Dios quiere que le pidamos lo que necesitamos. No por una especie de deseo de "control" sobre nosotros, en el que Dios demuestre con algo así como soberbia que es superior, que dependemos de Él, que sin Él no podemos tener absolutamente nada... Aun siendo ciertas esas últimas afirmaciones, es falso que en Dios pueda haber alguna intención de dominio o de demostración de superioridad... En primer lugar, porque Dios no necesita de eso. Él es superior, y punto. No necesita demostrarlo pues todo lo que existe surge de su mano creadora y amorosa y, por si fuera poco, todo permanece por una expresa voluntad suya. De no ser así, nada de lo que existe, seguiría existiendo, ni siquiera el hombre, aun con todas las capacidades que Él miso le donó... En segundo lugar, porque la motivación de Dios no es rastrera, como la que sí pudiera haber en nosotros. A Dios lo mueve un sentimiento superior, que es el amor, su misma esencia. Nada de lo que hace Dio queda fuera de su amor pues, al ser el amor su esencia, todo movimiento suyo queda marcado por su origen... Dios quiere que le pidamos porque nos ama. Y como todo ser que ama a alguien, se desvive por procurar el bien para el amado.
Jesús nos enseña a recurrir a Dios en nuestras necesidades no porque quiera que estemos atados a Dios, en una especie de simbiosis vital, sin la cual no tendríamos nosotros mismos la vida, aunque exista algo de eso. Quiere que lo hagamos porque sabe lo que motiva a Dios a escucharnos, que es su amor por nosotros, y porque sabe que nosotros somos necesitados y que es Dios la única fuente de la cual obtenemos los mayores beneficios... La invitación de Jesús tiene sentido: "Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre". Los hombres necesitamos tener conciencia clara respecto al origen de nuestros beneficios mayores. Debemos deslastrarnos de una idea perjudicial en la que nos creemos autosuficientes, aun cuando creamos en Dios, y por ello recurrimos a Dios sólo en la ocasión en la que estamos "con el agua al cuello". El dicho popular que reza "Se acuerdan de Santa Bárbara cuando truena", no deja de ser real... Reservamos a Dios sólo para los momentos extraordinarios, cuando lo hemos probado todo y ya sabemos que nosotros solos no podemos...
Es cierto que Dios nos ha dotado con capacidades específicas que hacen que tengamos la posibilidad de hacer muchas cosas. Es cierto que en el origen de nuestra existencia está el deseo de Dios de hacernos libres, en el sentido. incluso, de procurarnos el bien que necesitamos por nuestro propio esfuerzo: "Ganarás el pan con el sudor de tu frente". Pero es también cierto que esto no fue una declaración de absoluta autonomía que Dios hacía en favor nuestro, pues no es así. Lo deja claro San Pablo cuando dice: "Todas las cosas son de ustedes, ustedes son de Cristo y Cristo es de Dios". Esa suprema autonomía es una pretensión absurda... Dios no quiere jamás que nos desprendamos de Él, porque nos ama. Como todo el que ama quiere tener al amado junto a sí, no de manera despótica, sino entrañable. Es en el hombre que debe darse esa conciencia de necesidad, primero, por el amor de respuesta que debe haber. Saberse amado es querer dar respuesta a ese amor. Y, segundo, por saber que se es indigente fuera de Dios. Él es la fuente de todo bien...
Ante Dios, por lo tanto, debe haber una conciencia humilde de amor y de entrega. Es necesario dejarse amar, dejando a un lado todo lo que pueda apartarnos de esa línea. Y al estar unidos en el amor a Dios, recurrir a Él en todo. Dios puede ser el invitado perenne de nuestras vidas, pues Él mismo quiere serlo. Y por eso se ofrece. La promesa de ser escuchados en la oración, de ser auxiliados en nuestras necesidades, se dará, más que porque Dios es poderoso, porque Dios nos ama... Quien ama, jamás negará lo que realmente necesita el amado, si está en sus manos poder procurarlo. ¡Y Dios ama y es todopoderoso! Todo está a favor de nosotros. Basta que tengamos esta conciencia, que seamos humildes, y que tengamos confianza en el amor y en el poder de Dios...
Es lo que tuvo la Reina Esther. Lo vivió con intensidad, sabiendo que toda su vida estaba en las manos de Dios. Que sólo Él podría procurar el triunfo sobre un enemigo superior, porque era todopoderoso. Y que, por haber elegido desde antiguo a su pueblo por amor, no podía dejar de responderle afirmativamente a su solicitud: "A nosotros, líbranos con tu mano; y a mí, que no tengo otro auxilio fuera de ti, protégeme tú, Señor, que lo sabes todo". En el reconocimiento de que el único auxilio era el de Dios, estuvo la clave para la victoria. Es lo que debemos hacer todos. Saber que no tenemos otro dios fuera del Padre Creador, que Él nos ha creado en el ámbito de su esencia de amor, que nos sostiene en ese ámbito, y que no deja de ser consciente de nuestra absoluta indigencia que tiene su solución sólo en el recurso a Él...
Recurramos a Dios en nuestra necesidad. Sepamos que Él saldrá en nuestro auxilio. Cuando nuestro enemigo es poderoso y es superior, sólo Dios podrá estar por encima de él, con su amor infinito y su poder sin límites. Pidamos con confianza y humildad ante el Señor en la hora de enfrentarnos a las fuerzas del mal que quieran oprimirnos. Digámosle al Señor: "En la hora aciaga, en la que aparentemente el mal está ganando, sólo Tú eres el poderoso por encima de todo. Ven a nosotros, Señor, y demuestra tu amor y tu poder por tu pueblo que sufre. Sólo en Ti podemos obtener la victoria sobre quien quiere destruirnos..."
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