La lógica del amor y de la fe supera con mucho a la lógica simplemente humana. Para nosotros es especialmente importante tratar de cuadrar todas las cosas en explicaciones razonables que nos dejen satisfechos, con una conciencia de claridad y de tranquilidad, pues de lo contrario siempre estaremos caminando inseguros, con la sensación de que no estamos pisando en firme, y por lo tanto, con la intranquilidad de un posible desequilibrio que nos crea desasosiego. En cierto modo, es esto lo que nos motiva a mejorar y a procurar que nuestro mundo y nuestros hermanos mejoren, pues hemos sido creados para la felicidad y para procurar la felicidad de los demás. Es nuestra tarea y no podemos renunciar a ella. Dios nos ha hecho responsables de ello, y en procurarlo se nos debe ir la vida. Junto a esto, es necesario que tomemos la trascendencia de nuestras acciones, pues al ser llamados a la eternidad, este progreso no se puede detener cuando aparezcan los obstáculos que seguramente nos encontraremos en el camino. Los primeros serán los que ponemos nosotros mismos, al considerarnos incapaces de llevar adelante semejante tarea. Sin embargo, esto, más que escollos en el camino son la verdadera oportunidad que nos pone el Señor para que asumamos que esa lógica, la del amor y de la fe, supera nuestra simple expectativa humana que, al ser limitada, porque lo somos naturalmente, nos llama a precisar nuestra mirada más allá de lo natural. Nuestra condición de seres complejos, que se mueven ante su propia naturaleza regalada por el amor al haber surgido del amor infinito de Dios, y la de nuestra trascendencia que nos tira hacia la eternidad divina, en el regalo de la participación de la naturaleza divina que nos enriquece extraordinariamente de parte del amor de Dios, debemos aplicar la sabiduría que se nos ha regalado. Por ello, debemos apuntar siempre hacia arriba, sin quedarnos varados en la realidad tangible de nuestra vida ordinaria. Teniéndola en cuenta, pues es la parte natural que nos toca asumir, debemos hacernos dóciles a las inspiraciones divinas que nos llaman a no quedarnos en lo horizontal, sino a apuntar a lo que permanecerá eternamente. Es la docilidad necesaria para poder asumir correctamente el ser también cada uno elevado a la lógica de Dios.
Lo primero que debemos asumir es nuestra propia debilidad. No somos súper hombres. El mundo de los súper héroes es un mundo de fantasía que nos hemos forjado para vivir en el espejismo de lo que por nosotros mismos somos incapaces de lograr. Es el ideal del hombre: llegar al punto en el que nada nos podrá vencer, que nada nos puede dañar, que somos inmunes a cualquier ataque o persecución, que somos poderosos ante cualquier dolor o sufrimiento. Es el ideal de la incolumidad, en el que somos inmunes a todo, pero que lamentablemente no es el mundo real. Ese mundo es muy distinto a este que nos podemos forjar. El mundo real, aun cuando tiene hermosas compensaciones, es en ocasiones un mundo cruel e inhumano. Muchas veces por responsabilidad de lo que nosotros mismos hacemos, pero frecuentemente más por lo que otros cargan sobre nuestras vidas. Todo esto nos dice que nuestra condición pasajera marca la pauta con nuestra debilidad: "Hermanos: ¿Hay que gloriarse?: sé que no está bien, pero paso a las visiones y revelaciones del Señor. Yo sé de un hombre en Cristo que hace catorce años - si en el cuerpo o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe - fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y sé que ese hombre - si en el cuerpo o sin el cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe - fue arrebatado al paraíso y oyó palabras inefables, que un hombre no es capaz de repetir. De alguien así podría gloriarme; pero, por lo que a mí respecta, sólo me gloriaré de mis debilidades. Aunque, si quisiera gloriarme, no me comportaría como un necio, diría la pura verdad; pero lo dejo, para que nadie me considere superior a lo que ve u oye de mí. Por la grandeza de las revelaciones, y para que no me engría, se me ha dado una espina en la carne: un emisario de Satanás que me abofetea, para que no me engría. Por ello, tres veces le he pedido al Señor que lo apartase de mí y me ha respondido: 'Te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad'. Así que muy a gusto me glorío de mis debilidades, para que resida en mí la fuerza de Cristo. Por eso vivo contento en medio de las debilidades, los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque, cuando soy débil, entonces soy fuerte". Esta es la clave del sosiego. Lejos de lo que podemos imaginarnos, en la añoranza del ser poderosos para poder vencer en todo por la propia virtud, la experiencia espiritual del encuentro con el amor y la fe, nos da esa sensación de seguridad, pues nos ponemos en las manos del realmente poderoso y el que nos enriquece con su fuerza y la ilusión de ser de Él. Incluso las sublimes experiencias espirituales que podamos vivir, que el amor de Dios nos pueda regalar en su inmenso amor por nosotros, deben desencajarnos de nuestra experiencia vital ordinaria, pues en todo caso serán siempre dádivas de su amor, sobre las cuales nunca podremos tener el control. Hay que asumirlas como lo que son, es decir, como dones extraordinarios que nos son regalados misteriosamente.
