Jesús, María y José son la imagen entrañable de aquella Sagrada Familia que contemplaron gozosos los ángeles desde el cielo, los pastorcitos de Belén que se acercaron a conocer al Niño Dios que había nacido, los Reyes Magos que se dejaron guiar por aquella estrella maravillosa que los llevó hasta el sitio donde había nacido el Rey de Reyes. Es la imagen de la familia real que había elegido Dios para que fuera en la que nacería y se desarrollaría su Hijo, enviado para la salvación de la humanidad. Sorprende ver que el gran Soberano de todas las naciones llegara al mundo en esta familia tan sencilla y humilde, que no tenía ni siquiera un sitio en el que asegurar un nacimiento digno, sino que tuvo que conformarse con unas pajas amontonadas a modo de colchón y una calefacción que surgía de las narices de las bestias que los acompañaban. Esa imagen de la familia real, sagrada por ser la familia donde vino al mundo el Dios Redentor, es una imagen realmente entrañable. María era aquella jovencita sencilla y humilde que había sido visitada por el Arcángel Gabriel para solicitar en nombre de Dios su asentimiento para ser la Madre de Dios que venía al mundo a salvar a la humanidad entera, y que había pronunciado su Hágase, seguramente sin comprender perfectamente lo que le estaba siendo propuesto, pero que aceptada confiadamente pues al venir de Dios tenía que ser algo bueno. José era aquel joven que había aceptado la petición del mismo Gabriel de no repudiar a su mujer y acogerla como esposa, pues el fruto de su vientre era sagrado ya que venía del Espíritu Santo, y que por tanto, aceptó el encargo de ser el padre de familia, el custodio de Jesús y María, quien procuraría todo lo necesario para su sustento y los defendería de todo peligro. Y Jesús era aquel Niño que era Dios, en el que se escondía misteriosamente toda la omnipotencia, la sabiduría, la gloria y la infinitud propias de Dios, que al decir de San Agustín, era el mayor milagro que había realizado al lograr esconder toda esa magnificencia en las carnes de un recién nacido. Es la Sagrada Familia en la que nos vemos reflejados todos y de la que obtendríamos los mayores beneficios que jamás podremos obtener.
El papel de cada uno es papel emblemático en el que podemos vernos reflejados. María, la madre y esposa ejemplar de la que podremos asumir la pureza impoluta delante de Dios, que la hizo sitio ideal en la cual se encarnó el Verbo eterno del Padre para entrar al mundo por la puerta grande. La que al recibir la propuesta de ser la Madre del Redentor no tuvo un instante de duda al darle su aprobación, con lo cual nos invita a todos a tener la misma disponibilidad, aceptando las propuestas de Dios sobre nuestra vida, pues siempre redundarán en beneficios insospechados. La que fue siempre humilde pues nunca se llenó de jactancia y reconoció la mano de Dios en todas las maravillas que se dieron en su vida, con lo cual nos dice que cada uno debe descubrir la acción de Dios en cada instante de su vida. La que cumplió perfectamente su labor de mediación ante Jesús cuando se le solicitó su intercesión ante la necesidad de aquellos jóvenes esposos de Caná, y que por ello nos dice que está siempre dispuesta a escuchar nuestros ruegos para interceder por nosotros ante su Hijo Jesús. La que nos pone a la vista el camino que nos propone Jesús hacia la perfección y nos invita siempre a hacer lo que Él nos diga. Es el papel que sigue cumpliendo hoy y que cumplirá siempre. José, el padre putativo y esposo ejemplar y amantísimo, que en su sencillez, su humildad y su silencio nos invita a vivir también en la máxima humildad delante de Dios, atentos siempre a su palabra y también disponibles como María a cumplir la voluntad de Dios. En diversas oportunidades recibió la visita maravillosa de Dios y de sus mensajeros, lo cual nos dice de su buena disposición para entrar en diálogo franco y sincero con el Dios del amor que lo convenció siempre en situaciones límite, dejándose llevar por sus indicaciones. Esa fue la mejor manera que descubrió para cumplir perfectamente con la misión de custodio que le había sido encomendada. José jamás se opuso a lo que Dios le indicaba. Al igual que él, todos debemos poner atención a lo que Dios nos indica para llevar nuestras vidas y todas nuestras empresas por el mejor camino que es, sin duda, el que Dios nos indique y el que en la mejor disposición nosotros percibamos que Él nos propone. Y Jesús, el centro de esa Sagrada Familia, por el cual todo fue hecho y por el cual todo será re-creado. El Dios que eligió el camino de la máxima humildad para entrar en este mundo que venía a salvar y que pone todo su ser abandonado confiadamente en sus padres terrenos para crecer en estatura, en gracia y en sabiduría, bebiendo de ellos todo lo que necesitaba como humano, pues había decidido hacerse uno más, naciendo en esa familia. Es el Niño en el que se esconde Dios y que crecerá en esa familia, amado, custodiado y protegido, educado y formado en el amor hacia Dios y hacia los hombres como los amaban sus padres. A ellos estaba sometido como cualquier niño y de ellos aprendió todo lo humano que necesitaba. Al igual que Él, nosotros podemos vivir esa sumisión humilde y amorosa a nuestros padres, que nos enseñan la fe y los valores y principios que deben regir nuestras vidas en la sociedad.
