El lenguaje de la Biblia es ambiguo. Y por serlo, se ha prestado siempre a malos entendidos. En los criterios contemporáneos, juzgamos el lenguaje bíblico de dualista, pues colocamos nuestras valoraciones actuales en el tiempo en que fueron escritos aquellos libros. Y esto es, por decir lo menos, injusto... Es en esa línea que los grandes movimientos contrarios a la Iglesia y, en general, al cristianismo, la han combatido, acusándola injustamente de invitar a los hombres a vivir "fuera de este mundo", supuestamente desentendiéndose de lo que sucede alrededor...
No se debe negar que en cierto modo, el lenguaje bíblico es sospechoso de pesimismo en referencia a la realidad que circunda a los hombres, pues tiende a calificar al mundo, al cuerpo, a la "carne", a lo material, de "malo", sin más... Pero, de nuevo lo digo, hay que saber "traducir" las expresiones y aplicar los criterios de aquella época y no trasladar sin contemplaciones nuestros criterios actuales a aquel tiempo. Cuando el autor bíblico se refiere a la realidad material calificándola de mala, hay que entender que se refiere a lo malo que hay en ella, no a ella en sí misma. Afirmar que el mundo es malo, sin más, sería algo como decir que el agua que bebemos de ese mundo es mala, que el aire que respiramos de ese mundo es malo, que el alimento que extraemos de ese mundo para nuestra subsistencia es malo... Y, claramente, eso es absurdo... Hablar de "un mundo malo" es hablar, sin duda, de "lo malo que hay en ese mundo". De otra manera, no se entendería que Cristo enviara a los apóstoles "al mundo entero" a anunciar el Evangelio. Lo que Cristo pretende es que el mensaje de la Buena Nueva haga brillar en ese mundo todo lo bueno que hay en él, y deseche todo lo malo... Así, el mundo llegará a ser algo totalmente bueno... Ese es el fin de la Redención.
En este sentido, es necesario aplicar los mismos criterios a lo que nos enseña San Pablo. En sus escritos hace siempre una especie de enfrentamiento entre la realidad corporal y la espiritual. Y se puede concluir, equivocadamente, que para Pablo todo lo que se refiera a lo corporal, a la carne, es malo, y que todo lo que se refiera a lo espiritual es bueno... Lo material habría que desecharlo y habría que quedarse sólo con lo espiritual... Pero es necesario entenderlo en su justa dimensión...
En efecto, lo espiritual es lo que eleva a la humanidad. Luego de crear al hombre, según el segundo relato del Génesis, en el cual Dios se convierte en un "alfarero" al modelar al hombre con un poco de arcilla, Él "insufló en sus narices el hálito de vida". Con ello, tomó a lo material, representado en la corporalidad del hombre, como templo suyo. Ya no es Dios sólo el Creador de todo, sino que es el "inquilino" de mayor dignidad de todo el universo, no quedándose fuera en pura contemplación, sino haciéndose un actor más, sin duda el más importante, de la historia del mundo. De ninguna manera, estando Dios en el mundo, puede ese mundo ser "malo". Dios mismo lo hace lo mejor al estar Él. Pero, además, es su misma constatación, según el autor bíblico, cuando afirma: "Y vio Dios todo lo que había creado, y era muy bueno". ¿Puede acaso haber cambiado Dios en su apreciación? Por supuesto que no. Es la obra del hombre la que ha incluido en esa "suprema bondad" del mundo lo malo. Pero eso malo que ha añadido el hombre al mundo, no cancela el sello de la excelencia que Dios le había impreso...
