domingo, 6 de junio de 2021

El Corpus Christi es la razón de nuestra existencia como cristianos

 La Eucaristía: sacramento y sacrificio | tengo sed de Ti

Celebrar la Solemnidad del Corpus Christi es celebrar el centro de atracción y la fuente de toda la fe cristiana. La vida de la Iglesia nace de esta donación, amorosa y extraordinaria, de Jesús a los hombres. Tiene su origen en ella. Sin Eucaristía no hay Iglesia. Los términos usados en la proclamación de este gran misterio ya nos colocan en una tesitura superior, la de un misterio inefable, incapaz de ser comprendido totalmente, a no ser que se entre en el ámbito profundo del amor divino y de su misterio, elevando la mirada y el corazón no solo a lo tangible, sino hacia lo que somos incapaces de percibir por nuestros sentidos. En la celebración de la Última Cena, el evangelista Juan, tomando ese sentido tan profundo del gesto que va a realizar Jesús, afirma: "Sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo". Es el extremo del amor al que está dispuesto a llegar Jesús en su entrega sacrificial. Está dispuesto a regalar el gesto más grandioso de su amor, con la firme intención de no dejar solo al hombre, a su arbitrio, luego de su muerte en la Cruz. Más aun, ese gesto de muerte ignominiosa en el sacrificio, será conmemorado una y otra vez en su presencia sacramental, cada vez que se celebre de nuevo el sacrificio de la Eucaristía. No será una repetición del mismo, pues Cristo no sufre más, ya que está en la presencia gloriosa del Padre; sin embargo, sí será la renovación de todos los efectos que produce su entrega de amor en favor de todos nosotros. El evangelista Lucas da también cuenta del deseo de Jesús de dejar este testamento de amor, cuando le dice a los apóstoles reunidos a su alrededor en la Cena Pascual: "Ardientemente he deseado comer esta Pascua con ustedes". Jesús arde de deseos de poner el sello maravilloso a todos los gestos de amor que ha realizado durante todo su ministerio. Amor y deseo de entrega son las marcas del Corpus Christi.

Esta entrega de Jesús confirma todas las acciones de Alianza que había realizado Dios con su pueblo anteriormente. Pero se necesitaba algo más. No podía quedarse simplemente en un gesto exterior, que "significara" algo. Era necesario que aquellos sacrificios antiguos, también válidos, pues descubrían y prefiguraban la intencionalidad futura de Dios de establecer una Alianza estable y definitiva, que al fin y al cabo anunciaban algo mayor para el futuro, pues todo siempre quedaba fuera del hombre, dieran un paso adelante. No podía ser que el gesto quedara siempre fuera, sin comprometer totalmente la vida de los hombres: "Entonces Moisés tomó la sangre y roció al pueblo, diciendo: 'Esta es la sangre de la alianza que el Señor ha concertado con ustedes, de acuerdo con todas estas palabras'". La validez de aquellos sacrificios anteriores era real, pero insuficiente. El hecho de la encarnación del Verbo establecía un nuevo orden más profundo y esencial. Era identificador. No podía quedar todo en gesticulaciones que no comprometían, sino que tenía que implicar en toda su profundidad la vida de cada hombre, empezando por el mismo Jesús, que lo asumió radicalmente, para el cual la consecuencia será incluso llegar hasta la muerte. La entrega de Jesús llama a cada hombre a estar dispuesto a asumir el mismo camino. Por ello, ya no es un simple gesto, sino que llega a ser conmemoración que marca la vida del hombre y de todos los cristianos, miembros de la Iglesia: "Hermanos: Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos. Su 'tienda' es más grande y más perfecta: no hecha por manos de hombre, es decir, no de este mundo creado. No lleva sangre de machos cabríos, ni de becerros, sino la suya propia; y así ha entrado en el santuario una vez para siempre, consiguiendo la liberación eterna. Si la sangre de machos cabríos y de toros, y la ceniza de una becerra, santifican con su aspersión a los profanos, devolviéndoles la pureza externa, ¡cuánto más la sangre de Cristo, que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, para que demos culto al Dios vivo. Por esa razón, es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza; y así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna". La entrega del Cuerpo de Cristo eleva al infinito eterno la calidad de todos los sacrificios antiguos. Ya no se quedan en sangre de animales, sino que es la sangre del mismo Cordero de Dios, que viene a quitar los pecados del mundo y a darnos la vida, con su entrega de amor por nosotros hasta la muerte. Asumiéndolos, los lleva a la plenitud, y nos enriquece con el tesoro más grande, que es Él mismo.

