Un pacto siempre tiene dos partes. Ambas, después de ver las condiciones del arreglo, se ponen de acuerdo y formulan un compromiso mutuo de cumplimiento en el que se hacen responsables de cumplir lo suyo, de modo que no se presenten inconvenientes, malos entendidos, incumplimientos, o incluso traiciones del acuerdo de parte de uno de los dos. Se asume siempre la seriedad del otro al asumir el compromiso. Dentro de las mismas indicaciones del acuerdo están contempladas las sanciones que debe sufrir la parte que incumpla. En las Sagradas Escrituras es frecuente encontrarse con los pactos que propone Dios a su pueblo. Bíblicamente las conocemos como Alianzas. Dios hace alianzas con su pueblo, en las que Él se compromete a seguir siendo el Dios poderoso y amoroso que guarda a su pueblo, que lo sigue conduciendo amorosamente, que le sigue proveyendo de todos los beneficios, que sigue guiándolo por el camino de la fraternidad y dándoles las herramientas que necesitará para hacerse cada vez más solidario. Es muy interesante que el término Alianza es el mismo que se utiliza para nombrar a la realidad matrimonial, con lo cual podemos colegir que las Alianzas que Dios hace con su pueblo entran en el orden de los compromisos de bodas. Él será el esposo que acoge con su amor esponsal a su pueblo, el cual sería la esposa que asume la relación para lograr una unidad indisoluble con Dios, su esposo. Está claro que la Alianza es entonces un compromiso de crecimiento que se asume con la seriedad de quien se sabe beneficiario principal pues recibirá todos los dones como el tesoro que lo enriquece grandemente. Las exigencias son las naturales, pues se trata de que la vida siga su curso natural, desde la intención que tuvo el mismo Dios al crearlo todo. Y en el discernimiento de lo que representa cada Alianza y sus exigencias, podemos percibir una inmensa ventaja para el pueblo, pues Dios, en su inmutabilidad, nunca cambiará los términos de su compromiso, por lo cual es absolutamente confiable. En todo caso, es el pueblo, la otra parte del pacto, el que pondrá siempre su rebeldía ante las exigencias y será capaz de traicionar a Dios.
Aún así, pese a que el pecado del pueblo y su alejamiento de Dios son una traición evidente a la Alianza acordada, lo cual acarrea el castigo y el escarmiento, Dios tiende de nuevo su mano al traidor procurando atraerlo de nuevo. Los dones de Dios son irreversibles. Nunca dejará de derramarlos sobre su pueblo. Es su parte del pacto y nunca dejará de cumplirla. Así como es eterno su amor por la humanidad y por todo lo creado, así mismo es eterno su compromiso de amor y de salvación por el hombre. Lo quiere con Él y lo quiere eternamente feliz a su lado. La meta que Dios ha diseñado para el hombre es la vida en Él, en la que se viva para toda la eternidad el amor y la felicidad, la filiación gozosa y la fraternidad indestructible. En la esencia de Dios están el amor, la misericordia y el perdón, por lo cual estos forman parte esencial del pacto. Él será siempre misericordioso, pues no puede negarse a sí mismo. Y ese pueblo, aún siendo infiel, si llega a arrepentirse del mal que ha realizado, no podrá nunca dudar de ser recibido de nuevo como un hijo de Dios en plenitud: "Moisés habló al pueblo, diciendo: 'Hoy el Señor, tu Dios, te manda que cumplas estos mandatos y decretos. Acátalos y cúmplelos con todo tu corazón y con toda tu alma. Hoy has elegido al Señor para que Él sea tu Dios y tú vayas por sus caminos, observes sus mandatos, preceptos y decretos, y escuches su voz. Y el Señor te ha elegido para que seas su propio pueblo, como te prometió, y observes todos sus preceptos. Él te elevará en gloria, nombre y esplendor, por encima de todas las naciones que ha hecho, y serás el pueblo santo del Señor, tu Dios, como prometió'".
Es parte constitutiva del pacto la fraternidad humana. Así como se debe dar esencialmente el reconocimiento de Dios como el único Dios, como ese Padre amoroso del que ha surgido todo, como Aquel que es fuente de todos los beneficios que podemos recibir, como Aquel que nos conoce mejor de lo que podemos conocernos nosotros mismos, como el que sabe qué es lo que necesitamos aun antes de que se lo pidamos, como Aquel que nos indica el camino para nuestra auténtica elevación, también se debe hacer el reconocimiento de que no nos ha hecho seres individuales, islas, que vivan en el egoísmo y en la sola preocupación de las cosas propias. El Señor nos ha creado en fraternidad, por lo cual dentro del pacto se encuentra la asunción comprometida de la lucha por profundizar en la unidad, en el amor mutuo, en la caridad y la solidaridad en favor de los más necesitados. Un pacto con Dios contempla siempre asumir la condición comunitaria, pues debe tocar a la esencia de lo que es cada uno. Y desde nuestro origen, la condición comunitaria es parte de nuestra esencia. Si queremos ser verdaderamente hombres, hijos de Dios, debemos ser comunitarios y sentirnos profundamente enlazados con nuestros hermanos y con sus necesidades, e incluso con los que nos son menos afectos, al mismo estilo de Dios, que no rechaza a nadie. La exigencia es máxima, pues apunta a la mismísima perfección de Dios. La medida es muy alta. Se trata de que hagamos nuestro mejor esfuerzo para apuntar cada vez más alto. Así nos lo enseña Jesús: "En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 'Ustedes han oído que se dijo: 'Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo'. Pero yo les digo: amen a sus enemigos y recen por los que los persiguen, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si aman a los que los aman, ¿qué premio tendrán? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludan solo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto'". Apuntar a la perfección, como es perfecto el Padre celestial. Su perfección es el amor. Es hacia eso que debemos tender todos, hacia el amor, y debemos entender que es parte esencial del pacto que hemos hecho con nuestro Padre.
Nuestra única posición es Amar, Resptar y ser Justos, seamos pues Sal y Luz. Moldeándonos a tu antojo Señor😌
ResponderBorrarLa meta que Dios ha diseñado para el hombre es la vida eterna teniendo como esencia el amor, la misericordia y el perdón en cada uno de sus hijos, como señal de compromiso en ese pacto.
ResponderBorrarLa meta que Dios ha diseñado para el hombre es la vida eterna teniendo como esencia el amor, la misericordia y el perdón en cada uno de sus hijos, como señal de compromiso en ese pacto.
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