Cuando la envidia es azuzada para que surja en los demás, en los que quizá antes ni siquiera existía, se crea un clima de resentimiento terrible que puede ser agudizada hasta el extremo, y llegar a no tener fin hasta que se cree un clima de confrontación de "los débiles" contra "los poderosos". La labor del primero que envidió es realmente funesta. Va creando una sensación de "injusticia", que se resolvería únicamente con la venganza contra el "injusto", que quizá haya obtenido sus metas con toda la honestidad de la que puede ser capaz...
No es nuevo esto... El caso de la esclavitud de Israel en Egipto comenzó con un movimiento que se desarrolló en esta línea. Los hermanos de José se sentían envidiosos con él, "el de los sueños", pues veían que su padre, Jacob, le tenía una solicitud y un cariño especial. Esto los incomodaba tremendamente. Por eso, en la primera ocasión que tuvieron, se confabularon para quitarlo de en medio: "Ahí viene el de los sueños. Vamos a matarlo y a echarlo en un aljibe; luego diremos que una fiera lo ha devorado; veremos en qué paran sus sueños". Su envidia era tal que planean incluso su muerte. Remordidos por una conciencia mínima de respeto a la sangre de su hermano, cambian de parecer. "No le quitemos la vida... No derramen sangre; échenlo en este aljibe, aquí en la estepa; pero no pongan las manos en él". Finalmente, al ver que se acercaba una caravana de madianitas, deciden venderlo como esclavo: "Vamos a venderlo a los ismaelitas y no pondremos nuestras manos en él, que al fin es hermano nuestro y carne nuestra"... Toda una estrategia maligna para eliminar la razón de su envidia... Ese es el principio de la terrible tragedia que vive luego Israel en Egipto. El hecho, ciertamente, en ese momento sirvió para que Israel superara el acontecimiento trágico de la inmensa hambre, pues José, finalmente, fue quien los rescató de una muerte segura en el desierto. El que fue vendido como esclavo llegó a ser el segundo del Faraón, lo cual le valió a Israel su salvación... Pero así se iniciaron los 400 años de esclavitud que vivió Israel bajo el dominio perverso de los Faraones...
La envidia tuvo como consecuencia la esclavitud... No se tiene jamás buen final cuando el primer paso es motivado por sentimientos perversos. Lo que le pasó a Israel, su esclavitud, la terrible desgracia de ser humillados como pueblo, sometidos a un poder extranjero, tuvo su razón última en un gesto de envidia de los hermanos hacia José... Es inimaginable la consecuencia desastrosa que cualquier gesto motivado por una envidia malsana puede tener... No es buena consejera una mente que se mueve por sentimientos innobles. Mucho menos cuando para alcanzar sus bajos objetivos, busca asociar a su locura a los débiles que se dejan manipular fácilmente...
En general, si llegara a surgir la envidia como primer movimiento, ésta debe ser mudada a un sentimiento de revisión personal. Debe apuntar a percibir la propia capacidad que se tiene y estimularla para transitar vías personales de progreso que lleven a la satisfacción al alcanzar metas por el propio esfuerzo. El "arrebato" de lo que otros tienen y que han obtenido por esfuerzo honesto y responsable, no es satisfacción de ninguna manera. Es, sencillamente, robo. No es haciendo desaparecer a quien sirve de modelo como deja de existir la meta buena... Ya lo decía el mismo Jesús, refiriéndose al rechazo a su propia persona: "La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente"... Quienes pretendieron quitar a Jesús de en medio, prefirieron la oscuridad en la que se encontraban, atrayendo para sí la mayor debilidad. Echar a quien nos anima a ser mejores, no deja a un lado nuestro compromiso de hacerlo. Estamos llamados a la perfección y es Jesús quien nos pone en el camino para lograrlo y nos da las herramientas que necesitamos. Quitarlo de nuestra vista sólo nos hace perder la oportunidad de tener el camino de la perfección a la mano... "Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos", es la sentencia de Jesús a quien no se aprovecha de su persona, de su mensaje, de sus obras, para avanzar en el camino de la perfección. Son los que se quedan en la envidia, carcomiéndose interiormente por los logros de los demás, y planificando su ruina. Al final, será su propia ruina. Trágico final...
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