viernes, 14 de marzo de 2014

La eternidad ya empezó

Los hombres, la verdad, aunque pensamos en nuestra eternidad frecuentemente, damos por sentado que está muy lejana. La tenemos en la mente, pero no profundizamos en ella con la seriedad que amerita. Sabemos cuáles son las condiciones que se nos exigen para entrar en la felicidad eterna, pero no nos desvivimos por cumplirlas. "Ya llegará el tiempo en que me tenga que ocupar de eso..." Lo cierto es que el tiempo que vivimos es parte de esa eternidad. La eternidad no es futura, sino que ya es el presente, ya la estamos viviendo, ya estamos sembrando lo que será la cosecha de aquello que viviremos inmutablemente a partir del momento en que muramos...

La eternidad, en efecto, no es sueño, no es añoranza, no es fatalidad futura... Es realidad. En primer lugar, porque Dios nos los ha dicho. Hemos sido creados para la eternidad, no para "desaparecer" con la realidad tangible. La Palabra de Dios nos asegura la existencia de un cielo en el Él que habita naturalmente, al que estamos destinados todos. Sí. Todos. Porque es lo que Dios quiere y así ha diseñado la realidad para que se dé según su voluntad. Pero en ese plan suyo está el componente de la libertad humana que condiciona absolutamente el cumplimiento perfecto del plan de Dios. Y es que Dios, porque ama, deja libre. Deja en las manos del hombre hacerse acreedor de ese beneficio mayor, que es la salvación... Dios nos ama tanto que no nos "obliga" a salvarnos... "Dios quiere que todos los hombres se salven..." No dice Pablo: "Dios quiere salvar a todos los hombres..." Lo deja al libre arbitrio del hombre, aun cuando Él es el que hace la oferta y sabe qué es lo mejor para el hombre... Dios no quiere robots en su equipo. Quiere hombres libres que hagan lo posible por hacerse dignos de la salvación. Porque así actúa el amor. El amor no es destructor de la libertad, sino su máximo promotor, aun cuando corra el riesgo de perder al amado...

Por eso, en este inicio de la eternidad que vivimos es tan importante no sólo tener presente ese futuro, sino saber que ya estamos construyéndolo. Saber que cada una de las acciones, pensamientos, intenciones, actitudes, conductas, que vivamos hoy, son una semilla que cosecharemos. Es una acción de la que nos arrepentiremos o de la que nos sentiremos orgullosos y felices."Si el malvado se convierte de los pecados cometidos y guarda mis preceptos, practica el derecho y la justicia, ciertamente vivirá y no morirá. No se le tendrán en cuenta los delitos que cometió, por la justicia que hizo, vivirá". Vivirá... Esa vida que se tendrá por ser justo se refiere a esa eternidad de la que hablamos. No se trata de la actual solamente, aunque las injusticias cometidas también repercutan en el hoy y probablemente tengan su escarmiento en la ley civil... Oponerse al plan de Dios tiene consecuencias fatales en lo actual y en lo futuro. Pero ponerse en su línea las tiene también, pero felices y compensadoras...

Por eso es que no podemos "ir tan campantes" por nuestra realidad actual. Tenemos que saber que el Señor reserva para nosotros lo mejor, pero que tenemos que demostrar con nuestras acciones que lo queremos para nosotros. No se trata de ser sólo buenos, sino de apuntar a ser perfectos. No se trata de cumplir los mínimos necesarios, sino de querer ser los primeros en el camino que nos indica Dios... Se trata de ser delicados con nosotros mismos, de modo que procuremos ser los primeros en el amor a Dios, a su voluntad, a sus mandamientos, y los primeros en el amor al prójimo en la procura de los mejores bienes para ellos, en la compasión por los más necesitados y humildes, en la defensa de sus derechos. Esto nos lo pide Jesús, pues quiere que vayamos adelante en la perfección... "Ustedes han oído que se dijo a los antiguos: "No matarás", y el que mate será procesado. Pero yo les digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano "imbécil", tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama "renegado", merece la condena del fuego..." La delicadeza de espíritu es necesaria para la salvación. Si al caso vamos, Jesús nos pide no sólo que evitemos el mal, sino que apuntemos a hacer el bien a todos. El mandamiento de Dios no es sólo prohibitivo, sino también asertivo. Nos invita a lo mejor, no a evitar lo peor solamente...

Por eso Jesús nos dice: "Si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda". Es la búsqueda de lo que hace buenas relaciones lo que hay que hacer. Delante de Dios no seremos dignos de estar, si antes no hemos sido dignos de estar delante de los hermanos. No podemos pretender alcanzar a Dios si hemos excluido a los hermanos de nuestro corazón. El mejor lazo para "amarrar" a Dios es el de los hermanos...Mientras no nos convenzamos de esto, estaremos dando palos de ciego en el camino de la eternidad...

Nuestro camino es camino de eternidad, iniciado aquí y ahora. Esa eternidad está ya presente, ya la estamos recorriendo. Por eso, tomémosla en serio. No la dejemos a un lado, como queriendo ignorarla con la escondida intención de alejarla de nosotros y que no nos cuestione... Es la realidad más cierta que podemos tener a la vista. Nuestra conducta la gana o la pierde, la hace feliz o trágica... "Cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá". Pero si no lo hacemos, sucede lo contrario... "Si el justo se aparta de su justicia y comete maldad, imitando las abominaciones del malvado, ¿vivirá acaso?; no se tendrá en cuenta la justicia que hizo: por la iniquidad que perpetró y por el pecado que cometió, morirá"... Son las dos caras de la moneda de la eternidad... A eso nos exponemos cuando no tomamos en serio que ya estamos viviendo la eternidad. No lo arriesguemos...

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