Cada miembro de esta Sagrada Familia es un modelo ejemplar que tenemos cada hombre y cada mujer, cada padre, cada madre y cada hijo, cada miembro de esta comunidad que es la humanidad entera que reclama una vida de familia que sea verdaderamente sustento de una sociedad mejor. La familia sigue siendo ese núcleo esencial desde el cual se desarrolla una sociedad y un mundo mejor. Si estamos perdiendo esa sociedad ideal, esa sociedad en la que cada uno asume su rol importante y esencial para construir un mundo mejor, es porque nos hemos alejado de ese modelo ideal, que no hace nada extraordinario, sino solo cumplir fielmente cada uno con la tarea que le corresponde. Haber renunciado a ello es lo que nos está llevando al precipicio de un mundo sin fe, sin valores ni principios. La Sagrada Familia es, a su manera, reflejo de la familia divina, de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios en sí mismo es comunidad. Y en esa comunidad íntima de amor, cada persona hace su parte perfectamente. No hay caos porque hay orden. Y hay orden porque hay amor. En la Sagrada Familia de Jesús, José y María, hay el amor profundo de los elegidos por Dios para ser la morada del Hijo de Dios que viene a redimir a la humanidad. Sobre cada familia humana ha habido también una elección divina. En cada una está depositada la confianza que pone Dios para que cumpla su tarea perfectamente. Atentar contra lo que debe ser cada familia, y cada miembro de ella, queriendo imponer lo que es contra natura, haciéndolo ver como ejercicio de libertad, cuando es, en realidad, atacar el fundamento de la sociedad y de la misma humanidad, estamos haciendo que el mundo se encamine hacia el precipicio de su propia destrucción. Siendo seguidores fieles de la Sagrada Familia, y en última instancia de la Familia Trinitaria, estaremos haciendo lo que debe hacer cada familia para lograr un mundo mejor en el que se viva el amor, la justicia y la paz. Y estaremos abriendo la puerta para que se dé aquella nueva creación que viene a realizar ese Niño lindo que está en los brazos de su Madre María, bajo la mirada amorosa y protectora de José, el padre elegido por Dios para custodiar a María y a Jesús.
ResponderBorrarJesús, María y José son la imagen entrañable de aquella Sagrada Familia que contemplaron gozosos los ángeles desde el cielo, los pastorcitos de Belén que se acercaron a conocer al Niño Dios que había nacido, los Reyes Magos que se dejaron guiar por aquella estrella maravillosa que los llevó hasta el sitio donde había nacido el Rey de Reyes. Es la imagen de la familia real que había elegido Dios para que fuera en la que nacería y se desarrollaría su Hijo, enviado para la salvación de la humanidad. Sorprende ver que el gran Soberano de todas las naciones llegara al mundo en esta familia tan sencilla y humilde, que no tenía ni siquiera un sitio en el que asegurar un nacimiento digno, sino que tuvo que conformarse con unas pajas amontonadas a modo de colchón y una calefacción que surgía de las narices de las bestias que los acompañaban. Esa imagen de la familia real, sagrada por ser la familia donde vino al mundo el Dios Redentor, es una imagen realmente entrañable. María era aquella jovencita sencilla y humilde que había sido visitada por el Arcángel Gabriel para solicitar en nombre de Dios su asentimiento para ser la Madre de Dios que venía al mundo a salvar a la humanidad entera, y que había pronunciado su Hágase, seguramente sin comprender perfectamente lo que le estaba siendo propuesto, pero que aceptada confiadamente pues al venir de Dios tenía que ser algo bueno. José era aquel joven que había aceptado la petición del mismo Gabriel de no repudiar a su mujer y acogerla como esposa, pues el fruto de su vientre era sagrado ya que venía del Espíritu Santo, y que por tanto, aceptó el encargo de ser el padre de familia, el custodio de Jesús y María, quien procuraría todo lo necesario para su sustento y los defendería de todo peligro. Y Jesús era aquel Niño que era Dios, en el que se escondía misteriosamente toda la omnipotencia, la sabiduría, la gloria y la infinitud propias de Dios, que al decir de San Agustín, era el mayor milagro que había realizado al lograr esconder toda esa magnificencia en las carnes de un recién nacido. Es la Sagrada Familia en la que nos vemos reflejados todos y de la que obtendríamos los mayores beneficios que jamás podremos obtener.
Y así de bien hasta el final de la reflexión de Mons. Viloria.
Que el Señor hecho hombre lo bendiga y lo guarde y un día le muestre su hermoso rostro. Un abrazo.