Uno de los recuerdos más bellos que tengo de mi infancia es cuando nos acostaban a dormir nuestros padres. No por lo que representaba el descanso, sino por lo que yo hacía, en mi inocencia y mi hermosa ingenuidad, lamentablemente muy lejanas... Al acostarme, yo trataba de acomodarme bien a un lado de la cama, dejando casi la mitad de ella para que allí se pudiera también acomodar mi Ángel de la Guarda. Mis padres nos habían enseñado su existencia. Muy interesado escuchaba de ellos lo que significaba el Ángel de la Guarda para el hombre... Era como el amigo invisible que jamás nos dejaba solos, que nos protegía de todo peligro, que nos inspiraba las cosas buenas y nos hacía desistir de las malas, que se sentía feliz cuando hacíamos las cosas buenas, y se ponía muy triste cuando lo que hacíamos era malo. Recuerdo a mi mamá diciéndome: "No hagas llorar a tu Ángel de la Guarda". En fin, era un compañero de camino continuo con el cual podía contar sin ninguna duda... Con esa idea se desarrolló siempre mi vida en mis primeros años. Yo tenía a mi Ángel de la Guarda. Yo contaba con él, y pensaba siempre que él estaba conmigo. Y lo más importante, era el que me había regalado Dios apenas fui concebido...
Cuando crecí, no por oponerme sino por indiferencia, esta idea tan hermosa se fue difuminando en mi mente. No es que empezara a "ser malo" o a comportarme mal, sino que lentamente fue ocultándose. Quizá alguna vez haya pensado que aquello era simplemente "cosas de niños", y que ya yo estaba "grande" para seguir pensando en esas infantiladas... Y el "ser maduro", para mi desgracia, me robó la inocencia y la sana ingenuidad de contar con mi Ángel de la Guarda... Me duele muchísimo haberlo perdido en esos tiempos, pues quizá por no contar con mi Ángel de la Guarda perdí muchísimas riquezas que él mismo me estaba presentando y me sucedieron cosas que su presencia consciente me hubiera ahorrado.
Al andar el tiempo, empecé a tener contacto con la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos y con su Fundador, el Beato Manuel Domingo y Sol. Cuando leí su historia, se hizo de nuevo presente la figura del Ángel de la Guarda. Y vino como un relámpago, como un rayo de luz esplendoroso. En la enseñanza de Mosén Sol parte importante era la doctrina sobre el Ángel de la Guarda de cada hombre y de cada mujer. Me pareció estar de nuevo en mi bella infancia, escuchando otra vez a mis padres hablándome de la necesidad de tener en cuenta al Ángel de la Guarda, de contar con él para todo lo que hagamos, de confiar cuando sentimos que nos sugiere un camino, o una decisión, o nos previene de algo malo; de hacerme consciente de que está siempre ahí, pues es la orden que Dios mismo le ha dado, y no puede él oponerse a su esencia... Mosén Sol enseñaba que hasta la nación tiene su Ángel de la Guarda. Él, español, le pedía a la gente que orara al Ángel de la Guarda de España por el país, que lo protegiera, que lo inspirara y lo llevara por los caminos del progreso, de la paz, de la justicia...
En mis conversaciones con el P. Cesáreo Gil, fiel discípulo del Beato Mosén Sol, tuve de nuevo un refrescamiento de esta vivencia. Y la fui asumiendo de nuevo, feliz por recuperar esta riqueza de la espiritualidad cristiana, ya no con la "inmadurez" del niño, sino con la "madurez" de quien discierne y sopesa bien las enseñanzas de nuestra fe. El Ángel de la Guarda no es un capricho de la Iglesia, una enseñanza absurda para engañar incautos. Está en plena correspondencia con lo que nos ha revelado el mismísimo Dios en su Palabra. El salmista nos dice: "El Señor a sus ángeles ha dado órdenes para que te protejan dondequiera que vayas". El mismo Jesús afirma: "Sus ángeles (los de los niños), en el cielo, ven continuamente el rostro de mi Padre, que está en el cielo". ¿Es que acaso alguien que acepte a Dios como el Dios amoroso y bueno, el que nos ama infinitamente, el que se entrega radicalmente por nosotros, el que quiere siempre nuestro bien, podría al mismo tiempo querer engañarnos con cuenticos infantiles? Radicalmente no...Cuando Dios, por tanto, nos dice de la existencia de este "mundo espiritual" en el que hay arcángeles, tronos, dominaciones, potestades, ángeles, serafines, querubines..., este mundo existe realmente. Es parte de nuestra confesión de fe. La existencia de la creación del mundo espiritual fue declarada como doctrina firme de la Iglesia en el Concilio de Trento, como reacción a la pretensión de algunos de menospreciar e incluso negar su existencia...