Esa bondad radical del mundo es el sustento del hombre. Su materialidad es, también radicalmente buena... Y es en ese mundo donde el hombre debe desarrollar toda su existencia, material y corporal. Aunque la realidad espiritual atañe sólo al hombre, en cuanto que fue él el único ser de la creación enriquecido por Dios con su propia vida, él es portador de esa realidad espiritual para todo lo creado. Por eso, Pablo también es capaz de llegar a afirmar que "toda la creación espera con añoranza la redención de Cristo"... Lo que enriquece al hombre, enriquece al mundo. Y de esta manera, entendemos que el supuesto "dualismo" existente en el lenguaje bíblico, es por el contrario, un lenguaje profundamente comprometedor con la realidad material, que es también susceptible de redención. Nuestra realidad espiritual, que es la participación que tenemos en la naturaleza divina, debe impregnarlo todo, debe dar "forma espiritual" a lo material, debe lograr que "Dios sea todo en todos", alcanzando así su verdadero zenit... No se trata, por tanto de un mirar sólo hacia el cielo sin contemplar la realidad actual, sino de suspirar por esa realidad futura con la plena conciencia de que llegaremos a ella sólo pisando firmemente en esta realidad actual, haciéndola un trampolín para saltar cada vez más alto hasta llegar a ese cielo en el que tendremos la plenitud...
Más aún, debemos afirmar que quien no abre sus brazos a lo horizontal y lo asume como tarea primordial, no ha entendido bien lo que necesita para poder elevar su mirada hacia Dios. La contemplación de la realidad espiritual en nuestra situación actual sólo será posible a través de los reflejos que Dios nos ha querido dejar aquí: Los hermanos, particularmente los más sencillos y humildes, los más débiles y desplazados, los más necesitados y pobres... Se trata de hacer de este mundo el verdadero Reino de Dios, en el cual se vivan los valores de la Verdad, de la Vida, de la Santidad, de la Gracia, de la Justicia, del Amor, de la Paz... De lo contrario, la realidad futura de felicidad eterna, jamás llegará a ser una realidad concreta. Y esto es profundamente comprometedor. De ninguna manera el mensaje cristiano es invitación a desentenderse del mundo, sino todo lo contrario, a inyectar en él lo que le falte de la riqueza espiritual, que es lo que lo llevará a su plenitud...
Quien acuse, entonces, a nuestra fe de "opio del pueblo" no sabe qué terreno está pisando. Y, en realidad, muchas veces son esos acusadores los que pretenden hacerla así. Cuando la Iglesia levanta su voz contra las injusticias, contra las mentiras, contra la deshonestidad, contra la exclusión, contra la siembra del odio..., la invitan a quedarse "en la sacristía", a callarse, a que "no se meta en política"... Son ellos los que pretenden que la Iglesia sea el opio del pueblo, anestesiando la conciencia con un supuesto Cristo desentendido del mundo, que no existe... Si existió sobre la tierra alguien que se opuso a lo malo del mundo -no al mundo- fue Jesús. Y sus discípulos no podemos ser menos que Él. "Un discípulo no puede ser menos que su Maestro"... Todo lo que atañe al mundo, nos atañe a nosotros. Todo lo que necesite de bueno el mundo, debemos sembrarlo nosotros. Todo lo malo que hay que echar del mundo, debemos echarlo nosotros. Somos cristianos. Y el cristiano entiende que Jesús lo envió al mundo a llevar su mensaje. "El Señor me ha enviado a anunciar la buena noticia a los pobres, a proclamar la liberación de los cautivos, a dar vista a los ciegos, a liberar a los oprimidos y a proclamar el año de gracia del Señor..." No es una "bella novela" nuestra fe. Es la buena noticia del amor y de la justicia de Dios la que debemos anunciar, gritándola con nuestra propia vida. No hacerlo es no ser cristianos. Y quien pretenda impedirnos que lo hagamos, está muy equivocado. Nada ni nadie nos debe hacer callar ni impedir el anuncio del amor y la justicia divinos. Y jamas debemos hacerles caso. Que nadie venga a impedirnos lo que debemos hacer. Nuestro jefe es Jesús. No quien nos quiera impedir ser sus discípulos...
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