La unidad es la mejor defensa para que una nación no se desplome. Ser capaces de aglomerar la diversidad, llegando a acuerdos, respetando las diferencias, acogiendo con objetividad a quien no comparte las propias ideas, escuchando a quien propone caminos diferentes pero posibles y enriquecedores, de ninguna manera puede ser una desventaja. Quien tiene el deber de dirigir una sociedad debe dirigirla a toda, no tener la idea de que sirve sólo a una parte de ella. Eso sería traicionar la intencionalidad primera de quien puso en sus manos esa dirección. Es ta claro esto, que hasta Jesús lo pone como ejemplo para desmontar la crítica que le hacían... Supuestamente Jesús expulsaba demonios por el poder del mismo demonio. Es decir, Satanás estaba en contra de sí mismo. Es decir, era el absurdo mayor. Por eso Jesús sentencia: "Todo reino en guerra civil va a la ruina y se desploma casa tras casa. Si también Satanás está en guerra civil, ¿cómo mantendrá su reino?"
El demonio, experto en destrucción, en mentira, en soberbia, sin duda utiliza la táctica de la división para vencer. De ninguna manera la utiliza contra sí mismo. Él no es tonto. Siembra la semilla de la discordia en los hombres para poder tenerlos mejor dominados. Mientras más separados estén, mejor campo para hacer de las suyas... Su mismo nombre significa eso... "Diablo" viene de "dia-bolos", palabra compuesta griega que significa "Lo que separa". Es lo contrario de "sim-bolos", que significa "Lo que une"... El diablo es "El que separa". Esa es su esencia más profunda, lo que más lo identifica. Y ha sido su tarea desde el origen. Busca siempre separar al hombre de Dios. Lo logró con Adán y Eva, "acariciándole" el orgullo y la soberbia, de manera que el hombre creyera que el interés de Dios era simplemente que no se parecieran a Él, y por eso les había prohibido acercarse a comer del árbol del fruto del bien y del mal... El diablo logró separar al hombre de Dios. Y lo sigue haciendo, pues un mundo que da más oído a la necesidad de superexaltar el ego, que convence al hombre cada vez más de su supuesta capacidad ilimitada de creación tecnológica y científica, que bajo el disfraz de unos supuestos "derechos humanos" y en orden a "mejorar" el nivel de vida de la humanidad se propone eliminar a niños sin nacer o a ancianos supuestamente inútiles, Dios va siendo cada vez más incómodo y es necesario expulsarlo de la vida cotidiana... Sigue triunfando el demonio en su siembra de la semilla de la división...
Pero ha ido más allá... La semilla de la división sembrada por el diablo ha germinado con mucho éxito entre los mismo hombres. Ya no es sólo que el hombre se ha separado de Dios, sino que también, cada vez más trágicamente, la humanidad está dividida. Las naciones se miran entre sí con desdén, con suspicacia o con agresividad. Basta que seas extranjero en un país para ser visto como "un invasor" al que prácticamente se le suspenden todos los derechos humanos. Quienes se rasgan las vestiduras adoloridos por el pisoteo de los derechos de ciertos grupos humanos o hasta de animales, muchas veces son los primeros que erigen las banderas contra los que vienen a "quitar el trabajo a los connacionales" y a "robar la comida de sus hijos". El diablo promueve las guerras fratricidas simplemente con el objetivo de establecer una hegemonía racial, económica, religiosa, o de cualquier tipo...
Dentro de las misma fronteras de un país ha sido capaz de obtener inmensas victorias en el establecimiento de barreras ideológicas, políticas, económicas... Es triste ver como un país que a lo mejor vivió momentos gloriosos, gestas heroicas, en aras de lograr su unidad como nación, ha sido minado en sus bases. El diablo, con los socios que jamás les faltarán, ha logrado situaciones de división, de exclusión, de "apartheid", que han desdibujado casi por completo la noción de país... Esos socios han preferido su bienestar egoísta, su enriquecimiento personal, el establecimiento brutal de su primacía, por encima de la consideración de que todos los habitantes conforman la misma nación... Es la trágica verificación de la sentencia de Jesús: "Todo reino en guerra civil va a la ruina". El diablo simplemente está sentado esperando que la ruina ya venga sobre ese país, o simplemente ya está celebrando que se haya logrado su victoria...
Pero el demonio ha sido vencido por Jesús en la Cruz. En la más clara imagen de debilidad se dio, por el contrario, su mayor fortaleza. La muerte de Cristo fue la muerte del poder del pecado y del demonio. Por eso, jamás el hecho de que obtenga victorias en algunas batallas, significa que obtendrá la victoria en la guerra. La guerra la gana Jesús. La ganó ya. Y ya jamás será vencido. Restablecer la unidad con Dios, a través de Jesucristo, es asegurarse la propia victoria. Unirse al vencedor es hacernos vencedores. Y esto, sencillamente porque Jesús aplica su victoria a nosotros aunque no hayamos tomado parte en la batalla final. Su amor nos asocia a su victoria, y nos hace vencedores. Su amor nos hace fuertes para vencer siempre al demonio en su pretensión de ganar al mundo dividiéndolo.
Los hombres hemos sido restituidos en la unidad con Dios. Y podemos ser restituidos en la unidad entre nosotros. Basta que nos dejemos "conquistar" por quien nos une a Dios y nos une entre nosotros. Quien hace la perfecta amalgama en la unidad, conglomerándola en un solo corazón que busque intereses comunes, persiguiendo el Bien Común que enriquezca a todos. Ese es Jesús, el artífice y reconstructor de la unidad. Siempre se ha dicho que "en la unión está la fuerza" y "divide y vencerás". Nuestra fortaleza no será jamás mayor si nos quedamos solos. Así seremos los más débiles sobre la tierra. Nuestra fortaleza será mayor unidos a Dios y unidos entre nosotros... Es necesario rechazar a quien con cantos de sirenas nos quiera conquistar a su causa de división. No debemos hacernos instrumentos de destrucción de la unidad...
Una melodía es más bonita cuando los diversos sonidos de los instrumentos se conjugan en una armonía que hace la música, no cuando se eliminan los instrumentos que suenan distinto. Eso la empobrecería totalmente. Hay que ser capaces de sumar el sonido de nuestro instrumento, diverso pero enriquecedor, al de todos los demás, para que seamos una verdadera orquesta sinfónica que logre acordes hermosos sacando la mejor música...
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