Es conocido el enfrentamiento de Jesús con los fariseos. Les echaba en cara su hipocresía, su doble faz, el huir de los compromisos con los que cargaban a los demás... Los fariseos eran una secta del judaísmo que había nacido originalmente con una finalidad loable. La palabra aramea "fariseo" significa "puro", "limpio", "santo". Llamarlo secta no debe entenderse con el acento peyorativo que le damos hoy. Surgió como una especie de "reforma" del judaísmo, para apuntar a la recuperación de la pureza, de la fidelidad, de la santidad de los judíos... Y, lo suponemos, en sus tiempos de origen tuvo una positiva influencia entre los israelitas. Crecieron y se hicieron fuertes, conquistando muchos adeptos, quizá entre los judíos que querían crecer en fidelidad a Yahvé, en su celo por ser solo de Él y de defender la pureza originaria de la religión judía, que se veía siempre tan amenazada por los diversos paganismos que profesaban los pueblos de alrededor y que estaban siempre acechando a los israelitas con resultados verdaderamente indeseables, pues eran muchos los que se dejaban "conquistar" por los dioses paganos... El fariseísmo buscaba una solidez de la fe hebrea, que sirviera para no dejarse "embaucar" por esos paganismos. Y tuvo que haber sido, en sus buenos tiempos, muy atractivo, pues, según lo dice el mismo San Pablo, él fue fariseo, discípulo de Gamaliel, al que encontramos entre los grandes maestros del Judaísmo. Pablo no era una presa fácil de roer, por lo que las ideas del fariseísmo tuvieron que resultarle tremendamente sólidas. Y es que jamás un llamado a la profundización puede ser, en sí misma mala. De alguna manera, todos estamos llamados a ello...
Lamentablemente, los fariseos no mantuvieron el espíritu originario, que los llamaba a ellos mismos a ser más radicales en la fidelidad a Yahvé y, habiéndose convertido en un grupo religioso importante dentro del Judaísmo, comenzaron a convertir la importancia de su reforma y la influencia que estaban teniendo, en las de un grupo de poder, de presión, de "prestigio", absolutamente alejado de la idea fundacional. En vez de ser servidores en búsqueda de la fidelidad, se erigieron en ser "merecedores" del servicio... Comenzaron a exigir a los demás las conductas que eran bandera del fariseísmo, pero quedándose ellos al margen, como si eso no los implicara, en primer lugar, a ellos mismos. Tenían un prestigio bien ganado entre todos, por sus conductas originalmente coherentes, pero se enfermaron de poder y se envenenaron de incoherencia, de hipocresía, de falsedad... Dios dejó de ser el ideal, y se pusieron ellos como "quasidioses" a los que había que servir. Evidentemente, esto los hizo erigirse como "conciencia moral sin moral", apelando a las leyes sólo como manera de coartar a los demás y de mantenerlos sometidos a sus designios... Pero sin sentirse ellos interpelados por aquello que promulgaban...
Para Jesús esto es lo peor que puede hacer un hombre. Tanto, que sus peores expresiones contra alguien, las más duras, las más inusitadamente reveladoras, son las que dice a los fariseos: "Sepulcros blanqueados", "raza de víboras", "hipócritas", "necios"... Ninguna lindura salió de los labios de Jesús para ellos. La doblez de conducta, la incoherencia, la presentación de una falsa bondad, son lo más terrible que considera Jesús en una persona. Y por eso es inclemente en la acusación... Llama la atención, no obstante, que Jesús le dice a la gente: "Hagan lo que ellos dicen, pero no hagan lo que ellos hacen..." Lo cual quiere decir que la maldad no estaba en lo que ellos exigían a los israelitas, sino en el corazón que lo exigía, que era un corazón vacío de Dios, lleno solamente de sí mismo, un corazón que buscaba solo el reconocimiento vano de los hombres, pero muy alejado de poder obtener el reconocimiento del mismísimo Dios al que aparentemente servían...