Lo propio del hombre de fe, el que ha sido arrebatado por el amor infinito, es saber reconocer estos dones, no para engreírse, sino para vivir agradecido por ellos. Nuestra parte humana, necesariamente limitada, puede llegar a ser incapaz de reconocer este efecto de la gracia, y pretender atribuirse el mérito. Es una tentación natural. Llegar a creer que ha sido el esfuerzo personal el que ha logrado llegar a esa altura. El hombre de fe debe saber discernir bien el origen de la gracia. Y éste está en el deseo divino de superación que ha puesto en su criatura, en el cual el hombre, sin duda, tiene participación, pero cuya causa final es la capacidad que el mismo Dios coloca en el espíritu acucioso y fiel que busca ser solo de Él. Por eso Jesús insiste en la necesidad de discernimiento correcto que se debe tener en el acento exacto. Es desplazar todo lo que pueda estorbar en el camino hacia la conciencia de esa plenitud a la que estamos convocados. Y en sustraer de ese caminar todo lo que pueda ser incómodo para avanzar en el camino. El tesoro que se debe perseguir es el más valioso. Y nunca lo encontraremos por nosotros mismos, aunque tengamos el derecho de hacer nuestra parte. La condición es la de que sepamos descubrir la verdadera riqueza del abandono en Dios, en su amor y en su providencia augusta en favor de nosotros. La torpeza puede darse cuando no damos instancia a lo que nos propone Jesús, sabiendo que será siempre mucho mejor que lo que nosotros mismos podamos proponernos: "En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 'Nadie puede servir a dos señores. Porque despreciará a uno y amará al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No pueden servir a Dios y al dinero. Por eso les digo: No estén agobiados por su vida pensando qué van a comer, ni por su cuerpo pensando con qué se van a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Miren los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, su Padre celestial los alimenta. ¿No valen ustedes más que ellos? ¿Quién de ustedes, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué se agobian por el vestido? Fíjense cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y les digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues, si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se arroja al horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por ustedes, gente de poca fe? No anden agobiados, pensando qué van a comer, o qué van a beber, o con qué se van a vestir. Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe su Padre celestial que tienen necesidad de todo eso. Busquen sobre todo el reino de Dios y su justicia; y todo esto se les dará por añadidura. Por tanto, no se agobien por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le basta su desgracia". Nuestra vida está en las manos de Dios. Y es maravilloso cuando lo hacemos más consciente y experiencial, pues entramos en el sosiego mayor que es el del amor de Dios. Es nuestro tesoro. Al que tenemos derecho, pues es el regalo amoroso de nuestro Dios. Nunca tengamos la tentación de desaprovecharlo.
Señor, gracias por estar siempre con nosotros, ayúdanos a ver todos los acontecimientos de nuestra vida☺️
ResponderBorrarTodo es gracia. Dirá mi hermana Santa Teresita del Niño Jesús. Que el Señor nos ayude cada día a no desaprovechar este tesoro que es un regalo!! El regalo de tenerlo a Él y su misericordia. Por qué voy a estar preocupado?? Alma mía por qué te me turbas??
ResponderBorrarNuestra vida está en las manos de Dios, busquemos el reino de Dios y su justicia y veremos que lo demás, viene por añadidura a nuestras vidas.
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