No son pocas las personas que cuando hablamos sobre nuestra amistad, sobre lo sabroso de encontrarnos, sobre esa cercanía que siempre hemos vivido, hacen juegos sobre el futuro... Algunos me han llegado a decir: "Cuando yo me muera y me toque presentarme delante de Dios le diré: 'Yo soy amigo de Ramón Viloria... ¡Y cuando le diga eso, me van a abrir las puertas de par en par!'"... Y entre esos están incluidos amigos, simplemente conocidos, familiares, seguidores en las redes sociales... ¡Ya quisiera yo que fuera así! ¡Daría mi vida por que cada familiar mío, cada amigo mío, cada persona que se ha cruzado en mi camino, TODOS, pudieran decir eso y se les abrieran las puertas del cielo completicas para que entraran sin ninguna dificultad...!
La verdad es que no considero ningún aval el conocerme... Muchos, con toda seguridad, por el contrario se llevarían tremendas decepciones, si conocieran de verdad quién soy. Nadie mejor que yo lo sabe. Pero lo que sí no puedo negar es que en ese caminar de mi vida siempre me he esforzado por ser mejor, por caminar más adelante, por ofrecer mi ayuda a quien se me acerque... No siempre he tenido éxito, sobre todo cuando me he confiado más en mí mismo que en Dios, cuando lo he dejado a un lado y he pretendido yo colocarme en su lugar, cuando he pensado equivocadamente que la felicidad estaba en un camino distinto al que Él me proponía... Por eso, para no correr riesgo, creo que nadie debe presentar como aval el conocerme al estar a las puertas del cielo, pues más bien le puede salir el tiro por la culata...
Pero a lo que vamos... Es cierto que debemos presentar un aval delante de Dios, cuando nos toque presentarnos ante Él, al final de nuestros días sobre la tierra. Jesús dice con sorna que aquellos le dirán: "Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas..." Y el Señor les responderá: "No sé quienes son ustedes. Aléjense de mí, malvados"... ¡Son realmente duras estas palabras del Señor! ¡Máxime cuando son las últimas que escucharemos antes de ir al infierno, "donde será el llanto y el rechinar de dientes" eternamente...! Es terrible...
A veces pensamos como si a Dios lo pudiésemos "chantajear" casi con algunas "limosnas espirituales" que le damos: "Señor, yo fui como tres veces a unos velorios de unos amigos..." "Señor, en Semana Santa yo te prendí varias velitas en el templo..." "Señor, yo todas las mañanas rezaba un Padrenuestro al levantarme..." "Señor, yo veía películas de la Pasión, y hasta lloraba..." "Señor, una vez le di una limosna a un pobre desgraciado que estaba tirado en la calle pidiendo..." "Señor, yo me confesé varias veces directamente contigo..." "Señor, yo, la verdad, no sentía nunca ganas de ir a Misa, pero sí te rezaba de vez en cuando, pues pienso que no es necesario ir a Misa para encontrarse contigo. Total, Tú estás en todas partes..." Y, nosotros esperamos casi como que Dios nos va agradecer estos "inmensos" gestos de cercanía con Él... Es impresionante como muchos pasamos largas horas en actividades diversas, que luego hasta nos parecen que fueron apenas unos pocos minutos, pero cuando nos toca pasar algunos minutos con Dios nos parecen interminables... Cinco minutos de oración nos parecen larguísimos y aburridísimos ratos, menos de una hora a la semana en la Misa nos parece inaguantable y deseamos siempre que termine cuanto antes... Y aun así pretendemos que al presentar estos avales, Dios casi se ponga de rodillas delante de nosotros, nos agradezca y nos mande pasar a la gloria celestial...
El Señor nos reconocerá por lo que hayamos hecho de verdad en su presencia... Tenemos que discernir bien cuándo y por cuál razón es que el Señor nos dirá: "Sí... Te conozco bien. Lo has hecho bien. Pasa adelante..." Nos sorprenderemos seguramente sobre las cosas por las cuales seremos reconocidos... "Te recuerdo bien... Tú eres el que se me acercó cuando estaba enfermo en el hospital sin que nadie me visitara..." "Te recuerdo bien... Tú eres el que se me acercó a consolarme cuando estaba llorando por mi tristeza cuando el mundo se me vino abajo..." "Te recuerdo bien... Tú eres el que se puso a mi lado y me apoyaste cuando te diste cuenta que estaban siendo injustos conmigo..." "Te recuerdo bien...Tú eres el que me compró comida cuando no tenía ni siquiera para darle comida a mis hijos..." "Te recuerdo bien... Tú eres el que me dio aquella chaqueta que me sirvió tanto para pasar el frío de la noche..." "Te recuerdo bien... Tú eres el que dio la cara por mí, a pesar de que se burlaban de ti, te trataban mal, te echaban a un lado, por considerarte mi amigo..." "Te recuerdo bien... Tú eres el que pasaba ratos sabrosos conmigo en la intimidad de la oración y me contabas todas tus cosas, compartiendo conmigo tus dolores y alegrías... El que te confesabas frecuentemente porque querías renovar la Gracia que yo te regalaba... El que se alimentaba de mi Cuerpo y de mi Sangre, pues sabías que era la comida de los fuertes..."
No será otra la forma en la que el Señor nos reconocerá. Sólo si nos hacemos "frecuentes" en los encuentros con Él en nuestra vida, en aquellas personas y situaciones en las que Él se quedó, como fue su misma promesa, estará habituado a nuestros encuentros y seremos para Él inolvidables... "Te recuerdo bien..." No debemos pensar que nuestro aval será distinto a este. Él dijo: "Tomen y coman, esto es mi Cuerpo... Este es el cáliz de mi Sangre..."; "Quien coma mi Carne y beba mi Sangre tendrá vida eterna..."; "Cuando se reúnan en mi nombre, allí estaré yo en medio de ustedes"; "Cada vez que lo hicieron con uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí mismo me lo hicieron"... Es en estos momentos y en esas personas en los que encontraremos, sin ninguna duda, a Jesús. Y es en esos encuentros en los que a Él se le quedarán grabadas nuestras caras... Si así nos comportamos, nunca podrá decirnos que no nos conoce... Desde su amor, nos dará el premio que nos merecemos por haber dado a su presencia en nuestras vidas la importancia que tenía. Y escucharemos esas palabras tremendas, felices, insuperables: "Has sido un siervo bueno y fiel... Pasa a gozar de la dicha de tu Señor..."
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