lunes, 24 de marzo de 2014

La Verdad no me gusta

No nos gusta que nos digan las verdades a la cara... Preferimos que nos den lisonjas, que nos den honores, que nos reconozcan aun aquello que sea falso, pero que nos enaltezcan... Nuestra vanidad y los deseos de aparentar nos ganan muchas veces la partida... Una de las tentaciones más fuertes que tenemos los hombres es la del poder. Son tres los ídolos a los que los hombres servimos: Tener, Poder y Placer. El tener nos gana de manera ostensiva. Nos vamos llenando de cosas, casi sin darnos cuenta, y vamos creando dependencias absurdas de ellas, incluso fabricadas artificialmente, y el ídolo del tener teje su telaraña imperceptiblemente hasta que nos tiene totalmente a su servicio... El poder nos va gustando poco a poco. Lamentablemente hay servidores que son felices en el servicio en búsqueda del bien de los demás, movidos incluso por un amor altruista que busca satisfacerlos. Pero basta que se le dé un poquito de poder para que vaya envenenando su conciencia y su conducta y vaya buscando cada vez más formas de poder para someter a los demás, dejando así de servir y buscando más bien ser servido... Y el placer, al ser basado en el gusto, se presenta cada vez más atractivo, en cuanto va produciendo sensaciones "sabrosas" en quien los va percibiendo. El cuerpo no piensa... El cuerpo exige. Y si se le da algo que le plazca, lo añorará luego continuamente, pues "se la ha pasado muy bien". Los placeres van minando la capacidad de discernimiento y llega un momento en que ya no importa nada lo que sea bueno o malo, sino que el acento se pone en el "me gusta" o el "no me gusta"...

Todos estos ídolos van sustituyendo paulatinamente la bondad del hombre y lo van haciendo cada vez más egoísta, pues pone todas sus fuerzas en lograr dar satisfacción a aquellos dioses a los cuales se ha puesto al servicio. No hablemos aún de la realidad de la presencia de Dios en la vida de alguien, el cual sería absurdamente sustituido por las criaturas. Esta realidad de la idolatría es, sencillamente, horizontal. Los ídolos sustituyen a la bondad natural del hombre y lo encierran en sí mismo. Los grandes males de nuestro mundo vienen de la mano de colocarse al servicio de la idolatría del tener, del poder y del placer. Cuando los hombres nos colocamos a nosotros mismos en el centro, desmontamos toda la armonía que quiso originariamente Dios para todo lo creado. Más aún cuando no somos ni siquiera nosotros los que estamos en el centro, sino que colocamos a las criaturas inferiores a nosotros en él... Es el colmo de la autoesclavitud...

Pero en la base de todo se debe colocar la soberbia, que es el pecado cometido por Adán y Eva. El "serán como Dios" que les dijo la serpiente fue la frase cautivadora. ¿Cómo no querer estar a la altura del mismo Dios, del mismo Creador? ¿Cómo no querer tener su poder y su inteligencia? ¿Cómo no querer romper las "cadenas" que nos ataban a Él, haciéndonos poco más que sus esclavos? El ser como Dios implica tomar las riendas de la propia vida, ordenar todo según el propio criterio de utilidad, colocar todo al servicio personal, imponer el honor que se debe a quien está por encima de todo... Y eso a los hombres nos encanta... No hay como las lisonjas, los reconocimientos, los honores, las adulancias, el ocultamiento de las debilidades, para sentir las caricias narcotizadoras del ego... Que nos digan todas las cosas bellas que tenemos, y las que no también, y que nos oculten las malas... Recuerdo que el P. Cesáreo Gil decía siempre lo que sucedía con el pavo real... Se "empavonaba" -nunca mejor dicho- extendiendo sus bellas plumas y daba vueltas para que todos lo admiraran, pero cuando él mismo se veía las patas -horribles como son- las plumas instantáneamente se le caían... No era capaz de aceptar que en sí hubiera algo tan horrible como sus propias patas...

Así mismo somos los hombres... Recuerdo una escena final de una película sobre el diablo, en la que supuestamente el bien lo había vencido... La táctica para recuperar la victoria fue acercarse de nuevo al abogado joven que lo había vencido, acariciarle el ego, hablarle de sus inmensas capacidades, animarlo a seguir adelante pues de seguro triunfaría porque era muy capaz... Y así, lo conquistó para sí... La frase final del demonio fue algo así como: "Me encantan los hombres, porque son soberbios"...

Jesús vivió lo mismo... Cuando le dijo a los judíos la verdad en su cara, lo mejor que pensaron fue eliminarlo, sacarlo de en medio, callar su voz... "Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba"... La voz de Jesús, que les echaba en cara que habían rechazado a Dios desde el principio y por eso Dios mismo había buscado caminos diversos, abriendo el arco de la salvación para los demás habitantes de la tierra, les resultaba insoportable... Es preferible callar la verdad, pues es muy dolorosa... En nosotros debe haber lugar sólo para los reconocimientos. Que nadie venga a decirnos lo malo que estamos haciendo, sino que nos digan, aunque sea inventando, lo bueno que hay en nosotros... Que nos engañen diciéndonos que en nosotros sólo hay cosas buenas. No importa. Es música para nuestros oídos y para nuestro corazón y lo queremos oír siempre...

Jesús se alejaba... Es lo que hace cuando le cerramos la puerta a su Verdad, a su amor. Es lo que logramos con nuestra actitud de soberbia, de vanidad, de egoísmo... No seamos torpes queriendo alcanzar un lugar que no nos corresponde. Nuestro lugar es con Dios, el único que nos puede dar la plenitud. Fuera de Él es imposible toda compensación. Nosotros mismos jamás nos la daremos...

2 comentarios:

  1. Cuanto agradecer a aquellos que se acercan para hacernos esa corrección que necesitamos para seguir creciendo. Recuerdo en una oportunidad alguien se me acerco para corregirme, pero su introducción fue tan llena de caridad que mientras lo hacía yo me fui poniendo de la pena y esa vergüenza se fue transformando en una sonrisa a medida que me hablaba.Le agradecí.

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    1. Así es María Auxiliadora... Es un aprendizaje en todos los sentidos... Tenemos que aprender a corregir y a recibir correcciones... Es la manera de ser mejores nosotros mismos y de procurar que los otros también lo sean... Saludos a tu familia. Dios te bendiga

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