martes, 2 de febrero de 2021

Comienza el nuevo tiempo del Amor que hace nuevas todas las cosas

 Catholic.net - Presentación de Jesús al templo (Fiesta de la Candelaria)

La Presentación de Jesús en el Templo nos plantea varias cuestiones que vale la pena tener en cuenta, pues nos conectan directamente con ese plan de salvación que Dios tiene diseñado para el hombre desde el origen. En primer lugar destaca el amor de ese Hijo de Dios que ha aceptado la encomienda del Padre para rescatar al hombre que Él ha creado para sí y que, en el disfrute de todos los beneficios que ha puesto en sus manos, lo hace llegar a la plenitud en el uso de su libertad plena, aun a expensas de un alejamiento que incluso es indeseable para el mismo Creador. Ese Niño Dios, que es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, en la doble naturaleza que posee, asume esa humanidad como el instrumento formal para emprender el camino de rescate, no en el uso de todo su poder y de toda su magnificencia, lo que le correspondería naturalmente por ser Dios, sino en la demostración más clara de la humildad, de la sencillez y del respeto a lo que es el hombre que ha surgido de las manos del Creador. El mismo sometimiento a la ley humana es una demostración clara de su intencionalidad de demostrar al hombre cuál es el verdadero fin que persigue. No es un sometimiento de la humanidad sino su deseo de que sea la humanidad la que finalmente caiga sometida suavemente por convicción y experiencia personal, al amor infinito que Dios le muestra y que está definitivamente dispuesto a seguir demostrando para siempre. La voz de júbilo del anciano Simeón no es otra cosa que la voz de toda la humanidad que hasta ese momento espera la irrupción de la salvación mediante el envío de Aquel que viene a ponerlo todo por parte de Dios para que la vida del hombre sea una vida realmente nueva: "Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: 'Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel'". Simeón había recibido por revelación que ese Niño que estaba en sus brazos era el esperado de los tiempos que venía ya a establecer el reino del amor y de la justicia. Y gozaba al experimentarlo.

La asunción de la naturaleza humana de parte del Verbo Eterno de Dios era un paso necesario que debía dar Dios para poder ofrecer la satisfacción necesaria a la afrenta de la humanidad contra Dios. El rechazo del hombre contra Dios, poniéndose de espaldas a Él, era la peor elección que podía haber hecho, pues lo colocaba en franca oposición a todos los beneficios que Él quería derramar, entonces y eternamente. La satisfacción necesitaba ser infinita. Y la asume el Hijo de Dios: "Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad". Y desde Niño la asume y la lleva adelante. Por ello su obra es total. Satisface plenamente. Asume lo que no es su culpa y la toma sobre sus hombros para lograr que todos los hombres de la historia obtengan la satisfacción que no se ganan ellos, sino que gana Jesús para ellos: "Lo mismo que los hijos participan de la carne y de la sangre, así también participó Jesús de nuestra carne y sangre, para aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo, y liberar a cuantos, por miedo a la muerte, pasaban la vida entera como esclavos. Noten ustedes que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote misericordioso y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar los pecados del pueblo. Pues, por el hecho de haber padecido sufriendo la tentación, puede auxiliar a los que son tentados. Esa naturaleza asumida no sirve solo para parecerse a nosotros, sino para hacer suyas también las afrentas que el hombre con su pecado comete contra el mismo Dios. Sufre el daño con el objeto de que cada hombre asuma que ese daño es reparador, pues lo vive Aquel que es el Hijo de Dios que se ha hecho hombre.

José y María, los padres del niño, conscientes de que en el Él se estaba haciendo presente la obra de la Gracia, obviamente sin poder asumir en toda su magnitud la obra grandiosa que se estaba iniciando, sí podían intuir que algo grandioso se estaba dando. Que ese Niño que tenían ellos en brazos ya había sido presentado de diversas maneras como un personaje que se convertiría en trascendental en la historia futura de la humanidad. Lo que le decían Simeón y Ana no eran cosas que se de le decían a cualquiera. Eran palabras que significaban algo mucho más grande. Se estaba iniciando una historia nueva. Estaba empezando la experiencia de un hombre nuevo. Se estaba gestando un mundo nuevo. Y era el mundo definitivo, aquel para el cual el Creador había salido de sí mismo para colocar su corazón en las manos de aquel por el que todo lo estaba haciendo nuevo. Era el mundo que había soñado. Un mundo de felicidad plena en el que los hombres vivieran la fraternidad absoluta, sin obstáculos, sin fin: "Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: 'Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción —y a ti misma una espada te traspasará el alma—, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones'. Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, ya muy avanzada en años. De joven había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día. Presentándose en aquel momento, alababa también a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con Él". La Presentación es la presentación del Mesías Redentor a todos. Empieza la realidad del mundo nuevo. En el que viviremos eternamente todos, en la plenitud de la felicidad.

2 comentarios:

  1. Quien se pone en el camino del Señor esta en la verdadera felicidad. Que se ponga en acción el Amor☺️

    ResponderBorrar
  2. La presentación, es cuando se presenta al mesías redentor a todos. Bonita explicación para iniciar a vivir un mundo nuevo.

    ResponderBorrar