El libro de Tobías, dentro de toda la belleza que descubre la revelación divina desde el principio, en el Antiguo y el Nuevo Testamento, es, quizás, uno de los escritos más hermosos, más enternecedores, y que llama más a los destinatarios, que eran los miembros de ese pueblo judío oprimido por penurias y persecuciones, humillado y burlado, pero que no cejaba nunca en la confianza radical en el Dios de amor y providente, a convencerse del favor divino. La fidelidad de Tobías era extrema y, a pesar de las circunstancias tan negativas que le tocaba vivir, sabía que no podía dejar esa mano que lo sostenía y que le daba las fuerzas y la ilusión de seguir adelante junto a Él, pues estaba consciente de que no había otra ruta para alcanzar la plena felicidad prometida. Es un cántico al mayor romanticismo real, el que debe marcar la vida de todo fiel. La pretensión del autor no es convencer racionalmente a nadie, aunque posea visos de catequesis doctrinal, sino más bien relatar su propia experiencia personal para dar a todos una visión del por qué mantenerse junto a Dios y serle fiel por encima de todo, es, con mucho, la opción mejor para cualquier hombre que añore vivir la plenitud de la felicidad. Para Tobías y para toda su familia la cuestión estaba muy clara: ser humildes, servir a Dios en toda ocasión, ser fieles a su amor, nunca separar la vista de Él, es el auténtico camino y el único posible para gozar de las dulzuras del Señor. Su confianza en el amor y la providencia divina se mantenían siempre incólumes. Y en la recompensa de la felicidad que obtienen por ello, deben colocar la vista los espectadores para que ellos también sean testigos de tales bendiciones. El único camino de la felicidad es el de la humildad, el de la fidelidad, el de la esperanza. Fuera de ello, solo se encontrará sufrimiento y oscuridad, sin una perspectiva mejor.
La frase que da marco a esa reflexión puede ser esta tan significativa y enjundiosa que dice el arcángel San Rafael: "Alaben a Dios y denle gracias ante todos los vivientes por los beneficios que les ha concedido; así todos cantarán y alabarán su nombre. Proclamen a todo el mundo las gloriosas acciones de Dios y no descuiden darle gracias. Es bueno guardar el secreto del rey, pero las gloriosas acciones de Dios hay que manifestarlas en público". Es bueno guardar el secreto del rey, es decir, es bueno reconocer el misterio profundo del amor de Dios que siempre está del lado del hombre. Dios es misterio en sí mismo y conocerlo plenamente está reservado para el final de los tiempos, cuando ya estemos en su presencia sin sombras, donde "Dios será todo en todos" y "lo veremos tal cual es". Mientras tanto, estamos en camino hacia esa meta de plenitud, por lo cual nos motiva ya no lo intelectual, sino la experiencia de su amor en nosotros. Por eso, aun cuando el misterio prevalece, estamos obligados a ser testigos y a dar testimonio de los beneficios que nos otorga continuamente. En efecto, el secreto del rey se sustenta, pero estamos obligados a testimoniar su amor, por sus acciones en favor de nosotros: "Practiquen el bien, y no los atrapará el mal. Más vale la oración sincera y la limosna hecha con rectitud que la riqueza lograda con injusticia. Más vale dar limosna que amontonar oro. La limosna libra de la muerte y purifica del pecado. Los que dan limosna vivirán largos años, mientras que los pecadores y malhechores atentan contra su propia vida. Les voy a decir toda la verdad, sin ocultarles nada. Les he dicho que es bueno guardar el secreto del rey y manifestar en público las gloriosas acciones de Dios. Pues bien, cuando tú y Sara oraban, era yo quien presentaba el memorial de sus oraciones ante la gloria del Señor, y lo mismo cuando enterrabas a los muertos. El día en que te levantaste enseguida de la mesa, sin comer, para dar sepultura a un cadáver, Dios me había enviado para someterte a prueba. También ahora me ha enviado Dios para curarlos a ti y a tu nuera Sara. Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que están al servicio del Señor y tienen acceso a la gloria de su presencia. Ahora pues, alaben al Señor en la tierra, denle gracias. Yo subo al que me ha enviado. Pongan por escrito todo lo que les ha sucedido'. El ángel se elevó". Es la vida de cada fiel a Dios, receptor de todos sus beneficios, la que debe ser anunciadora de todas las dádivas divinas. Se trata de dar la gloria al único que la tiene y que la hace presente en el mundo, sin atribuirse ningún mérito, sino solo el de dejarse conducir por Él, abandonándose siempre en su voluntad amorosa.
Es el reconocimiento más honesto que podemos poner en la presencia de Dios. No somos poseedores de nada, sino solo del amor que Él mismo nos ha regalado. Todo lo que tenemos son dones amorosos, en lo cual Dios mismo se ha comprometido con nosotros y que jamás nos faltarán. Aun cuando Dios ha puesto en nosotros todas las capacidades para que avancemos progresando, incluso en el orden material, necesitamos entrar en el reconocimiento de que todos los beneficios que podemos obtener tienen a su amor como única fuente, y que por lo tanto pretender pasar por encima de ellos, es absurdo y pretencioso. Todo nos viene de Dios y es de Él. Por lo tanto, en la justa retribución a ese amor está el camino justo. Él nos lo ha dado y nos lo seguirá dando sin duda alguna. De esa convicción debemos dar siempre testimonio. Vivir siempre agradeciendo los beneficios del amor y reconocer que todo nos viene de Dios. Fue lo que Jesús admiró en el templo al contemplar a aquella pobre viuda que dio como limosna lo único que le quedaba para vivir. Ella estaba poniendo no un valor material en las manos de Dios. Estaba poniendo toda su vida. Cada uno ponía lo que poseía, o bien lo que le sobraba. No es que estuviera mal lo que hacían, pero les faltaba el plus de la caridad hacia Dios, en el reconocimiento de que Él era el que tenía más derecho sobre todo, en particular sobre sus propias vidas: "En aquel tiempo, Jesús, instruyendo al gentío, les decía: '¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, y aparentan hacer largas oraciones. Éstos recibirán una condenación más rigurosa'. Estando Jesús sentado enfrente del tesoro del templo, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban mucho; se acercó una viuda pobre y echó dos monedillas, es decir, un cuadrante. Llamando a sus discípulos, les dijo: 'En verdad les digo que esta viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir'". No se trata de buscar reconocimientos en las obras buenas. Eso invalida todo esfuerzo hecho. Se trata de reconocer las bendiciones de Dios, de guardar en lo más íntimo del corazón el secreto del rey, que es el secreto a voces de su amor incólume por nosotros, y de proclamarlo con la vida para que sean más los que proclamen con su vida la felicidad plena de ser totalmente suyos y de ponerse sin ambages en sus manos amorosas.
Señor danos la fortaleza en lo que nos impide creer en tú Amor, ser generosos sin cálculos egoístas, hay que Amar hasta que nos duela😌
ResponderBorrarDebemos vivir siempre agadeciendo los beneficios del amor que viene de Dios,todo viene de Dios y todo es de él, se trata de reconocer sus bondades cuando se actua con buenas acciones.
ResponderBorrarDebemos vivir siempre agadeciendo los beneficios del amor que viene de Dios,todo viene de Dios y todo es de él, se trata de reconocer sus bondades cuando se actua con buenas acciones.
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