros mismos, nos lo concede en ocasiones. Pero no es su manera de actuar normal. Prefiere un corazón rendido a Él, que lo acepte en la serenidad del amor que se encuentra con su amor suave y sutil. Es el amor de nuestro Dios que no hace escándalo, sino que solo busca la serenidad de un corazón bien dispuesto a dejarse amar, amándolo eternamente. Se quiere derramar como un aceite de bendición en el corazón que se abre a su presencia. Que ese sea nuestro corazón. Que acepte la suavidad de Dios que sólo busca hacernos de nuevo hijos suyos, que busca un corazón que lo acoja y lo ame en la serenidad, ahora y para toda la eternidad.

2 comentarios:

  1. Amén. Ese Reino de Paz lo debemos añorar todo, pero debemos vivir en Cristo y por Cristo para ganarnoslo.

    ResponderBorrar