Estos fariseos se atrevieron a criticar a Jesús porque no se había limpiado las manos antes de comer, lo cual era un ritual exigido entre los judíos, para poder estar "puros" para la comida. La respuesta de Jesús se fue en barrena contra la actitud de hipocresía y de falsa bondad que pretendían dar: "Ustedes, los fariseos, limpian por fuera la copa y el plato, mientras por dentro rebosan de robos y maldades..." Una conducta que para nada es extraña en los hombres de todos los tiempos; mucho menos para los de hoy también... ¡Qué triste acudir hoy al espectáculo de hombres y mujeres que repiten exactamente la misma conducta de los fariseos a los cuales azuzaba Jesús...! ¡Qué triste que existan hombres y mujeres que den más importancia a ofrecer "una buena imagen" con el fin de ser "reconocidos", que a ser buenos de verdad...! ¡Qué triste que el hombre de hoy esté más dispuesto a servirse a sí mismo, o a poner a los demás a su servicio, que a servir al Dios del Amor, de la Justicia, de la Verdad y de la Paz...!
Hoy asistimos a espectáculos verdaderamente deprimentes cuando vemos a los nuevos fariseos rasgándose las vestiduras ante la corrupción, mientras engordan cada vez más sus cuentas con dólares robados de lo que debía servir al pueblo para aplacar sus inmensas necesidades... Cuando vemos a grandes personajes exigir una fidelidad ciertamente debida a los cónyuges y a la familia, pero que tienen ocultamente amantes o no pierden la "oportunidad" cuando alguien "se les resbala"... Cuando vemos que muchos se rasgan las vestiduras ante el pisoteo de los derechos humanos de los más débiles, pero por debajo de cuerda abortan o invitan a abortar o facilitan el aborto, para mantener incólume "el qué dirán" o simplemente para evitar "una carga más", o buscan la manera de quitar de en medio a quien "fastidia" porque está muy enfermo o es ya un anciano que poco más tiene que aportar a la sociedad... Cuando vemos que se retratan con pobres al hacer un aporte significativo, pero que cuando ya no los está viendo nadie se alejan de ellos como si fueran leprosos indeseables, pues sienten repugnancia hasta de su olor... ¿Qué les dirá Jesús a esos hoy? Con absoluta certeza podemos afirmar que no sería diferente a lo que ya les dijo hace dos mil años: "¡Sepulcros blanqueados, raza de víboras, hipócritas, necios!"
Y no es que Jesús quiera que se condenen. No es ese el Jesús del Evangelio, pues Él "quiere que todos los hombres se salven". Como dice la Escritura: "Dios hace salir el sol sobre buenos y malos, sobre justos e injustos". Su Luz quiere que sea la Luz de todos, también para los fariseos de ayer y de hoy. Quiere la conversión de todos los hombres, particularmente de quienes más la necesitan. Por eso, invita a los fariseos: "Den limosna de lo de dentro, y así lo tendrán limpio todo"... Es decir, invita a vaciarse de sí mismos, a dejar de vivir de las apariencias, a ser de una sola faz... A que todos depongan actitudes de vanagloria, de vanidad, de hipocresía, y dejen de tener zonas oscuras que haya que ocultar. ¡Qué hermosa sensación la de ser uno mismo sin tener que estar ocultando nada! ¡Que sensación tan refrescante la de no tener esquinas en las que sea desagradable pararse! ¡Y qué insuperable es la sensación de saberse en la presencia de Dios, con la frente en alto, recibiendo completamente su amor y su misericordia, para ser instrumento del amor para todos los demás! Eso no tiene precio. Ser de Jesús, llenarse de Él y de su amor, para poder llevarlo sin impurezas a los demás, es lo que debe motivar nuestra vida aquí y ahora. Y en hacerlo estará nuestra más alta compensación, pues estaremos llenos de Dios y viviendo frente a frente en su presencia...
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