En efecto, ese gesto final grandioso antes de su sacrificio, al que se sabía conducido por la voluntad del Padre, y asumido por Él mismo, simple y sencillamente por amor, pues hubiera podido realizar el rescate de la humanidad con cualquier otro gesto que lograra la misma finalidad, ya que es Dios y no hay nada imposible para Él, pero que quiso hacerlo en la demostración más contundente de su amor -"No existe amor más grande que dar la vida por los amigos" ... "Me amó a mí, y entregó su vida a la muerte por mí"- , es asumido y realizado sin ambages. El Cuerpo entregado y la Sangre derramada sellan un pacto eterno, indeleble, en el que cada vez que sea celebrado, Dios en Jesús nos confirma su amor y su eterna intención de favorecernos, por encima de cualquier circunstancia. Ni siquiera los más grandes pecados de la humanidad hacen trastabillar los deseos de Dios de demostrar una y otra vez su amor por su criatura. Su meta la tiene clara: tener al hombre consigo eternamente, y en eso se le va a ir literalmente la vida: "Mientras comían, tomó pan y, pronunciando la bendición, lo partió y se lo dio diciendo: 'Tomen, esto es mi cuerpo'. Después, tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias, se lo dio y todos bebieron. Y les dijo: 'Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos. En verdad les digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el reino de Dios". Es el sacrificio último y primero, por el cual sella definitivamente su nuevo pacto de amor, su nueva Alianza, que será eterno. Jamás dejará de estar presente entre nosotros. Y cada vez que celebramos la Eucaristía renovamos este pacto de amor, con lo cual quedamos seriamente comprometidos. Celebrarlo es renovar el amor, es revivir el gesto de entrega, al que nos invita a estar presentes Jesús en cuerpo y alma. Es sentir esos efectos de redención que se renuevan una vez tras otra cuando contemplamos embelesados este misterio profundo, pero altísimamente gratificador. Por eso Jesús nos insiste: "Cada vez que coman de este pan y beban de este cáliz, proclaman mi muerte hasta que vuelva". Misterio central de nuestra vida, sin el cual no podremos avanzar hacia la plenitud que nos es regalada, y que está y estará siempre presente hasta el final de los tiempos, cuando estaremos sentados en la mesa del banquete que ya disfrutamos hoy adelantadamente, por ese privilegio que nos da el rescate que Jesús ha realizado con su muerte por amor al entregase en la Cruz, y que recordamos en cada celebración del sacramento. Eucaristía significa "acción de gracias". Es lo que debe surgir espontánea y naturalmente de nuestro corazón y de nuestra vida entera. Que seamos los hombres más agradecidos a Dios, por este gesto de amor que no es superado por ninguna otra realidad que podamos vivir.

2 comentarios:

  1. La entrega del cuerpo de Cristo eleva al infinito la calidad de los sacrificios antiguos y es el mismo hijo de Dios el cordero que con su sangre, salvara a la humanidad quitando los pecados del mundo y a darnos vida,con su entrega de amor por nosotros hasta la muerte.

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  2. La entrega del cuerpo de Cristo eleva al infinito la calidad de los sacrificios antiguos y es el mismo hijo de Dios el cordero que con su sangre, salvara a la humanidad quitando los pecados del mundo y a darnos vida,con su entrega de amor por nosotros hasta la muerte.

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