En mi experiencia personal de esta creencia que, repito, ha sido muy bien sopesada y discernida, basado en la confianza firme en lo que Dios, que es Amor, enseña y en lo que nos regala a los hombres, he tenido experiencias interesantísimas alrededor de los Ángeles de la Guarda. Por supuesto, en lo personal, cada mañana me encomiendo a mi Ángel de la Guarda, el que me regaló Dios para mí, para que me proteja, me guíe, me ilumine, me inspire lo bueno, me haga desistir de lo malo... Y puedo decir, con absoluta certeza, que he sentido este apoyo, aunque no siempre, para mi pesar, le he sido fiel... Pero más interesante aún es lo que ha sucedido con algunas personas que se me han acercado para plantearme dificultades y consultarme sobre cómo enfrentar una conversación con alguien con el que ha habido problemas o desencuentros. O sobre cómo plantear un tema que puede crear conflictos importantes con alguien con el que se tiene que hablar... Yo les he recomendado que, antes de la conversación, oren a su Ángel de la Guarda. Y que le pidan al Ángel de la Guarda propio y al de la persona con la que se va a hablar, que conversen entre ellos primero y busquen caminos de encuentro y de concordia que puedan sugerir a sus protegidos en la conversación que vayan a desarrollar... Y sorprendentemente, cuando lo hacen, han logrado resultados increíbles. Parece un cuento de niños o de hadas, pero es la absoluta verdad. Tan verdad es, como que yo mismo he probado el método y me ha resultado de maravillas...
¡Cuánto hemos perdido los hombres al no promover en nosotros una espiritualidad que nos una más a nuestras Ángeles de la Guarda! ¡Cuántos problemas nos habríamos ahorrado si hubiéramos hecho más presente al Ángel de la Guarda en nuestras vidas! Es un regalo que Dios nos ha dado, pero que lamentablemente lo tenemos olvidado, escondido, abandonado en una gaveta de nuestro espíritu... Por no creer en ese mundo espiritual, que existe verdaderamente y está ahí, aunque no lo veamos, hemos también dejado de creer en el demonio, como ángel que se rebeló a Dios y nos empuja a hacer lo mismo. ¡Cuántas desgracias no se habrán producido en el mundo por dejar que el demonio vaya a sus anchas! ¡En cuántas trampas habremos caído por no estar vigilantes ante sus argucias trágicas!
Aceptemos la invitación de Dios a abrir nuestro corazón a la presencia de los ángeles que Él nos ha regalado para ser nuestros guías y protectores. Despojémonos de la idea de que "son cosas de niños", y de que "ya estamos creciditos para creer en esas tonterías", y más bien volvamos a nuestra infancia espiritual, a nuestra sana ingenuidad, confiando nuestra vida a la protección que los ángeles enviados por Dios nos ofrecen, en obediencia plena a su mandato...
Yo, por mi parte, tengo la tentación de empezar de nuevo a dejar un espacio en mi cama para que mi Ángel de la Guarda pueda dormir cómodo a mi lado... Y creo que no lucharé mucho para "no caer en la tentación"...
De verdad que los viejos nos enseñaron esa oración que por lo básica no deja de ser importantísima en todos los eventos de nuestra vida: "Angel de la Guarda, Dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día"!!!!.
ResponderBorrarNo me dejes sólo, que me perdería... Los viejos nos dieron sin duda esa fe tan hermosa y fueron los principales testigos de su belleza... Un abrazo. Saludos a Helenita y los chamos. Dios te bendiga
BorrarNo me dejes sólo, que me perdería... Los viejos nos dieron sin duda esa fe tan hermosa y fueron los principales testigos de su belleza... Un abrazo. Saludos a Helenita y los chamos. Dios te bendiga
BorrarQue leche tan dulce les dieron de beber. Dios les bendiga ya sus santos padres. Gracias por el compartimiento.
BorrarAsí es... Todos los días agradecemos por los viejos que nos tocaron... Santos y sabios... Y nos enseñaron haciéndonos partícipes de lo que ellos ya vivían... Saludos a tu familia. Dios te bendiga
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