La novedad del Evangelio es radical. La lógica del amor está por encima de toda la lógica horizontal que los hombres vivimos con toda naturalidad. La obra de Jesús nos desencaja casi por completo, al ser una obra que en sí misma trasciende la lógica de una vida muelle, sin gran profundidad, casi contenta con la falta de trascendencia, con la autoreferencialidad exclusiva, a decir del Papa Francisco, con la ausencia de la fraternidad a la que nos llama nuestra creación como seres esencialmente comunitarios. La exigencia del amor nos pone el alcance de nuestros logros una meta con una cota mucho más alta. En la dinámica del amor, esto es natural. El sacrificio redentor del Salvador es, en sí mismo, para el mismísimo Hijo de Dios, la exigencia mayor. No la realiza con un gesto que no lo involucrara en lo más extremo. La obra definitiva de Jesús requirió para Él el esfuerzo mayor que ha podido hacer hombre alguno en la historia. No solo por lo terrible de lo que le exigió, que llegó al sacrificio de amor más grande, muriendo en vez de quienes debían morir, y con ello, rescatándolos de la mayor ignominia que podía sufrir la humanidad, sino por la trascendencia que posteriormente tendría esa entrega a la muerte, y que cambia radicalmente el hilo de la historia humana. Su gesto de amor es la muestra de que todo obtenía un nuevo cariz y de que no quedaba en un simple gesto de bondad y de misericordia, sino que se elevaba, imbuido todo en su inmenso amor, en el clima y la realidad de un amor nuevo, más comprometedor, que traslada a todos los salvados. Por eso, en una era en que los minimalismos son la marca común de las actuaciones de los hombres, estos quedan totalmente desplazados, pues el amor da una lógica nueva a ese nuevo estilo de vida que deben vivir todos los que quieran ser auténticos discípulos de Aquel al que atravesaron con la lanza en la Cruz. No hay cabida para las cosas comunes, sino solo para el heroísmo de la vivencia real de la fe y del amor.
Este nuevo estilo de vida, es sin duda, heroico. Muchísimo más comprometedor que el que exigía anteriormente el simple cumplimiento de una ley que podía no llegar a comprometer sino solo en las mínimas exigencias, lo cual hacía correr el riesgo de que ni siquiera el ser del hombre se sintiera exigido. Quien acepta ser transformado por la auténtica experiencia del amor salvador, debe hacerse consciente de que ya no podrá vivir con los mismos criterios y actitudes que lo dejaban personalmente satisfecho en el cumplimiento de las mínimas exigencias. La asunción del verdadero amor lo llama a encaminarse por itinerarios distintos, totalmente nuevos, que, aunque sorprendentes, son realmente los que hay que rescatar, pues son los que exigen la nueva ley del amor. Es lo que ha hecho Jesús, y lo que nos marca la pauta para todos sus seguidores. Sorprende sobre todo la presentación de estas exigencias como lo hace San Pablo a la comunidad de los Corintios, a la que amaba entrañablemente. No esconde nada de la nueva exigencia y del nuevo estilo que es exigido para quienes aceptan a Jesús como su Salvador. El estilo es el del amor, el de la fraternidad, el de la caridad radical, que llama a ese heroísmo de la fe que debe ser característica en el cristiano: "Como cooperadores suyos, los exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios. Pues dice: 'En tiempo favorable te escuché, en el día de la salvación te ayudé'. Pues miren: ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación. Nunca damos a nadie motivo de escándalo, para no poner en ridículo nuestro ministerio; antes bien, nos acreditamos en todo como ministros de Dios con mucha paciencia en tribulaciones, infortunios, apuros; en golpes, cárceles, motines, fatigas, noches sin dormir y días sin comer; procedemos con limpieza, ciencia, paciencia y amabilidad; con el Espíritu Santo y con amor sincero; con palabras verdaderas y la fuerza de Dios; con las armas de la justicia, a derecha e izquierda; a través de honra y afrenta, de mala y buena fama; como impostores que dicen la verdad, desconocidos, siendo conocidos de sobra, moribundos que vivimos, sentenciados nunca ajusticiados; como afligidos pero siempre alegres, como pobres, pero que enriquecen a muchos, como necesitados, pero poseyéndolo todo". Los criterios simplemente humanos son superados y la mira debe ser colocada en una tesitura ciertamente muy superior. Es el día de la salvación, el tiempo de la novedad radical del amor de entrega a Dios y a los hermanos, sin buscar mínimos, sino con la disposición de la misma radicalidad de Jesús, el Maestro.
Es la misma exigencia que ya había hecho Jesús a sus oyentes. El amor apunta a lo más alto. Está en continuidad con esa enseñanza y esa exigencia. No hay novedad en la exigencia, sino en la búsqueda de la respuesta honesta y humilde de los discípulos. Ciertamente la respuesta no es sencilla, por cuanto exige la asunción de una conducta totalmente distinta a la que normalmente se daba a la llamada del amor. Se trata de asumir que la novedad de vida que exige el amor, aunque va en consecuencia a lo que se había exigido desde el origen, que existe ahora una disciplina nueva. Sorprendente en cuanto busca que esa novedad transforme desde la raíz el ser del hombre que acepta la salvación. Es desmontar lo que se es para pasar a ser un hombre nuevo, que muestra con su conducta y su experiencia vital que yo no es el mismo, pues ha sido realmente renovado por el rescate de Jesús: "En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 'Ustedes han oído que se dijo: 'Ojo por ojo, diente por diente'. Pero Yo les digo: no hagan frente al que los agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehuyas'". Los minimalismos no son cristianos. Hemos sido llamados a los maximalismos. No a los mínimos de una conducta normal. Incluso a renunciar a la defensa que consideraríamos justa de nuestra integridad. De lo que se trata es de que demos muestras de que tenemos valores superiores por los cuales estamos dispuestos incluso a dar la vida. Es dar demostración de ese amor que nos mueve y que nos motiva, ante lo cual nos rendimos, pues asumimos que es el camino por el cual se nos llama a la perfección. Jesús lo asumió como parte de su misión. Nos toca a nosotros asumirlo, para demostrar la valoración que hacemos de la novedad que hemos adquirido al aceptar la obra de amor de Cristo en nosotros, y para demostrar a todos que ese es ahora nuestro mayor tesoro.
Ayúdanos a darnos cuenta de ser mas generosos. El Amor es el remedio☺️
ResponderBorrarEl camino que Jesús ha trazado es camino de paz,de amor de no violencia. Y en este camino estamos llamados a entrar todos sus seguidores.
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